Operación: salto de rana

Desde que el majunche Capriles Radonski se metió en la competitividad eleccionaria como candidato de la oposición a optar a la presidencia de la Republica Bolivariana de Venezuela: no ha dejado de practicar la operación salto de rana sin menoscabo alguno que, lo distinga de otra particularidad que le dé emoción a su actuar de recorridos callejeros que, lleva adelante con buen desplazamiento que le permite mirar el futuro más cercano que, lo espera con una racionalidad involuntaria de causa-efecto que lo hace babear frases que cuando no empañan el panorama nacional e internacional lo desfiguran con una frescura de aceptación entre su seguidores que no tiene nada que envidiarle -al filósofo maracucho de las elecciones presidenciales del sexenio que casi finaliza- en el enredo ambicioso de sutilezas que bien enumeradas se han enlazados en ese desprendimiento de sus frases políticas que gravan su dinámica visionaria sin peso y, lo llevan que se meza dentro de un abanico de caprichos redondos –sin pie ni cabeza- que tutean al país de impotencia y lo arrastran hacia una ignorancia sin destino.

A este personaje de fluctuaciones imprecisas le iría muy bien vendiendo hamburguesas en cualquiera esquina de la capital dentro de su autobús del progreso y, como a su clase burguesa les encanta ese bocadillo, él flotaría en un bienestar de comodín realengo y, en nada comprometería la dignidad de los venezolanos a no ser que se quede con el vuelto como buen pícaro que ve para otro lado y, en vez de vocear como publicidad su mercancía con un micrófono de atenciones, tendría el futuro a la vuelta de la esquina y, la trasnacional de sus pretensiones única, lo clavaría de lleno como un hacedor prospero que se recrearía mejor en vender comida chatarra que en decir que va a transformar lo irrealizable en su parcela de mentiras y desguazar lo que ha hecho el gobierno revolucionario por el bienestar, progreso e independencia del país y lo haría como un vende patria a las órdenes de los contra, dentro y fuera y, del imperio.

Capriles Radonski se ha convertido -sin querer- en el mejor promotor político del presidente Chávez, porque cada vez que él aparece en público y, trata de llevarle la contraria o, refutarle o criticarle cualquier información o aseveración que haya dado aquél, entonces, le suma votos y lo dicho por el presidente Chávez toma más fuerza y se arraiga en sus opuestos pues, los entuertos y críticas se le devuelven y lo crucifican en el acto o, a posteriori cuando los suyos razonan y ven las metidas de patas en sucesión de ese fulano en el pantanal de sus mediocridades de infortunios que no tienen nada de lógica pedagógica de un individuo que aspira a ser presidente de la República con experiencia fascista como un fanático más del neoliberalismo a ultranza.

Y el carnaval de delirios de Capriles sigue su ruta en el día a día y cuando no amenaza convalida con runrunes apátridas que le engalletan el conocimiento y es tanto el plasma de su cogote que derrama en cada aparición voluntaria que, sus eruditos consejos hacia la población se refrían de engaños como si viviera en el planeta de los simios, en que más son las veces que más de un caradura de su causa, sale a borrar los arañazos que ha dejado como huellas reales de un trajín mal trajinado del ensarte de rótulos de ideas encubiertas que va dejando cuando trata de hacerse camino en el Chimborazo de sus malas penas.

Y en ese dislocado disentir ensaliva palabras eufóricas que la prensa escrita enjuaga al público como una parodia fantasmal y, cuando ironiza, la desvergüenza lo cubre por completo que como político da lástima por tanto desacierto en su campaña.

Y para amortiguar tantas penas juntas a Capriles sólo le queda abracar un consuelo ruidoso a cada momento y, realizar su operación: salto de rana y por allá se fue…


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Esteban Rojas


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