Haciendo uso del oxímoron, figura literaria del contradictio in terminis, me permito dar mis modestas opiniones sobre la actual situación de las protestas que intentan crear la desestabilización generalizada y la intención de los actores gubernamentales en procura de la paz, la tranquilidad y el bienestar ciudadano.
Sin duda alguna que cuando el fanatismo se posesiona de una mente es muy difícil lograr que ésta reaccione sensatamente mediante el uso correcto de la argumentación, el razonamiento y la lógica. El fanatismo obnubila, ciega, confunde y oscurece las capacidades de actuación y la toma de decisiones correctas en los momentos complejos. El fanático actúa con tenacidad y pasión desmedidas en la defensa de sus dogmas o creencias, al punto del sacrificio si ve que una opinión o propósito contrario pueda desplazarlo de su convicción, perspectiva o punto de vista.
El fanatismo suele anidar principalmente y con mayor enraizamiento en el joven, quien por su inexperiencia y fogosidad vital trata siempre de imponer lo propio y generalmente ante la rivalidad se torna iracundo o colérico. En cada joven existe la suficiente energía para intentar dirigir el grupo con quien actúa, es decir, querer ser el líder alfa, desear sobresalir, distinguirse, prevalecer, en fin, si es caballero sentirse como el Toro Padrote del potrero o el Gallo más imponente del corral, y si es dama, pretender ser la más hermosa flor del rosal o la gema más brillante de la pedrería. Hasta aquí describimos sencillamente la naturaleza de la conducta humana y suponemos que los oyentes o lectores pueden contextualizar claramente las razones del porqué en las protestas callejeras violentas predominan cuantiosamente los jóvenes, incluso adolescentes, mientras los más viejos son escasos y generalmente son personas frustradas por no haber logrado nunca sus aspiraciones o por haber sido excluidos de los grupos producto de sus malsanas intenciones, esos son los que instigan, coordinan, mandatan y financian las actuaciones de los primeros, eso sí salvaguardándose por supuesto de estar siempre en la cómoda retaguardia lejos de la primera línea de combate y el peligro.
Por otra parte la mayoría de los conglomerados sociales anda sumergida en procura de cumplir sus responsabilidades laborales para resolver sus necesidades y aspiraciones, mientras que aquellos quienes no tienen un trabajo y sus necesidades son imperiosas trajinan en su búsqueda como objetivo inmediato, por eso ocupan la mayor parte de sus preocupaciones e inquietudes del pensamiento, en el logro de un empleo, por tanto, poco les importa las contradicciones y dogmas de los fanáticos, obviamente menos le atraen la lucha violenta que coarta la búsqueda y posibilidad de gestionar, así como también limita el acceso a bienes y servicios indispensables, encareciéndolos y dificultando mucho más la existencia.
El esfuerzo entonces que actualmente se intenta por el diálogo como instrumento para la concertación de soluciones en medio de la problemática política-social y económica de nuestro país, no puede ser un diálogo entre fanáticos y frustrados con sensatos y triunfantes, pues el resultado será una larga discusión, tediosa argumentación y ningún acuerdo efectivo, es decir, un diálogo absolutamente mudo en su conclusión. Para dialogar en medio de contradicciones evidentes hay que disponerse a ceder y otorgar en partes, tanto como a avanzar y obtener en otras. Asumir el dialogo para resolver es efectivo si se hace con sinceridad y convencido que no se entregan en su totalidad las posiciones pero si se acuerda la coexistencia pacífica que permite la disensión, la discrepancia y la diversidad en el espacio de uso común, es decir, en este caso, nuestra sociedad.
Las realidades evidentes de hoy día en Venezuela nos grita silentemente que las grandes mayorías, aunque padecemos de las carencias o escases de algunos alimentos, bienes y servicios de necesidad y uso cotidiano, así como nos agobia la inseguridad ciudadana por culpa de los hampones que se han tomado las ciudades impunemente, muy a pesar de todo ello, no estamos de acuerdo ni compartimos la violencia, la destrucción y el crimen como medios de lucha para superar las dificultades nacionales.
Nuestro país tiene gigantescos recursos materiales naturales y suficientes talentos humanos con los cuales se puede actuar para revertir los problemas y solucionar las carencias pero lamentablemente desde los sectores que se oponen al gobierno, legítimamente electo, son los fanáticos violentos quienes llevan la voz cantante, mientras que desde nuestro gobierno desgraciadamente se ha colocado en algunos puestos decisorios a varios “zapateros” regentando instituciones… ¿Qué carrizo va hacer un abogado en una alfarería o un carpintero litigando en juicio? Sin duda son cosas por reconocer, admitir los errores y corregirlos, pues las grandes mayorías quieren que se acabe la desgraciada burocracia y se resuelvan los problemas. Es por ello que la multitud que es mayoría y no está fanatizada se mantiene sin salir a las calles porque no comparte la violencia y en medio de su silencio atronador se oye el grito inmenso por la paz.
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