Camaradas: “Los gobiernos no se tumban; los gobiernos se caen”

Un enemigo del Gobierno que preside el camarada Maduro ha lanzado un petardo o concepto a la opinión pública que el arte militar o, mejor dicho, la ciencia política rebatiría, posiblemente, con no más de dos o tres palabras: “Los gobiernos no se tumban; los gobiernos se caen”. No se encuentra en ninguna de las páginas escritas por los genios de la guerra o de la política o de la sociología algo que sirva de piso para llegar a la conclusión que atrás se señala. Si los gobiernos no se tumban, si sólo se caen, de nada valdría la lucha de clases, de nada valdrían los partidos políticos ni los ejércitos, el género humano no conocería las huelgas políticas ni las insurrecciones ni las guerras cortas o prolongadas. Definitivamente: a las ciencias no se le pueden dar tablazos por la espalda creyendo que así las cabezas dejan de pensar o de funcionar. El mundo, como duendes, sigue rondando la violencia social y el marxismo nunca es hipócrita para negarla en todos los tiempos y en todos los lugares como sí lo hace el pacifismo vestido de guardián de los grandes capitales que dominan el mundo.

            Ningún Gobierno ha caído en este mundo por sí solo. Cierto es que, como todas las cosas vivientes en el planeta, los gobiernos son para cumplir misiones de clase y en ese devenir se van desgastando en la medida del cumplimiento o no de sus misiones. Nada es eterno en la vida. Un árbol, por ejemplo, no se cae por sí solo  porque no vive aislado completamente del mundo que le rodea. El tiempo, fundamentalmente, le va mermando sus raíces, sus ramas, sus hojas, su caparazón, su esqueleto y –lógico- envejece para morir. Un árbol ya envejecido no debe cuidarse tanto de las manos de un hombre depredador sino de los vientos que se desplazan a velocidades suficientes para derribarlo. Lo importante es que antes de cumplir su ciclo de existencia deje retoños, frutos y la sombra se agrande.

Un Gobierno puede o no aligerar su caída de acuerdo a las formas en cómo cumpla con sus misiones. La experiencia histórica así lo testimonia. Pero un Gobierno no es una abstracción, es algo concreto que depende de circunstancias concretas de tiempo y espacio y –actualmente sobretodo- de factores internacionales muchos más que nacionales. Ningún Gobierno queda al margen de las clases sociales y del género humano como ningún Gobierno en el reino animal reina aislado de su medio ambiente y de los animales  de su género. Un león es llamado rey de la selva porque existen otros leones y leonas que lo protegen, lo respetan y hasta le obedecen pero, al mismo tiempo, existen animales que le tienen miedo y se espantan con solo enseñarle los dientes.

No vamos a ir muy lejos para buscar ejemplo de que ningún Gobierno cae por sí solo. Si en este país no hubiese habido, primero, un 4 de febrero de 1992, segundo, un 27 de noviembre del mismo año, el Congreso de la República jamás hubiese dado el paso de destituir al Presidente Carlos Andrés Pérez. Como si no se hubiera producido un 27 y 28 de febrero de 1989, tal vez de haberse producido, el 4 de febrero no aparecería en los análisis de la Historia venezolana. Otro ejemplo un poco más allá de las fronteras de Venezuela: el Gobierno presidido por el general Augusto Pinochet fue terriblemente salvaje, despótico, asesino, genocida, pero no cayó por sí solo. Sin las luchas clandestinas de organizaciones políticas chilenas, sin las luchas de los sindicatos desafiando las tropelías del malvado, sin las condenas y protestas internacionales por la violación del verdugo de los derechos humanos del pueblo chileno, quizás, Pinochet aún estuviese vivo gobernando. Si el Gobierno que presidió el camarada Salvador Allende en vez de implementar políticas económicas que favorecían abiertamente al pueblo chileno hubiese ejecutado políticas al servicio de la oligarquía chilena y de los grandes monopolios imperialistas foráneos, lo hubiesen dejado cumplir su mandato y Pinochet –con sus epígonos militares y civiles- no hubiera dado el golpe de Estado. Pero pongamos otro ejemplo que nos ilustra sin tapujos y sin refutaciones lo mentiroso que es eso en política de que los gobiernos no se tumban, se caen. El nazismo, con Hitler de Canciller y máximo líder, hubiera tomado el mundo y todas las razas –tenidas por inferiores- seríamos sirvientes y esclavos de la raza aria. Sólo a lo que fue la Unión Soviética le costó más de 20 millones de muertos la lucha contra el nazismo; a los judíos les costó algunos millones de hombres y mujeres que fueron sacrificados por los métodos más perversos de exterminio social; y al resto del mundo le costó unos cuantos millones de personas la lucha contra el nazismo. Si no hubiese habido una Segunda Guerra Mundial, el nazismo en este momento, mandando un pupilo del extinto Hitler, sería el amo y señor de todas las maravillas del planeta pero, igualmente, de todos los mercados, de todas las fuerzas productivas, de todas las tecnologías y, por si fuera poco, de todas las ciencias y religiones. Quizás, la mayoría de los filósofos hubieran seguido –fiel y ciegamente- el ejemplo del suicidio de Sócrates. ¿Y qué sería de esos  economistas que les gusta hablar a diario de inflación, de crisis y de posibles sacudones violentos?

No sé cuántos políticos o cuántos ingenuos creen que el Gobierno del usurpador Carmona –ese que duró menos de 48 horas y fue comparado humorísticamente con AEROCAV- cayó por sí solo. Sin esa masa de pueblo que salió a la calle a protestar contra el golpe y a exigir el regreso del camarada Chávez y sin ese grupo de militares que se colocó al lado del pueblo y del camarada Chávez, sin ese grupo de gobiernos del campo internacional que no reconoció al impostor, el Gobierno de Carmona estaría todavía en el Palacio de Miraflores y muchos chavistas y militantes de otras organizaciones revolucionarias andarían clandestinos para salvar sus vidas. Si un marxista propagase la idea que los gobiernos se caen porque no se tumban, no estaría más que metiendo gato por liebre, es decir, creando falsas ilusiones y atiborrando de lodo la conciencia de la gente.

El mundo de hoy, por lo complejo de la gran batalla de las ideas, necesita verdades y no mentiras, categorías históricas y no supuestos, teorías y no hipótesis, es decir, análisis y conclusiones correctas. ¡He allí: el enorme espacio para los marxistas exponer su ciencia! ¿Por qué los marxistas?: porque “Las cuestiones de la competencia, de la concentración de la riqueza y del monopolio llevan naturalmente a la cuestión de saber si en nuestra época la teoría económica de Marx no tiene más que un simple interés histórico -como, por ejemplo, la teoría de Adam Smith- o si sigue teniendo verdadera importancia. El criterio para responder a esta pregunta es simple: si la teoría estima correctamente el curso de la evolución y prevé el futuro mejor que las otras teorías, sigue siendo la teoría más adelantada de nuestra época, aunque date ya de muchos años”, como lo dijo el camarada Trotsky.



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Freddy Yépez


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