Desde un comienzo el diálogo nacional fue utilizado por factores de la oposición como un mecanismo de chantaje. Se pretendió convertirlo en la acción complementaria de una estrategia desestabilizadora que contempla violencia (guarimbas en todos sus matices), asesinatos selectivos, parálisis del aparato productivo hasta provocar escasez y especulación para inducir una galopante inflación, campaña mediática dirigida a desvirtuar la realidad venezolana combinados con una estruendosa presión internacional que convoca a la injerencia de fuerzas extranjeras.
Recordemos que el primer encuentro fue interpretado como un escarceo donde los principales dirigentes de la oposición dieron rienda suelta a su necesidad de figuración y aprovecharon la “cadena nacional de radio y televisión” para exhibir sus mejores cualidades para mentir y desvirtuar la realidad. Reclamaron impunidad con la pretendida ley de amnistía para liberar de culpa a quienes asesinaron a venezolanos, quemaron universidades y crearon zozobra en el país con el cierre prolongado de calles y avenidas. Descalificaron la alianza cívico-militar y terminaron advirtiendo que “esto cambia o revienta” según CAPriles o la magnánima retórica de Henry Falcón que sentenció: “dialogamos o nos matamos”. Allí quedó claro que para la oposición el diálogo constituye un mecanismo de chantaje político.
Aunque no podemos negar las inmensas expectativas que ha creado en la sociedad venezolana el diálogo nacional convocado por el Presidente Nicolás Maduro, tampoco podemos negar que sus resultados hasta ahora han sido nulos. No se han debatido los grandes temas del país, ni se han presentado aportes para el diseño de políticas públicas dirigidas a resolver los problemas más urgentes de la población.
La “oposición dialogante” nunca se ha desprendido de su relación y responsabilidad con la violencia que engendran las guarimbas y ha provocado la muerte de 43 venezolanos. La “oposición dialogante” mantiene una relación directa (financiera y política) con la ultra derecha norteamericana que actúa desde el senado de los EEUU para impulsar sanciones económicas contra Venezuela. Al extremo, que Roberta Jacobson (Jefa de la Oficina de Asuntos del Hemisferio Occidental del Departamento de Estado de EEUU) declaró que su gobierno no había aplicado sanciones a Venezuela porque la oposición le había solicitado que postergaran esas acciones hasta ver los resultados del diálogo nacional. Esa declaración, que posteriormente se adjudicó a una confusión de la alta funcionaria, sirvió para ratificar que para la oposición el diálogo es un mecanismo de chantaje político.
Hoy, la oposición que dialoga y apoya el plan desestabilizador, anunció públicamente que no asistirán a la Mesa de Diálogo porque el gobierno no atiende sus exigencias de declarar la amnistía para liberar de culpa a los responsables de la violencia y asesinato de 43 venezolanos. Exigen decisiones y amenazan con más violencia. Quieren acuerdos para revertir políticas económicas y abrir paso a la apropiación de la renta petrolera. Quieren más dólares. Quieren acuerdos para congelar las políticas sociales y desmovilizar el movimiento popular. Quieren imponer su chantaje político.
La postura de los representantes de la MUD no significa el fracaso del diálogo nacional, puede ser el fin del chantaje. El diálogo con diferentes sectores de la sociedad venezolana debe continuar con más fuerza e intensidad para debatir sobre nuestra realidad y la búsqueda de soluciones. Debemos profundizar los planteamientos esenciales de la Conferencia Nacional por la Paz y avanzar en una ofensiva contra la especulación y el acaparamiento construyendo alianzas estratégicas con sectores productivos.
Debemos reconocer el esfuerzo y aporte de UNASUR y al mismo tiempo reafirmar que la estabilidad política, económica y social del país no depende del diálogo con factores de la oposición que perviven en la MUD porque sabemos que su objetivo estratégico es destruir la Revolución Bolivariana para restaurar el agotado modelo neoliberal y para nosotros lo más importante es profundizar el proceso de cambios políticos y transformación social que nos permita avanzar en la transición hacia una sociedad socialista en el marco de Democracia Participativa y Protagónica.
El verdadero diálogo exige el compromiso de defender la Soberanía Nacional, rechazar cualquier plan desestabilizador y desechar los atajos antidemocráticos como mecanismos para acceder a instancias de poder…esas exigencias nunca las podrá cumplir una oposición que tiene el alma hipotecada a intereses transnacionales… el diálogo es en la calle, con los sectores populares para darle un impulso protagónico al Poder Popular…
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