De entrada, no pretendemos ofender a nadie; sólo intentamos recoger y describir en gruesas líneas sus especialísimas cualidades de gente maluca e insolidaria con el resto de sus amigos, conocidos y hasta familiares y compañeros de trabajo(hasta sus familiares se los lleva en los cachos), no obstante ser a la vez gente muy trabajadora, aunque proletarios y proletarias desviados y desviadas hacia la derecha, al punto de preferir un buen empate de corrupción que un buen funcionario honesto y solidario con los usuarios de los servicios públicos de los que tanto necesitamos todos y todas.
Mucho menos nos mueve molestar a quienes se han venido caracterizando por su escasez de sindéresis, por su mezquindad humana. Es un hecho irrebatible que el escuálido y la escuálida bueno y buena, respectivamente, es un sicópata[1] o un minusválido espiritual.
Citemos algunos ejemplos concretos: Al escuálido y a la escuálida les encanta, aunque en silencio, cobrar las pensiones con la inédita religiosidad militar que viene ofreciéndole la V República gracias a su no menos nuevo, inédito y responsable personal burocrático, salvedad hecha del obsoleto humanoide que permanece enquistado en el gobierno debido a la malignidad y longevidad de su ejercicio durante la larga y nefasta IV República, habida cuenta de que los hábitos son muy difíciles de superar[2].
A los escuálidos (as) les fascina eso de que le regalen o alivien la adquisición de una “casa bien equipada” porque supuestamente eso ahora es obligación del gobierno y lo contempla la misma Constitución con la que ellos se han aseado su aparato de descomer, como alternativa a la escasez transitoria de papel perfumado, escasez aupada por ellos mismos de la manera más contradictoria posible.
A los escuálidos (as) les encanta, como a todo proletario, la inamovilidad laboral, pero gustan de apoyar los gobiernos que durante muchísimas décadas jamás dictaron semejante medida protectora del trabajador, sino que, por el contrario, sigue aupando a una derecha responsable de haber suprimido prestaciones sociales, de rebajarle el sueldo al personal de educación (-10%, cuando Rómulo Betancourt), y de negar tercamente el pago del fideicomiso desde el año 1975, hoy cancelado de inmediato gracias al gobierno al que desean su derrocamiento, en una enfermiza manifestación de masoquismo político para con ellos mismos y sus hijos a quienes criminalmente les vienen endosando sus odios y malos ejemplos.
Por todo eso y más, que prudencialmente omitimos en esta entrega, concluimos ratificando que a la escualidez le gusta la comida, pero no cocina.
[1] Psicólogos y psiquiatras son contestes al definir la escualidez como una patología propia de pacientes del síndrome conocido ahora como disociación sicótica. No en balde, esa apreciación cientificomédica fue popularmente traducida como: “Chávez los tiene locos”.
[2] El sabio al servicio de los EE UU, y agente de alto peso en los bombardeos atómicos al Japón, Albert Einstein, lo expresó cuando afirmó que era “más fácil romper un núcleo atómico que un prejuicio”, léase: matar millones de japoneses en cuestión de segundos, además de causarle males irreversibles al ecosistema de marras.).