En varias paredes de Mérida aparece la siguiente inscripción: “Chávez: opio de la izquierda”. Quienes escribieron eso saben que el opio es una droga pero, además, tienen algún conocimiento de que Marx dijo: “La religión es el opio de los pueblos”, pero no se dieron cuenta que la célebre frase del padre del marxismo fue tergiversada y recortada por los revisionistas de oficio y, especialmente, por los ideólogos mezquino del capitalismo. Por ahora, no nos ocupemos de eso. Que se ocupen de ello todos los adversarios del marxismo y sepan que jamás podrán evitar de por vida el triunfo de la grande y noble causa del proletariado: el comunismo.
El opio es, ciertamente, una droga que, por lo menos, cumple dos funciones: una es: la medicinal luego de ser procesa por laboratorios farmacéuticos y bajo prescripción médica; y, la otra, la de pervertir, corromper y degenerar a los seres humanos. Es, precisamente, en el último sentido que vinculan al camarada Chávez como opio de la izquierda. Bueno, allá los que así lo crean, pero es necesario decir algunas cosas que contradicen el sentido de los adversarios que lo consideran un opio.
Uno puede no estar de acuerdo con el pensamiento del camarada Chávez; se puede no compartir la visión que él tiene del socialismo; incluso, se puede ser opositor a pocas o muchas de sus ideas. Eso mucho se respeta. Con lo que no se puede estar de acuerdo es con esa mentira, maligna, errónea y hasta muy injusta idea de que Chávez es un opio de la izquierda. Es terriblemente malintencionada.
Quieran o no reconocer los adversarios o enemigos del camarada Chávez, éste ha hecho que una porción bastante elevada, mucho más que antes de su llegada a la Presidencia de la República, de venezolanos y venezolanas comenzaran a darle funcionamiento al órgano que se conoce como cerebro. En la actualidad la cantidad de personas que hacen uso de su derecho y deber de pensar es mucho mayor que en el pasado. Las personas tienen mayor participación en la política que antes; discuten y reflexionan más que antes; sienten que ahora tienen la voz que antes se les negaba; existe mayor porcentaje de opinión pública, de parte de gente genuina del pueblo, que antes. Negar eso es como querer tapar el sol con el dedo meñique. Recuerden o no se olviden que no estamos señalando nada de las otras importantes cosas que ha hecho el camarada Chávez en beneficio del pueblo y, ojo, igualmente de otros pueblos hermanos latinoamericanos y caribeños. Eso que lo diga la práctica social donde el camarada Chávez, tomando en cuenta las grandes realidades de este tiempo, saldría eximido.
Invito, a los que escribieron en paredes que Chávez es opio de la izquierda, a que nos olvidemos de lo anterior y vayamos a otra gran verdad: no sólo ha hecho que una porción importantísima del pueblo o de la sociedad tenga actualmente mayor participación en la política y en la ideología que antes sino, ojo con esto que es irrefutable, también ha logrado que la porción de personas que no está de acuerdo con el Gobierno del camarada Chávez se preocupe por formarse política e ideológicamente y, de igual manera, participe en múltiples actividades que antes les estaban vedadas. Particularmente, debo reconocerlo y decirlo públicamente, me he asombrado que ahora una cantidad de intelectuales y políticos que antes jamás opinaban de marxismo, de socialismo, de comunismo, de Marx, de Engels, de Lenin, de Trotsky (por citar algunos brillantes expositores de la política de la lucha de clases), ahora lo hacen con mucha frecuencia aunque sea para combatirlos. Reconozco, por ejemplo, que el padre Luis Ugalde es un estudioso e investigador de varias tendencias del pensamiento social y, entre ellas, del marxismo. Incluso, digo algo más: cuando opina de marxismo no desfigura a éste pero, he allí lo que para mí es su desacierto, lo combate alegando que esos elementos del marxismo son dañinos o contrarios, por ejemplo, a los derechos humanos, la democracia y la libertad.
Bueno, voy a aceptar que el camarada Chávez es un opio. Ahora: un opio medicinal que ha contribuido a la salud de la conciencia del pueblo; es decir, lo ha hecho pensar más mejor como diría un mexicano común y corriente. Es todo. Amén.