El periodista Pedro Cuartilla, luego de comerse una empanada de cazón, en el mercado de Conejeros, salió apurado hacia un lugar donde lo había citado un joven, quien deseaba confesarle algunas cosas.
Una vez llegado al lugar y contactar a la persona buscada, luego de los saludos de rigor, el periodista, sacó su libreta y lápiz, y empezó su trabajo.
- ¿Qué hay por ahí? ¿Qué tienes que decir?
- Bueno, amigo, sucede que por ahí hay gente que me contactó para cometer actos terroríficos, con los cuales yo estaba de acuerdo; pero, desgraciadamente el gobierno los pilló y ahora hay unos panas presos por eso; de los que le gustan las cosas violentas como a mí.
- ¿Puedes hacer más explícito?
- Mira pana, te digo que a mí me gusta la violencia, ves, y esta gente que le digo que habló conmigo también, y de paso hay billetes para eso y del bueno, del que usted no se imagina, para cometer toda clase de hechos, de esos que me gustan a mí, a mis panas y a cierta gente, con el fin de alborotar esto y tumbar el gobierno.
- ¿Cuáles son esos actos para tumbar el gobierno?
- Bueno, quemar escuelas, decapitar personas, incendiar discotecas, disparar donde haya aglomeraciones y matar dirigentes políticos; y eso crea zozobra, y el gobierno tiene que caer; bueno eso es lo que a mí me habían planteado.
- ¿Y a tí no te duele que mueran personas inocentes y sobre todo si son niños y jóvenes?
- ¡Ay periodista! Yo sé que tú no entiendes, pero te digo que aparte de que a uno le gusta eso, hay bastante billetes, y por el billuyo, hasta los morrocoyes cantan.
Pedro Cuartilla al oír esto, se despidió del joven y se fue reflexionando: “Dios mío, como puede un muchacho prestarse para eso, pero más grave aún es que hay quien lo financia y de paso aún hay personas que guardan silencio al respecto y apoyan esta clase de actitudes que traen tan nefastas consecuencias”.