Haciéndole honor a un principio del arte de la guerra que el Comandante Chávez tenía siempre muy presente: la mejor defensa es el ataque, y que supo emplear, certeramente, en su intensa y exitosa lucha política, doblegando en más de una oportunidad a sus adversarios, el Presidente Nicolás Maduro, como buen discípulo de quien fuese su guía y mentor, ha desplegado, junto con su equipo de gobierno, una envolvente ofensiva para contener la guerra económica que la burguesía parasitaria viene desarrollando, en contubernio con el imperialismo y la derecha internacional, con la expresa finalidad de derrocarlo y dar al traste con la Revolución Bolivariana, es decir, con la esperanza de Patria buena que ella implica para el pueblo venezolano.
Al transcurrir un poco más de una semana desde el momento en que el Presidente Maduro declaró, públicamente, las medidas que iba a emprender se ha hecho más que ostensible las reacciones que tal ofensiva ha producido en la nación en su conjunto, total beneplácito para la gran mayoría del pueblo trabajador e indignación y sorpresa para la burguesía y para quienes le sirven de comparsa.
En esta lucha de clases en la cual está inmersa la sociedad venezolana queda claro que quienes se lucran del trabajo ajeno, que quienes postulan un modelo de país vinculado a los intereses del norte imperial han recibido una contundente derrota no sólo en términos económicos sino sobre todo en el ámbito político-ideológico, lo cual ha de reflejarse en los resultados de las elecciones municipales del cada día más cercano 8 de diciembre, si es que estas logran realizarse a no ser que la aturdida derecha opte por una acción desesperada intentando impedir que se materialice en las mesas de votación la tendencia que ya se siente en el ánimo popular.
Como es conocido, la estrategia trazada en el norte, en base a los Manuales para la desestabilización de gobiernos que no cuadran con los intereses estadounidenses, concebidos por la CIA, y que tan buenos y nefastos resultados le ha deparado en muchos países (remember Chile, Nicaragua, Yugoslavia, etc.), e instrumentada en el país por los lacayos locales, ha venido siendo desplegada desde los inicios del proceso bolivariano, pero arreciada este año a partir de la desaparición física del Comandante Chávez.
Es así como, junto con la guerra mediática aplicada tanto dentro como fuera del país, la psicológica, apuntando a la manipulación de la mente de las personas, la política, socavando y desprestigiando las instituciones, en particular, al CNE y a la figura Presidencial, es decir, desarrollando lo que ahora se conoce coma la guerra de cuarta generación; se fueron a fondo con la guerra económica con la finalidad de acentuar la desesperación en las masas populares, auspiciando la escasez de productos, saboteando la producción, elevando los precios en forma desmedida, generando una inflación inducida, etc., todo ello conducente a caotizar el país, buscando colapsar la vida nacional y, de esta forma, incubar las condiciones para activar los planes insurreccionales dirigidos a derrocar al gobierno bolivariano , sin descartar la intervención militar extranjera si así lo exigieran las circunstancias por ellos creadas.
Derecha desnuda
Con la contundente ofensiva desarrollada por el gobierno bolivariano, activando todas las instituciones del Estado, en especial a la Fuerza Armada Nacional Bolivariana, y apoyándose en el pueblo organizado, se le ha propinado una efectiva derrota a la burguesía parasitaria y a su expresión política, la derecha concentrada en la MUD, con Capriles a la cabeza, que ha quedado descubierta ante el pueblo, como lo que efectivamente es: una marioneta titiritera , que sólo pretende el poder en función de alcanzar beneficios particulares y para poner el país al servicio de los intereses imperiales.
La burguesía parasitaria ha quedado al desnudo, su loco afán de usura, está estrechamente vinculado al propósito político de derrocar al gobierno nacional. Para nuestro pueblo tal conexión ha quedado suficientemente despejada, por ello sostenemos que en este capítulo de la larga lucha que le corresponde librar al pueblo venezolano por su liberación nacional y social, la derrota que ha recibido la burguesía y el imperialismo más que de naturaleza económica, que por supuesto les duele porque les golpea al bolsillo, ha sido de carácter político-ideológico porque, nunca como ahora, ha quedado evidenciado la relación burguesía-derecha, ninguna expresión de la derecha política ha salido a condenar las prácticas usurarias, desmedidas, criminales, ladronas de las que ha hecho uso la burguesía parasitaria para apropiarse, y expropiar y saquear, los recursos de la nación y del pueblo. Los intereses de clase de la burguesía y de la derecha opositora han quedado claramente descubiertos. He allí el gran triunfo del Presidente Maduro, del gobierno bolivariano y del pueblo venezolano, que habrá que profundizar con la aplicación efectiva de la Ley Habilitante. Pero nada de dormirse en los laureles, esta burguesía herida va a reaccionar y, en su desespero, es capaz de cometer cualquier locura. Alerta máxima es la actitud correcta.
El cinismo del flaco
En su viaje al Vaticano, el flaco-fiasco Capriles ha hecho gala de su máxima capacidad de cinismo, pues fue a proponerle al Papa Francisco que se convirtiera en portavoz de una política de diálogo, cuando él, aquí, ha sido el portaestandarte del odio y la irracionalidad, que se expresa en la falta de gallardía para reconocer la legitimidad de la Presidencia de Nicolás Maduro, base para regenerar la relaciones políticas del país; en esas condiciones de cuál diálogo habla este caballero