El gobernador ausente de Miranda, Capriles Radonski, acaba de concluir una visita relámpago al Vaticano, en Roma, que tuvo por finalidad realizar una instantánea entrevista con el Papa Francisco, Vicario de la Iglesia de Cristo.
Tan fugaz fue la cita que Capriles tuvo que dejar una carta, explicando las razones que lo motivaban para solicitar la audiencia papal, es decir, todo sucedió en un 2x3 en el que, el flaco, quedó tan aturdido por los escasos minutos concedidos que no alcanzó a desarrollar una idea, situación, por cierto, nada extraña en él; viajar tan lejos para recibir un tratamiento que huele a cortés desplante es un verdadero fiasco, hecho, que tampoco le es ajeno a este sempiterno viajero.
Ahora bien, siendo así las cosas, entonces, a qué viajó a Roma el dos veces derrotado candidato presidencial opositor. Conjeturando se podría argüir que, en primer lugar, esta mini entrevista al ser auspiciada por la jerarquía eclesiástica venezolana, que no ceja en su empeño de conspirar contra el gobierno legítimamente constituido, a pesar de los golpes de pecho, pidiendo clemencia, a los que acude, cada cierto tiempo, intentando disipar su estela golpista, se enmarca dentro de la estrategia insurreccional que viene desarrollando, por cuenta gotas, pero de manera sostenida, la burguesía parásita local en connivencia con el imperialismo norteño, en contra de la nación y pueblo venezolanos.
Y, en segundo término, el ungido como abanderado opositor por el imperialismo, necesitaba como una especie de bendición papal pública ante la eventual aventura, que a todas luces, planea acometer el sector más reaccionario de la oposición, la amarilla fascista, en el marco de las elecciones municipales del 8 de diciembre: arremeter contra el orden constitucional venezolano sin medir las consecuencias, con tal de sacar del poder, a como de lugar, al gobierno bolivariano y chavista, presidido por Nicolás Maduro.
Como un cruzado moderno, acompañado de Julio Borges y Ramón Guillermo Aveledo, fue a Roma a simular recibir la venia papabili, tal cual, los desaprensivos reyes católicos europeos que durante cerca de 200 años (1095-1270), durante 8 cruzadas, con el móvil aparente de rescatar las tierras donde se aposentaba el Santo Sepulcro, cometieron los más grandes desafueros, para concluir en el mayor de los fracasos. Resultado similar al que le espera a quienes osen atentar contra los intereses de la Patria, intentando colocar la riqueza nacional, nuevamente, al servicio de la voracidad imperialista.
Tejido insurreccional
Como ha sido denunciado, por distintos voceros bolivarianos y analistas políticos en diversos espacios, en torno al 8 de diciembre, se teje toda una urdimbre insurreccional que, apuntalada en la guerra económica y la manipulación mediática, con miras a crear la imagen virtual de colapso total de la vida nacional, tenderá a expresarse si ganan las elecciones- es decir, si la sumatoria de votos opositores es mayor que los votos bolivarianos, aun cuando pierdan en la mayoría de las alcaldías,- asignándole a las mismas un carácter plebiscitario, llamando a la gente a volcarse a las calles a exigir la salida del gobierno bolivariano; algo así como un golpe de estado civil, en el que, por supuesto, el marco constitucional no sería contención de sus apetencias; creándose, de esta manera, una situación en la que no habría que descartar la injerencia militar extranjera a instancias de señoritos como los que fueron a Roma a solicitar la bendición papal.
Y, si pierden las elecciones, recurrirían al socorrido planteamiento del fraude, para lo cual ya tienen abonado el terreno con la campaña sistemática de desprestigio a la que han sometido al CNE. Ya este escenario lo ejercitaron en abril de este año, cuando el 15 de ese mes el susodicho flaco-fiasco Capriles, desconociendo el triunfo de Nicolás Maduro, llamó a sus huestes a drenar su arrechera, con lo cual ocasionó el consabido lamentable saldo de 11 compatriotas asesinados y bienes públicos dañados; responsabilidad, por cierto, que este señorito no ha asumido y que, hasta la fecha, no ha sido encarado por la justicia. Esa declaratoria de fraude, desembocaría, también, en una situación insurreccional, que, a su vez, a solicitud de los mismos patiquincitos conllevaría a la intervención militar extranjera. Como se puede observar, al parecer, al igual que en la antigüedad, todos los caminos que tiene trazada la derecha conducen a Roma.
Ausente del santoral mirandino
Mientras Capriles viaja a Roma, en búsqueda de la misma bendición que, en su momento, recibieron los ejércitos de Hitler y Mussolini, este gobernador ausente desconoce los caminos del santoral mirandino, que al fin y al cabo, es lo que le compete constitucionalmente, pero, como ya ha demostrado en reiteradas oportunidades, la Constitución de 1999, la de la República Bolivariana de Venezuela, le importa un pito, le sabe a carato. Hasta cuándo.
Capriles en estos 10 meses de su segundo gobierno ha viajado varias veces a Miami, a New York, a Bogotá, etc., pero sus tristes huesos no los ha llevado a Santa Lucía, Santa Teresa, San José de Río Chico, San Rafael de Macaira, ni a San Diego ni a San Pedro de Los Altos, ni a ninguno de los otros Santos y Santas de los tantos pueblos sembrados en la diversa, intensa y compleja geografía mirandina. Este santoral no le interesa, sólo cuenta para él para la demagogia y la manipulación electoral.