Así, de un sopetón, han transcurrido doce años de aquel abril del 2002 que junto al pueblo, valiente y atrevido, nos devolvió a Chávez. Sepa el mundo que todo este tiempo no ha sido pelar mandarinas ni nada parecido. El flujo de dólares, convertidos en bolívares, no cesa. Día tras día, estos intranquilos doce años nos han deparado lamentables sucesos tras sucesos que combinan la desestabilización, devenida en tragedia y excesivo sinsabor, con el éxito indudable de iniciativas sociales que forman parte del elogio y reconocimiento internacional.
Estos doce años se llevaron lo más querido y amado de nuestro pueblo, como sigue siendo el Comandante Chávez. Ya nadie dice lo contrario. Líder de líderes, del siglo XX y XXI, para orgullo de la Venezuela irredenta. Otrora excluida de participación y beneficios de todo tipo que ahora se levanta y vence día a día sombras y traiciones de toda calaña.
Doce años después, nos viene a la memoria aquel perdón de Chávez y su plegaria por la paz y la unión de los venezolanos, luego de superar el secuestro, el crimen. Sin olvidar que las calles de toda Venezuela se convirtieron en trincheras de combate y manifiesta reivindicación de lealtad popular con quien comenzaba a labrar la Venezuela Bolivariana, como fundamento del proyecto que reivindicaba lo más puro de nuestras raíces libertarias.
Doce años después, es el Presidente Maduro quien sigue levantando las banderas de un diálogo y un entendimiento con una oposición que no se entiende ni se encuentra entre ella misma. Una oposición que no se asume como tal porque sencillamente no encuentra comodidad en el marco de la participación constitucional. Que no se atreve a ser genuina porque pudiera significar un atrevimiento costoso y de riesgo ante quienes la tutelan.
Como quiera que el entendimiento, la mano extendida y la puerta abierta siguen siendo esquivas, ignoradas y hasta descalificadas, es al pueblo a quien corresponde en definitiva y por sus mismas consecuencias propiciar, por sus medios, el sosiego y el ambiente necesario para seguir profundizando la Revolución Bolivariana como instrumento de comprobada liberación individual y colectiva para toda nuestra América.
Diálogo y lucha diaria, claro, para enfrentar la victimización que pretenden. Confrontación para que vuelvan al carril democrático y evitar a toda costa los riesgos de prácticas fascistas que aparecen en su accionar. Confrontación y discusión, también, para enfrentar la planificada satanización de los colectivos como agrupaciones para el trabajo social, político, cultural, deportivo, etc.
Este abril del 2014, como aquel del 2002, sigue teniendo el espíritu combativo del pueblo Bolivariano que en buen momento entendió, asimiló e hizo suyo el pensamiento y la acción del Comandante Eterno. Aquel abril, como éste significa seguir en el combate diario con su llamado de Unidad, lucha, batalla y victoria, como honra y eterna lealtad a su entrega por el futuro de la patria.