A decir de los resultados de las últimas encuestas sobre el desempeño del presidente Hugo Chávez y las posibilidades de su reelección el 7 de octubre próximo, a simple vista todo indica que la estrategia propagandística del chavismo ha sido más eficaz a la hora de sumar apoyos a su candidatura presidencial, ubicándose la intención del voto a su favor en 66 por ciento según a última medición, pero esto no es para “enchinchorrarse” precisamente.
Que esta última fotografía de una película que ya lleva ya unos 7 meses ininterrumpidos proyectándose de este modo ante la opinión pública nacional, es decir: el crecimiento de la valoración positiva de la gestión del presidente Chávez, no haya sido hasta ahora reseñada en los grandes medios de comunicación privados tanto impresos como audiovisuales, no hace sino reforzar la percepción sobre cuál será el resultado final, y la intensidad del desespero que embarga a sus adversarios.
Por su lado, la oposición de derecha nucleada en la llamada Mesa de la Unidad Democrática MUD), pero sobre todo los asesores en marketing electoral contratados por el exclusivo comando electoral del candidato Henrrique Capriles Radonski -incluido el inescrupuloso venezolano J.J. Rendom, también asesor de Santos-, siguen sin dar pie con bola en las estrategias que echan andar para detener al gigante electoral Hugo Chávez, pues éstas se estrellan contra la realidad predominante en la Venezuela de hoy, esa de la que hablan con autoridad los informes de organismos de la ONU bien lejos de ser protochavistas o sobornables, y sí muy serios en eso de hacer estudios sobre disminución de pobreza, educación, salud y otros índices de bienestar.
En este contexto, no es tan descabellada la opinión de quienes sostienen que el hecho de que, como nunca antes en nuestra historia electoral, la mayoría de todas las empresas encuestadoras privadas existentes en el país den ganador al presidente Chávez con una diferencia a su favor de al menos 20 puntos frente a capriles Radonski, no obedece sino a una más, novedosa tal vez, del abanico de estrategias de la derecha venezolana y de sus asesores, pues lo que perseguirían es no sólo estimular el triunfalismo en las filas bolivarianas que los ausente de las mesas electorales, sino también una movilización de los electores de derecha que pueda reducir esa brecha con una asistencia masiva a estas.
Por cierto, esta fue la estrategia desarrollada en las elecciones presidenciales colombianas que dieron el triunfo a Juan Manuel Santos, cuando desde el inicio y hasta el final de la campaña las empresas encuestadoras de se país dieron todo el tiempo como ganador a Antana Moskus, y ya sabemos lo que pasó.
Siete leguas
Ni qué decir de la estrategia del miedo y el terror aplicada a los electores colombianos, sobre todo a los de las zonas rurales, y mantener así la abstención, ya históricamente alta; trabajo sucio este encargado a los narcoparamilitares; además de la que también se ha valido históricamente la oligarquía colombiana, como es la aberrante compra de votos entre los sectores más empobrecidos, para quienes cada proceso electoral no es sino una real oportunidad de comer por varias semanas, como consecuencia de la desesperación y abandono por parte del Estado colombiano.
Hay que imaginarse por un momento cuál sería la conducta de la derecha venezolana, y más aún: de la norteamericana y europea -dolientes del fracaso de sus pares venezolanos-, si al da siguiente del 7 de octubre los resultados finales indicasen que la diferencia entre los votos del reelecto presidente Chávez y el perdedor Capriles Radonski es apenas de 500 mil votos.
Basta con recordar la actitud de pendencieros de la derecha luego de obtener 65 diputados -contra 98 del Psuv- a la AN en las legislativas del 2010, haciéndose mediáticamente pasar como la verdadera mayoría nacional, y hasta creyéndoselo, y obstaculizar la gestión gubernamental sin éxito. Unos resultados similares el 7 de octubre, le permitiría a la derecha chantajear de nuevo diciendo que como el país está dividido en dos “toletes” iguales, el gobierno debe hacerle concesiones a sus opositores.
Y es en este punto donde se deben analizar los hechos con mayor detenimiento y si se quiere también con “miradas de 7 leguas”. Si bien la derecha venezolana sabe que es imposible derrotar a Chávez este 7 de octubre, también queda claro que sus actuaciones de hoy obedecen a un plan a largo plazo, y ni tanto: diciembre de 2013.
Plan que al parecer estaría sustentado en la experiencia adquirida por la derecha internacional, y en particular por la derecha española. No olvidemos que si alguna asesoría tiene decisivo peso en el comando “Tricolor”, esa no es otra que la del ultrarreaccionario jefe del Partido Popular de España, José Aznar; aunque necesario es también alertar del peligro que sus recomendaciones pueden representar para la paz y la tranquilidad de las y los venezolanos.
Fue la periodista y docente universitaria opositora Marta Colomina quien en su momento dio a conocer en su estudio, que si alguna estrategia le funcionó a la derecha española en su momento y cuando todo parecía que el socialista entre comillas Felipe González obtendría un quinto triunfo electoral, fue la del desgaste mediático.
Habría sido una feroz campaña de los medios de comunicación privados la que finalmente inclinó la balanza a favor de Aznar que, a pesar de el escaso margen de diferencia entre ambos, ningún vocero ni español, ni internacional, se atrevió a poner en duda en su momento, como si amenazan hacerlo en Venezuela los voceros de la MUD, olvidándose así de un credo sostenidos todo este tiempo por sus líderes: “En democracia gana quien obtenga la mayoría de los votos, así sea por una mínima diferencia”, el mismo que hicieron valer en las últimas elecciones mexicanas en las que el actual presidente neoliberal –el mismo que se acaba de cuadrar con la española petrolera Repsol en contra de la soberanía Argentina-, Felipe Calderón, ganó con menos del uno por ciento de diferencia frente a su contendor, el izquierdista Andrés López Obrador.
Las situaciones límites
Ya en una segunda situación límite, esta vez la derecha española llegaría a valerse de la más deleznable estrategia cuando un día antes de las elecciones que dieron ganador al socialista José Zapatero, estalló una carga explosiva en la estación del ferroviaria de Madrid conocida como “Atocha” y unos 38 españoles perdieron la vida, en un atentado que, después se supo, perseguía en un último y desesperado intento inclinar la balanza a favor del derechista José Aznar, quien no dudó en responsabilizar a la organización guerrillera vasca ETA, vinculándola a su vez con acercamientos con el Partido Socialista Obrero Español (Psoe) de Zapatero.
Las investigaciones arrojaron finalmente la responsabilidad de Al Qaeda en los repudiables hechos, organización que hoy, ha quedado demostrado, no es sino una creación de EE UU. utilizada de comodín mercenario para justificar agresiones e intervenciones militares en otros países, he allí Libia y Siria, cuyo fin último es preservar su dominio sobre recursos estratégicos como petróleo, agua y otros.
Si lo analizamos en frío: ¿Qué otra cosa han sido en estos últimos meses las campañas sucias, como la de la contaminación del agua potable, el robo de niños para sacarlos los órganos, y otras por el estilo, sino pequeños atentados tipo “Atocha” de la derecha venezolana contra el país, y como producto del desespero que cunde en sus fila ante el inevitable triunfo electoral de Hugo Chávez?
Por lo que de aquí a lo que resta para el crucial 7 de octubre, lo que cabe es extremar las medidas de seguridad e inteligencia, tanto a nivel de Estado como del poder popular organizado para frustrar cualquier nuevo intento de la oligarquía venezolana y el imperio norteamericano de llevarnos a ese precipicio.
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