Este trabajo de luchadora social y defensora de los derechos humanos de los pobres de mi país sin descanso, me está matando y, me falta el aire de la libertad que esos chavistas-Fidel-comunistas quieren quitarnos y, por tal motivo, me voy de rumba a disfrutar de unas esparcidas y, bien merecidas vacaciones a París y, con ello descanso estos últimos días decembrinos del agite político de Venezuela -fue lo que expresó abiertamente con cara de felicidad, María Corina- antes de irse.
Emocionadísima se trepó al Boeing de Iberia y alzó el vuelo.
En cambio -Antonio Ledezma- criticó con dureza espontánea la situación peligrosísima en que se encuentra Venezuela rumbo al 10-E, en que la información que da el gobierno en vez de informar, desinforma y, eso les descompone el cuerpo de la voluntad de acceder a la logística médica de la convalecencia de la enfermedad del presidente Chávez y, Maduro como vicepresidente nos ha metido en un callejón sin salida en que nos asfixiamos de enredos, por lo que, es preciso un descansito ligero en tierras cercas a Cuba como lo es Miami que quien quita que, el trompo de la tranquilidad lo pueda bailar en un resort de conveniencia.
¡Oh dios! Esto si es vida –próspera y fecunda- la que tienen los franceses que, no envidiarlos, peca de temeridad y desarticula a los que amamos los placeres de la vida y, como Europa no hay dos, así agonice en lo económico que los políticos opositores de mi patria saben revertir sus horas como yo, extasiada por la fecundidad de su vida social, traqueteando las horas de los días en esta lejanía que nos acoge de placer y de cultura y, no metida en aquel salvajismo de odiosos imaginativos que desean poner nuestra piel burguesa en piel de gallina andrajosa y, eso nos desarropa las buenas intenciones de hacer grande la paz de la paciencia del venezolano.
París será un tango –lamentó, Antonio Ledezma-, pero, Miami es la cuna de los trovadores de la esperanza: acá se nace y se muere igual que allá, pero qué va, la ilusión que aquí corre no tiene fin y, el tiempo nos cobija con una magnitud de quehaceres que ser alcalde y, más metropolitano, tiene un peso que cultiva el delirio que no se asoma con todo su esplendor en este administrador que desea más la paz de los yanquis que la paz de los venezolanos que, lo que quieren es que uno se reviente trabajando por ellos y, no agradecen en lo más mínimo nuestro desvelo por sus inquietudes que entre más dinero tengamos más valemos y, allí está mi sueño americano de acaparar lo que nada cuesta de tener una ambigua dignidad y, yo soy digno de ser lo que el pueblo quiera, pero ahora, me sale descansar por su bien.
¡París como te amo! –suspiro María Corina- metida en un embudo de tropel en La Torre Eiffel con su andar desprevenido, luchando por olvidar el 10-E y, con la cabeza llena de sutilezas, busca los souvenir que le tranquilizarán la inmediatez de ser una más dentro de un montón que como turistas están donde quieren y, ella como una lejana que aparca en el bullicio de un recuerdo se contagia de alegría, remontando el sueño que se compra en euros o, quizás en dólares que no le aprietan el bolsillo de su economía doméstica y, atrapa con la vista el regocijo de masticar callada lo que privadamente la mantiene en jaquecas de iras que le perfora el subconsciente de su vaga personalidad.
Y sin querer, Antonio Ledezma, piensa en la MUD y la ve torcida, dislocada en su eje central. Anclada sin ancla y, sin un peso de conformidad que atraiga un futuro paciente y, la ve como un pollo muerto patas arriba y, con un traje baño de paciencia se reclina en la silla playera y su ambición por una silla más grande lo lleva a tierra y, con un estornudo de ansiedad espera el nuevo año.
María Corina y Antonio Ledezma, dos personajes de la oposición venezolana que como política ella y político él, no hay quien los envidie, aunque estén fuera del país dándose la buena vida y, quizás pensando cómo seguir jodiéndole la paciencia a los venezolanos con mentiras y fechorías a los que se han acostumbrado sin serle útil a Venezuela en nada que se recuerde. Y nosotros desde acá, le decimos a ella: “bonne nouvelle année” y, a él: “happy new year”. Y, por favor, vuelvan pronto que María Corina el 10-E tiene que aplaudir mucho por nuestra democracia –gústele o no.
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