La diputada, María Corina, se presentó en áreas cercanas a la embajada cubana impertérrita y sofocada por el drama viviente frente a su vista y, sin ver para los lados: soltó su primera frase que los medios privados recogieron: en Venezuela ya no se puede vivir libremente, por lo que hay que hacer ya: caída y mesa limpia y, esta juventud congregada acá de “valiosos estudiantes”, está marcando el paso de la orientación política para acabar con este régimen Castro-comunista que, nos tiene contra la pared desde esta embajada como centro de poder “extraño” que da las órdenes que nos invaden sin cautela de conformación.
Caminó algunos pasos lentamente sin soltar una sonrisa: observando con atención todo lo que estaba a su alcance de atracción que reordenara sus ideas.
Giró su cabeza hacia su lado derecho como si hubiera sido inducida por un resorte eléctrico e inmediatamente volvió a la carga con más ánimo punzante como si tratara de protocolizar su atención de salir al aire por su canal favorito.
Esto es, dijo, María Corina, un acto hermoso y fecundo en profundidad de acción estudiantil que nos conforta el espíritu neoliberal de tomar el poder que actualmente está siendo maltratado por las figuras chavistas que nos tienen en jaque desde que el presidente Chávez se fue para Cuba y, no poder venir a juramentarse que, para nosotros, desde ese momento convirtió a este régimen en tiránico y agresivo sin base de sustentación. Liderado por una persona que nadie lo ha elegido para que nos guíe sin escrúpulo alguno como si aquí no existiera oposición ni la MUD. Eso nos parece una falta de respeto grave que tiene que ser castigada y, se preguntó, ¿por quién? E inmediatamente, respondió, por el pueblo que nos apoya y, calló.
La algarabía que se había formado entre los estudiantes huelguistas por la presencia de la diputada se canalizó con vitoreos que persistieron con frenesí triunfal que perturbó el ánimo crepuscular de María Corina quien comentó bajamente: hoy comemos sardinas y mañana moriremos arponeados, pero total, lo mismo da.
Siguió rondando de allá para acá siempre con su vista en los “mártires del futuro-progreso”, para rematar con un pase de muleta frontal: ¿esto no puede seguir así y, así no puede ser que se gobierne? Pues, estamos plantados delante de una realidad insólita, caprichosa y absurda con un poder vacío que nos vacía el alma política de seguir adelante para enderezar lo enderezable.
La diputada, María Corina, se enfrentó a los estudiantes con una seriedad sin límites y, con ganas de disparar el arma que fuera con su odio colonial oligárquica, los arengó: Jóvenes de mi país, que orgullosa me siento de ustedes como baluarte unitario de nuestra oposición, por lo que vine hoy a su presencia a darles un consuelo de respiración artificial que les inflame más su ánimo y le dé el aguante de finalizar con éxito su maniobra publicitaria de repudio y de acoso juvenil al invasor y, quiero además contribuir desde acá con un abrazo fraternal de conformismo y de solidaridad a su lealtad como héroes de esta gran batalla de traer al presente nuestro futuro inmediato y, que de una vez logren que se llame a “elecciones ya” que el que se fue no hace falta.
Y, antes de despedirse con su sabiduría celestial con egoísmo y odio que le come el cerebro de su terquedad antichavista se le ocurrió decir, ni Chávez, ni Maduro, ni Diosdado me sacarán del camino de ser presidenta de Venezuela, aunque sea en el dos mil siempre y, se alejó por donde llegó.
Y una vez en su mansión se esforzó en ordenar el desorden que había en su mesa de trabajo y, después distraerse viendo Globovisión y darle rienda suelta a su imaginación por el celular de su artería, le dio por dormir una encerrona de tranquilidad que le reconfortara los ánimos de seguir adelante tras del poder que ama y, sin paz emocional se quedó dormida y soñó plácidamente que estaba en el paraíso terrenal con un Adán rondándole cerca y que ella no se atrevía mirar por ser zambo y furiosa despertó del mal sueño y en busca de auxilio nocturnal se metió en Globovisión sin ver la hora y de momento vio y oyó lo que le contagió más su sufrir agónico de pesadez que la desveló por completo cuando Villegas, dijo, volvió, volvió, volvió, volvió, el comandante presidente Chávez, volvió. Y, María Corina, cayó.
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