Se experimenta una etapa de apremio y elevación de las contradicciones. Una indisolublemente asociada a la otra. Las contradicciones son múltiples. Por una parte, las menos discutidas son las surgidas en el seno del propio proyecto bolivariano. Una primera contradicción, es en torno a la amalgama de los liderazgos civiles y militares. La designación de Maduro como sucesor, abrió una discusión velada, oculta, clandestina en lo interno del chavismo. Un sector militar, cree que la naturaleza civil de Maduro le impide actuar con la fuerza y la firmeza que piensan necesaria.
Parte de ese sector militar, no todo, asumió solo en apariencia el discurso de relaciones civiles-militares que el propio Chávez impulsó. Otra parte, aunque se dice respetuoso de ese legado, en la práctica lo pone en duda y se moviliza, boicoteando los esfuerzos o excediéndose en sus acciones como fuerza de orden.
Una segunda contradicción, es la surgida entre sectores de la mal llamada boliburguesía, que yo prefiero identificar como derecha endógena; enfrentada a su vez con dos sectores distintos en el chavismo: uno los reformistas, que no quieren avanzar en el proyecto bolivariano y el otro, los radicales revolucionarios, que entienden la urgencia de superar las contradicciones de la existencia de las prácticas y lógicas del capital.
Las contradicciones en el campo opositor, no son menos graves.
Sin duda existe una agenda ciudadana, que con toda razón se queja de las situaciones de carencia y las dificultades derivadas de los errores y el accionar del sector reformista del chavismo, que parece imponerse. este campo, se organiza, se moviliza, efectúa diagnóstico y propone alternativas, pero en la práctica se ven solapados, desplazados por quienes llevan una agenda violenta que se mueve en dos focos.
Uno, representado por Capriles que oscila entre la agresividad y la cordura y otro, con las figuras claves de Diego Arria, María Corina y Leopoldo López. Ambos igual de peligrosos, solo que juegan papeles distintos para "engañar" a los sectores civiles que no tienen agendas ocultas.
En resumidas cuentas, este sector de la oposición que cree en la necesidad de una respuesta alternativa, se ve encerrada por los dos radicalismos: el de oposición y el militarista de derecha endógena del chavismo.
La izquierda radical y revolucionaria, enmarcada en el PSUV y el POLO Patriótico (PCV dixit) también se ven entrampados y desplazados.
La radicalidad y la incoherencia parece imponerse y arrojan presión sobre la capacidad de actuación de Maduro, volviendo muy peligroso el momento.
Quisiera equivocarme, pero todo me indica que los intereses foráneos actúan simultáneamente en dos direcciones para frenar la consolidación del proyecto bolivariano. Por una parte, los inefables intereses estratégicos de los EEUU y por la otra, sectores ortodoxos de la izquierda mundial.
Estamos ante el riesgo que estas presiones disocien las posibilidades tanto de avance del esfuerzo revolucionario del proyecto bolivariano, que debe ser relanzado y repensado ante la coyuntura actual y puedan conducirnos a una revancha de la derecha histórica, tradicionalmente ligada al control de las formas de producción y a la economía-mundo capitalista.
Hay errores que se están cometiendo, que no hacen sino reforzar las lógicas del capital en la economía rentística venezolana. Uno de ellos, es la posibilidad de aumentar la gasolina que ya ha sido anunciada. Hacerlo en este momento, es como dijo Chávez en algún instante: ponerle gasolina a la mecha lenta de conflictividad que ya está encendida.
El otro error, es en mi criterio - y espero estar equivocado- el SICAD II. Su implementación no es más que una forma de seguir permitiendo que esa derecha endógena continué haciendo negocios con dólares subsidiados y que se le sume, la derecha histórica que critica este gobierno, pero está como loca por entrar en ese juego económico.
Todo ello causa apremio, es un caldo de cultivo para la violencia de derecha y la violencia del sector más conservador de los militares, que exigen castigos fuertes contra la ocupación de la calle.
El movimiento popular, que se ha organizado en todos estos años debe entender que ante las acciones de un sector decididamente fascista - por su odio de clase y por sus intereses liberales- deben actuar. Los movimientos sociales que defienden al chavismo y critican y denuncian la inacción de la derecha endógena, así como los movimientos populares de oposición que están ajenos a la agenda conspirativa de esa derecha histórica.
Fidel Castro lo expresó muy bien una vez: no hay 4 millones de escuálidos. Tampoco puede haber 7 millones de fascistas. Y eso debe ser discutido por quienes, defendiendo las posturas que defendemos no nos ubicamos en los extremos más violentos.
Ojalá logremos imponernos con argumentos, creo somos más.
*Historiador/politólogo