Algunas Marías son transgresoras e inoportunas

Como de Marías se trata. Nos referiremos a plenitud a sólo dos en que ninguna de ellas es virgen, para tenerlas de imágenes virtuosas, aunque ambas son bien definidas y, bien dadas a traicionar la Patria como lo son, María Corina y, María Conchita.

La primera de apellido, Machado y la otra es Alonso, una cubana enchufada venezolana que nos odia con más o igual intensidad que la otra con un placer infinito ambas como inaudito que, rebosan marejadas de putrefacción, aunque la primera está revestida de oligarca astuta que encaja sin mucha parsimonia en lo ruin de su desvergüenza que no oculta decentemente, ni su desprecio por los pobres que, ya no encuentra en el mundo a dónde más ir a quejarse con latidos oprobiosos en contra de ellos que, como comunistas los ha bautizado a su desdén y, al gobierno de tiránico, sacudiéndolo en su sentir de un terror que a ella le encanta disfrazarlo con gracia figurada.

En cambio, María Conchita, tampoco traga callada y se pinta de imaginaria como artista selecta del elenco USAmérica de embarque brutal que le vende su alma al diablo con tal que la filmen desnuda, como si fuera la Venus de Milo, atragantada de sueños morbosos como una Afrodita más que le empujen una buena oferta de dólares que la mantenga en la solidez de una entrega oportuna y, sin nuestro consentimiento ni aprobación se suelta los moños del deseo escatimoso de poner a la orden de los yanquis nuestro país a ver si lo invaden con entrega inmediata sin derecho a pataleo y, se quedan con el saco y los cangrejos de prostituir nuestro patrimonio patrio de pueblo de integridad territorial libres que, ella sin piedad nos quiere como propiedad privada del imperio y, más que somos como ella cree, unos, desgraciados comunistas invadidos de cubanos, para darle más afecto argumental a su película del lejano Oeste de su tertulia infantil.

Ambas tienen una angustiada predicción de entregarnos a su amo imperial en la bandeja que ellos quieran y, cuando quieran que más tarde es peor, por lo que precisan lo inmediato que como dos oportunas reptiles se desplazan reptando en su andar en que se les antoje ponernos a su beneplácito a ver si acaban con la amenaza que significa Venezuela para su mundo que ellas suelen deslatrar y, si María Corina, se le arrodilló a George Bush en un concilio de ternura precisa pues, María Conchita, no sólo se le arrodillaría a Obama, sino que le besaría el trasero de sus ojos sí con ello lograra convencerlo que llegó la hora de darle un parado intervencionista al presidente Maduro que, restablezca de una vez su pesar de pensar que la soberanía de Venezuela no vale mientras ellos no estén en el poder.

María Corina, no tiene paranza vive viajando en un avión y, donde llega siembra tempestades en contra del país que no es su país, ya que ella como escuálida es apátrida de nacimiento y, nadie le quitará ni le puede quitar el legado de anclaje institucional de ser una diputada (que ya no lo es) hasta que dios quiera que, no hay ley ni Constitución que la pueda dejar a la intemperie de su potestad y, mucho menos un diputado como Diosdado Cabello, igual que ella que, por estar en el poder legislativo como presidente le quiera arrebatar un atributo que alcanzó a través del pueblo que sólo él la puede quitar y, no acepta ni aceptará ninguna intromisión en su caso que la despoje definitivamente de su cargo, ya que eso es atentar contra sus derechos humanos como inmanente de su destino de líder que la mantiene en una preocupación constante y, más ahora que quiere ser presidenta a como sea con tal que sea con el sudor del visto bueno de los gringos.

Particularmente, María Conchita, se esmera en pintorrearse en el trampolín de su desfachatez y latidos precisos de su angustia, afrenta nuestro país cuando sale a solicitarle a los gobernantes de EEUU que nos intervengan militarmente y con un maquillaje de felicidad que la afea más de lo que tiene el rostro de su vejez, envejecida prematuramente de empecinamiento insólito y sin consideración de paz alguna quiere, morir de alegría viendo asesinar a los venezolanos contar que ella y su hermano vivan en un Daktari de consuelo inhumano a su gusto y, así producir la gran película de su vida con tal de salir de los chavistas, de sus odiados chavistas.

Ambas, María Corina como María Conchita, se han tomado la libertad de pintarnos en el mundo con el pincel de su maldad bien reforzado de mentiras y, aunque nadie les ha dado ni les ha pedido bajo ningún concepto su auxilio de defensoras a ultranzas de nuestro presente y futuro, no se cansan de salir en público a exhortar a gobernantes extranjeros que se presten como injerencistas a acabar con nuestra revolución y se valen de actos que sólo su imaginación produce en un juego maquiavélico de interéses sin importarle de manera alguna el daño que nos hacen a nivel mundial que, mientras una chilla, la otra llora y, así juegan el mismo juego humillante del golpe bajo y duro.



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Esteban Rojas


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