Los resultados del 8D, además de representar, un resonante triunfo para las
Fuerzas Chavistas, expresado tanto en la cantidad de alcaldías y concejos municipales que quedan bajo su orientación (255 de los 337), así como en la sumatoria de votos obtenidos a nivel nacional reflejada en un 55% de los sufragios emitidos, implican un evidente reforzamiento en el escenario político nacional, hecho que facilitará la profundización del proceso transformador de la sociedad venezolana que se viene impulsando desde hace 14 años.
En contrapartida, en esa misma medida, estos resultados significan una estruendosa derrota para las Fuerzas de la Derecha, las cuales se encuentran ante una clara derrota electoral, política e ideológica de la que, a todas luces, derivarán consecuencias de alto calado que han de repercutir, en lo inmediato, no sólo en su configuración interna sino también en su desenvolvimiento político.
¿Quién asumirá el fracaso?
En efecto, pasados los días de asueto decembrino y los efluvios etílicos, los dirigentes de la MUD procederán a reunirse para hacer el respectivo balance de la reciente contienda electoral. Y ya en la intimidad de ese encuentro, desechando la primera intención de pretender convertir, por la vía mediática, la derrota en victoria, descenderán a la cruda realidad de los guarismos numéricos, esos que no mienten, determinando, ineludiblemente, las responsabilidades del fracaso.
Habrá quienes sostengan, en las primeras de cambio, que todos son corresponsables y, en consecuencia, no hay a quien culpar y todo debe continuar tal cual como hasta ahora ha venido siendo. Otros intentarán exigir explicaciones acerca de la errática conducción política de pretender darle a la contienda electoral municipal un carácter plebiscitario. Y otros que no se sienten para nada responsables de esa conducción, y menos de la intención desestabilizadora que esta llevaba implícita, optarán por comenzar a plantearse la necesidad de sacudirse de un conglomerado opositor cuyo afán golpista no le permite hacer una efectiva oposición política. Los más radicales en su posición derechista y subversiva, argüirán, más bien, que lo que hizo falta fue imprimirle más empeño radical a la acción desestabilizadora desarrollada, reclamando, en consecuencia, la sustitución del liderazgo opositor. Se estará, ni más ni menos, en presencia de un fehaciente saco de gatos.
Desatinado análisis
Ha sido la presión de los círculos oligárquicos e imperiales, por los recursos financieros y mediáticos que de allí emanan, junto con el afán de enfrentar la opción socialista que representa el chavismo, lo que hasta ahora ha hecho posible la amalgama opositora, en la que confluyen factores de diversos pelajes, de orígenes y trayectorias diferentes y muchas veces hasta contrapuestas, sin proyecto de país, que calcularon que con la ausencia del Comandante Chávez, el chavismo era un movimiento endeble sin posibilidad de perdurabilidad en el tiempo y, por tanto, estaban dadas las condiciones, al fin, para sacarlo del poder; y con ello lograr el ansiado retorno restaurador de los privilegios de las élites que usufructuaron, por décadas, las riquezas nacionales. Mal cálculo y desatinado análisis.
Para quienes pueden hacer una lectura objetiva y menos interesada de la realidad política nacional podrán apreciar que el chavismo es un movimiento que está sembrado hondamente en el pueblo venezolano, que la labor desarrollada por Chávez logró despertarle la conciencia crítica develándole la maraña manipuladora en la que estuvo envuelto tantos años y que el Proyecto Nacional Simón Bolívar que le dejó como legado es una carta de navegación que le marca el rumbo para muchas décadas por venir y que Nicolás Maduro no fue una designación improvisada al boleo, sino que fue una hechura laboriosamente concebida para darle continuidad a la obra de construcción de una Patria digna y soberana.
Réquiem para la MUD
La oposición en su manía de subestimar a Chávez también subestimó a Nicolás y, en vez de saber aprovechar la fuerza acumulada para el 14 de abril pasado, desarrollando una certera política de acumulación de fuerzas, se fueron por el barranco de la desestabilización, desestimando las opiniones de las voces que alertaron del craso error que estaban cometiendo; a enfrentar, pues, su tempestad interna.
A nuestro juicio, la MUD va a implosionar tal cual como le ocurrió a la llamada Coordinadora Democrática en su oportunidad, cuando la oposición, azuzada, como siempre, por el imperio creyó creada las condiciones para derrocar al Comandante Chávez, falsa apreciación que le costó varios años para recuperarse. Ahora ya se asoma la tirantez en su interior, por un lado, los radicales con abierta vocación fascista como López y la Machado le reclaman a Capriles la inconsistencia de su liderazgo al no llevar hasta las últimas consecuencias la impugnación de los resultados del 14 de abril, es decir, persisten en el error que los llevó al fracaso el 8 de diciembre; por su parte, el Flaco Capriles, el gran perdedor, pretende persistir en jefaturar un movimiento para lo cual no tiene condiciones, elegido en su momento por el imperio, ahora, llevando a cuestas cuatro derrotas, pasa a ser una carta desechable. Ledezma, a su vez, considera llegado el momento de asumir el liderazgo apoyándose en los residuos históricos cuartorrepublicanos; y otros sectores dispersos comienzan a considerar que ya es hora de despegarse de una coyunda que no les permite pensar ni actuar con cabeza propia. Todo un cuadro dramático que se va a escenificar, ante el país, en los primeros meses de este año. Se busca compositor para el réquiem de la difunta MUD.