Leones de Caracas es melena, garra y tradición, un equipo con pueblo y tronío comprado en calculada hora por Cisneros. Ya Venevisión, durante el round robin, nos había impuesto como “comentarista” nada menos que al inefable embajador gringo. Fue una bola baja pero todavía faltaban otras jugadas sucias. Una vez que la novena conquistó el título de campeón, sus dueños decidieron hacerle un homenaje. Montaron una caravana que concluiría, ¿saben dónde? ¡En la Plaza Altamira ! Sin vaselina y sin vergüenza. Fue otro fouls político del Grupo Cisneros.
Los caraquistas chavistas, que son mayoría, esos que bajaron de los cerros la noche de la victoria, se sintieron burlados y estafados. Los dueños del club lograron lo impensable: dividir a una fanaticada que, más allá de las diferencias políticas, permaneció unida en torno a su equipo durante toda la temporada. Fue una jugada estúpida y una oportunidad perdida de llegar a los barrios y a los sectores populares en el lomo del león victorioso.
La oposición antichavista es bruta en todos los terrenos. De haber sido un pelo inteligentes, los promotores del homenaje montan el show en plaza Catia y Plaza Francia al mismo tiempo, y de ambos lugares, parten para el estadio universitario, la casa del club. Pero el sectarismo embota la mente y se regodea en la idiotez. El Grupo Cisneros la tenía de bombita e hizo lo más difícil: abanicó la bola. La maniobra fue burda en su objetivo de llevar nariceados a la plaza de la conspiración y el crimen a los chavista melenudos. De allí que el reto mayor que tienen por delante los Leones del Caracas es derrotar a sus propios dueños. No deben olvidar que el deporte es uno de los más formidables instrumentos de manipulación y, aunque esta vez Cisneros fue demasiado torpe, evidente y aparatoso, ya aprenderá la sutileza del toque de bola. La fanaticada caraquista debe estar moscas para reventarlo en primera y dejarlo out.