La denuncia presentada en la Asamblea Nacional sobre una red de prostitución de jóvenes, demuestra la decadencia moral de un sector de la clase política.
Lo que en otro país serviría para abrir un debate profundo sobre el uso del poder político, en el nuestro es catalogado como un ejemplo más de la polarización política, y es abiertamente defendido por una minoría de la sociedad.
La conducta sexual de un funcionario público o cualquier ser humano, se convierte en problema cuando deja de ser un acto individual, y se hace un acto colectivo que atenta contra la tranquilidad social, por ejemplo a nadie se le puede ocurrir ir a masturbarse en una plaza pública, porque es un hecho castigado por la ley.
Más allá del detallito de las fiestas de luciérnagas, llamadas así porque son eventos donde los asistentes todos hombres, deben ir adornados con una luz artificial entre los glúteos, la denuncia revela el lado oscuro de una manera de hacer política que ha venido tratando de instaurarse desde hace tiempo en el país, con la complicidad y el apoyo de algunos medios de comunicación.
Los actos denunciados no son nuevos, y se conocen desde hace tiempo en la sociedad venezolana, pero al ser escenificados por una minoría de la burguesía, son escondidos, disfrazados, y catalogados como ratos de esparcimientos entre amigos y tragos.
Desde hace rato un pequeño grupo de la burguesía venezolana, ha venido creando las condiciones para una liberalización de la vida sexual del venezolano, intentando controlar los espacios políticos, culturales, sociales. Basta hojear una revista o medios de comunicación, para percatarse de la insinuación del contenido sexual entre personas del mismo sexo.
La vieja jerarquía política de los partidos tradicionales, no era ajena a estos bacanales sexuales, envidia de Marcel Jouhandeau, el Don Juan del homosexualismo, famoso por tocar un trasero masculino, y sacarle pedos como música de cámara.
En el fondo es una lucha ideológica y política entre los valores del viejo capitalismo decadente, y la nueva ética socialista. No es la vulgar confrontación entre machistas vulgares homofóbicos, es una denuncia que demuestra la realidad oscura del fascismo, los desagües por donde se va la política glamourosa, y de caras bonitas practicada por los patoteros del este.
Con la diferencia que los bacanales amarillos no se parecen ni de cerca, a las tranquilas fiestas Gay. Estas fiestas sacan el lado más oscuro y perverso de los supuestos servidores públicos, su odio de clase y sirven como lavadoras de todo el dinero ilegal que entra al país, por la vía de los Estados Unidos, para acabar con un gobierno de corte social. El perverso Jouhandeau, se sentiría frustrado al saber que sus invitados tienen el trasero frío.