El ex embajador de Panamá ante la OEA: está bien compungido, por lo dicho por Roy Chaderton, en la pasada Asamblea de la OEA, al expresar que Cochez era, un mal pintor y, que además no es político ni diplomático, lo que no le quita el sueño y, por lo tanto lo tiene sin cuidado y, más ahora que está desempleado por lenguaraz y patán.
Y, para demostrar que él sí sabe luchar con pinceles, atriles, telas, óleos, paleta, espátulas, diluyentes sin ensuciar sus manos y, sin ninguna pleitesía de por medio de contaminación dentro de un arco iris de razones abstractas de política de telas tutelares de incómodos que, no desafinen su pulso que sincronizará con rápidos trazos que corran a lo largo del tiempo está, metido de lleno en su taller de pintura, tratando de alejar su desgracia.
Y con verdadera diplomacia momentánea se dedica a cotejar y, después a salpicar los cuadros hegemónicos que representarán a la oposición venezolana a la que se inclina con total reverencia de afinidad leal, siendo fiel servidor y seguidor con todos los trozos de la esperanza de alcanzar algún día el cometido de sentarse con ellos a entender más y mejor cómo ser un excelente constitucionalista de primeros auxilios internacionales en que, pueda distraerse ciegamente en plasmar y distraer en tela la atención que configure y ajuste en tres dimensiones la realidad dramática que ellos han vivido y viven internamente.
Primer cuadro como primera dimensión con una característica inmensa que detalla un sufrimiento que, retrata en cuerpo y alma un pasado que dejó una lección que será muy bien captada por el público que habrá de verlo y se trata nada más y nada menos de Guillermo Aveledo con un bate de béisbol en la mano y en el centro del parque el grande e inolvidable Pedro Carmona Estanga con una pelota de humo en las manos y a su alrededor grandes gritos que se reflejan en un bullicio de colores extenuados en que se puede leer la frase: todos a Miraflores a correr las bases.
Segundo cuadro como segunda dimensión en que un río negro sin esperanza se va al infinito repleto de dólares perdidos en que una capa fronteriza de sutilidad refleja un verde que se escapa y, sin cortapisa de extravío se puede deducir sin pensarlo al ver inmensas figuras que se tragan en el momento y que representan la meritocracia de los ejecutivos de Pdvsa con un cintillo de lealtad incomprensible en que se resalta un disentir mal empleado en años pasados como: el petróleo es nuestro no lo regales.
Y como tercera y última dimensión que abarca espectros que desfiguran a la oposición que se ve invadida de una tristeza lamentable en que el pintor juega con el futuro floreciéndolo de un atractivo que se pierda en una vía que no se configura con la realidad en que lo oculto va de la mano con la mentira y, de repente como en un sepulcro de ruegos, aparece la figura compungida de Capriles Radonski montado en un autobús que se aleja sin pasajeros y casi a perpetuidad en un rescoldo de la imaginación sin detenimiento aparece el presidente Chávez enroscado a un pueblo que lo persigna de alegría y lo lleva en hombros a la posteridad en que el cuadro domina a Cochez y en griego –sin querer- configura un renacimiento en que un proceso revolucionario con su líder coge calle y una voz sale del cuadro como un eco incontenible que duerme pasiones al fulgurar imágenes que se frotan entre sí y fusionan un camino de alegría que determina ipso facto: Hay vida. Y el grito explota y abraza a la Patria.
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