Con la denuncia que hiciera ante el país, la noche del pasado miércoles 31 de julio, a través de los medios, el Mayor General Miguel Rodríguez Torres, Ministro del Poder Popular para Relaciones Interiores, en el sentido de la existencia de un plan macabro para asesinar al Presidente de la República, Nicolás Maduro, y desencadenar, paralelamente, por la acción incontrolada de 800 paramilitares colombianos, una masacre generalizada entre la población inerme, queda más que evidenciado el talante de la derecha a la que se enfrenta el pueblo venezolano. Estamos ante una derecha osada para acometer cualquier aventura, por temeraria que fuese, pero timorata y cobarde a la hora de asumir las responsabilidades.
Esa ha sido la constante en la conducta política de la derecha desde el momento en que le correspondió enfrentar, en condiciones adversas, cuando la correlación de fuerzas no le fue favorable, al proyecto político liderado por el Comandante Chávez Frías. En la cuarta república, cuando se sentía fuerte y apoyada por el brazo represivo del Estado, actuaba de una manera envalentonada y atrevida, pero ahora, al encontrarse en una situación de debilidad, procede como el muchacho aquel, el de la cachucha puesta al revés, que tira la piedra y esconde la mano.
Así sucedió cuando el Golpe de Estado de abril de 2002, todos estaban confabulados en esa operación golpista, criminal y aventurera, pero al fallarle, ninguno tuvo el coraje de asumir las consecuencias de su inconsciencia, igual conducta han adoptado en sucesos posteriores como la del irresponsable paro petrolero-empresarial, las guarimbas, los diversos y frustrados intentos de magnicidio en contra de Chávez, la dislocada acción que pretendieron con los paramilitares colombianos de la hacienda Daktari, el saboteo económico, la generación de escasez artificial de productos, el saboteo eléctrico, las olas periódicas de rumores desaprensivos, el inhumano tratamiento de la enfermedad y gravedad del Presidente Chávez, y… pare Ud. de contar. Frente a todos estos desaguisados, la táctica ha sido la de desconocer su activo y evidente involucramiento, intentando, cada vez banalizar la denuncia que los increpa, para lo cual cuenta con la complicidad de la mediática empresarial.
En este caso de la denuncia del M/G Rodríguez Torres, en la que se devela el carácter internacional de la conspiración, jefaturada por el terrorista internacional, Posada Carriles, protegido por la derecha imperial, y articulada por el siniestro personaje de la derecha colombiana, Uribe Vélez, relacionado, a su vez, como es público y notorio, con Capriles Radonski, denota la triangulación de una conspiración derechista imperial, internacional y local, cuya norma de conducta es similar en toda las instancias en la que actúa: cobarde, alevosa, criminal, engañosa, artera, dual, sin principios ni moral, sólo que poderosa, guapa y apoyada, que sabe hacer uso de ese poder para fabricarse una imagen ante los pueblos, que les permite mantener y reproducir apariencia y alternabilidad democrática, respeto a la formalidad jurídica, aceptación de las reglas del juego democrático, pero, ello, sólo cuando las circunstancias les son favorables, cuando los intereses históricos de la burguesía como clase dominante están garantizados; porque, por el contrario, cuando sienten que el poder que han detentado históricamente se les escapa de las manos, entonces apelan a los más viles y degradantes mecanismos con tal de preservar una dominación a la que le atribuyen facultades eternas.
La historia de América Latina es muy prolífica en este sentido, basta con tener presente lo acontecido en cualquiera de nuestros países en los últimos 60 años. Por eso la Cuba antiimperialista y socialista de Fidel, Raúl y el Ché, les es tan odiada, como, ahora también les es tan odiada la Venezuela de Chávez, la Bolivia de Evo, el Ecuador de Correa, la Nicaragua sandinista, etc., y ayer odiaron la Patria Grande de Bolívar y demás próceres contra los cuales conspiraron y a muchos de ellos asesinaron.