Los bandazos de la pobre derecha venezolana

Derecha pobre, sí, pero no de infortunio, más bien de visión y de capacidad para entender e interpretar la realidad socio-política surgida en el país con la irrupción de Hugo Chávez en el escenario nacional.

La fuerza telúrica que se manifestó con Chávez fue tan contundente que la capacidad de reacción de la derecha opositora quedó anulada; avezados políticos, intelectuales orgánicos, doctos consagrados, sesudos analistas, columnistas tarifados, pronosticadores de oficio, en fin, cabezas e’ ñema de todo pelaje, durante más de tres lustros no han hecho más que equivocarse, dar traspiés y saltos al vacío, describiendo toda una estela de fracasos que, para bien del país, tiende a prolongarse en el tiempo.

Para corroborar esta apreciación no luce necesario remitirse al intenso proceso político que hemos vivido como comunidad nacional en estos últimos años. Basta con afinar la observación sobre la conducta política asumida  por la derecha local venezolana, en lo que va de año, para establecer y confirmar los tumbos y bandazos de las parcialidades políticas ubicadas en el campo opositor a la revolución bolivariana.

López desbocado

L a oposición no terminaba de asimilar y reponerse de la derrota sufrida en las elecciones municipales de diciembre de 2013, cuando emerge Leopoldo López, desbocado, con su cenáculo de comparsa integrado por María Machado, Antonio Ledezma, y sus respectivas agrupaciones partidistas (Voluntad Popular, Vente, Alianza Bravo Pueblo), además de los renegados de Bandera Roja, planteando, el 23 de enero, nada más ni nada menos, la exigencia de la Salida de Nicolás Maduro de la Presidencia de la República, porque según criterio particular de estos iluminados, el pueblo y el país no aguantaban más el caos al que estaban sometidos como consecuencia de la dictadura ejercida por el Presidente Constitucional Bolivariano, elegido por el pueblo.

Tan desatinada demanda, enmarcada dentro de un plan golpista que comprendía también guerra económica, acciones magnicidas, sabotajes de servicios públicos, la consabida manipulación mediática  con orquestación internacional, fue camuflageada, al principio, con una protesta estudiantil, y luego, enarbolada abiertamente y sin tapujos, sostenida con acciones violentas de manifestaciones estudiantiles y guarimbas y empleo de francotiradores, en calles y avenidas de algunos pocos municipios del país con población mayoritariamente de clase media.

Por supuesto, una (in)política de esta naturaleza, de abierto corte insurreccional, tuvo una repuesta magistral de parte del gobierno y de la dirección política bolivariana que condujo al aislamiento de los insurrectos, así como el rechazo mayoritario del pueblo a las prácticas fascistas, incluso de la propia base social opositora que se sintió violentada en el desenvolvimiento de su cotidianidad.

El resultado de esta disparatada política fue de 43 personas fallecidas, centenares de heridos y lesionados, daños a bienes materiales y psicológicos a la población; López y dos ex alcaldes, presos y sometidos a juicio; María Machado, perdió su investidura parlamentaria por prestarse a ser representante diplomática de un gobierno hostil al país; varios conspicuos voceros de la ultraderecha ( Salas Romer, Gustavo Tarre,etc) con requisitoria judicial;  más de mil desaforados sometidos a régimen de presentación; y cerca de doscientos detenidos, entre ellos, algunos extranjeros y paramilitares, también, esperando juicio.

Capriles ambiguo y oportunista

Mientras la ultraderecha radical y fascista desplegaba esa política criminal e insurreccional, el resto de la oposición agrupada en la llamada MUD, con Capriles a la cabeza, mantenía una postura ambigua, vacilante y oportunista. En ningún momento salió a desmarcarse y a condenar la acción golpista y guarimbera, por el contrario, sostuvo una conducta rayana en la complicidad, reclamando un supuesto derecho de los estudiantes a protestar , cuando era ostensible el carácter no pacífico, violento y anticonstitucional de tales manifestaciones, con las que se pretendía rodear y acosar edificios públicos y espacios emblemáticos del poder político del país, siguiendo el esquema que dictan los Manuales conspirativos puestos en práctica por las agencias de inteligencia imperialistas en otras latitudes, que han conducido al derrocamiento de gobiernos o, peor, al desenlace de guerras civiles.

Capriles, en su condición de excandidato presidencial y líder opositor, le correspondía asumir una posición clara y precisa, orientadora de las masas opositoras que se debatían en una indefinición expectante, rechazando el guarimbeo pero sin atreverse a enfrentarlo abiertamente. Pero el supuesto líder opositor no tuvo el talante de erigirse en conductor de sus huestes desorientadas.

Es ahora, recientemente, ante el evidente fracaso de la arremetida golpista, cuando el disminuido liderazgo opositor sale a condenar y reprobar las acciones de sus ultras radicales; cuando todas las encuestas reflejan el amplio rechazo colectivo (más del 80% de la población) a las prácticas violentas de las protestas que juegan al caos y a la incertidumbre. Mayor oportunismo imposible.

Nueva arremetida ultra radical

Pero no ha terminado de zanjarse la situación en el seno de la oposición, cuando, otra vez, el grupo ultra radical intenta imponerle una política al resto de la oposición. Ahora, López, encanado, y la Machado, defenestrada, están planteando la convocatoria de una Asamblea Constituyente, que conlleve a adelantar las elecciones presidenciales contempladas para el 2019, dentro de la idea de salir de Nicolás Maduro a como dé lugar. Otro bandazo más y otro fracaso en ciernes. La pobreza teórico-político de la oposición se acentúa, tan es así que algunos de sus especímenes ya han planteado la ambivalencia de atender el llamado constituyente pero, al mismo tiempo, apuntarse para las elecciones parlamentarias del 2015. Mientras sigan así el Proyecto chavista continúa viento en popa.

 



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Miguel Ugas

Miembro de la coordinación nacional del MoMAC

 miguelugas@gmail.com

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