Sectores ultraderechistas de la oposición política venezolana han venido sosteniendo que Venezuela, bajo la conducción de Nicolás Maduro, está padeciendo una crisis gubernamental de carácter terminal, expresión del modelo fracasado que se ha aplicado en el país en los últimos años, durante el régimen chavista, y que frente a ese cuadro, que presagia un ineludible derrumbe, según este enfoque, se impone impulsar una alternativa que promueva el tránsito hacia un gobierno auténticamente democrático.
Para tal efecto, dichos sectores, teniendo como voceros firmantes a Antonio Ledezma, Leopoldo López y María Corina Machado, publicaron en varias páginas web y en el diario de su preferencia, El Nacional, el pasado 11 de febrero, un manifiesto que titularon, precisamente, “Llamado a los venezolanos a un Acuerdo Nacional para la Transición”, dentro de la idea de propiciar un acuerdo para construir la transición en paz, que haga posible, en lo político, restituir las libertades, supuestamente, conculcadas, en lo social, atender la emergencia existente y asegurar la asistencia a los sectores más vulnerables y en lo económico, estabilizar la economía.
Hálito conspirativo
Interpretada en estos términos genéricos esa propuesta transicional pareciera que no estuviese revestida del veneno subversivo que realmente la envuelve. Pero lo cierto es que ese documento si está enmarcado dentro de la estrategia consuetudinal que ya es característica de la derecha venezolana de pretender hacerse del poder político del país a como dé lugar y a costa de lo que sea; sin duda tiene un evidente hálito conspirativo.
En primer lugar, por los firmantes, son los mismos personajes que ya el 23 de enero del 2014, hicieron un llamamiento al país, que se conoció como la Salida I que pretendía obligar la salida de Nicolás Maduro de la Presidencia de la República porque a juicio de los convocantes la crisis nacional era de tal entidad que la única manera de resolverla era a través de la renuncia del Presidente y, para forzarla, apelaron a la práctica de la guarimba insurreccional, de la cual López es recurrente desde su pasantía por la Alcaldía de Chacao; pues bien, el resultado de tan ingrata iniciativa fue la muerte de 43 venezolanos, de más de 800 heridos, graves daño al patrimonio público y privado, la afectación de la psiquis colectiva y el encarcelamiento y enjuiciamiento de varios facinerosos comprometidos con esa intentona insurreccional, siendo el más prominente de ellos, el inefable Leopoldo López, que, con todo y encanado, persiste en sus afanes conspirativos.
En segundo lugar, porque la publicación del documento era la señal que tenían pautada los conjurados del nuevo plan conspirativo para activar la Salida II combinada, en su nueva versión, con la acción golpista de un grupo de militares de la fuerza aérea, el Plan Jericó o Golpe Azul, oportunamente, detectado por los organismos de seguridad del Estado. El resultado que ya comenzó a arrojar el develado plan conspirativo es el enjuiciamiento de varios de los militares comprometidos y la detención e imputación de otro de los prominentes conjurados, Antonio Ledezma, quien, venía moviéndose en las dos bandas, al igual que otros conspicuos dirigentes de la derecha opositora: la aparencial democrática y la insurreccional, sólo que ahora, al señor Ledezma le tocó su turno, se le acabó el carburo como dicen en mi natal Río Caribe.
Amañados en las dos bandas
Por supuesto, que esta Salida II es una jugada de mayor envergadura, en la que están involucrados otros grupos políticos de derecha con sus respectivos cuadros dirigentes que han quedado retratados al trasluz, en cuanto a la participación en la conjura, con las declaraciones de los militares detenidos y con los videos que se han transmitido por los canales televisivos. Estos personajes se amañaron a moverse en las dos bandas, la democrática-electoral y la conspirativa, a jugar en varios tableros, como supo decir, en una reciente e ilustrativa declaración, uno de ellos, el gobernador ausente de Miranda, Henrique Capriles Radonski, engolosinado, en la creencia de que, ahora sí, había llegado el ansiado momento para el derrumbamiento del gobierno bolivariano, por la celada que la derecha empresarial tenía montada con la implacable guerra económica en contra del pueblo venezolano; creyeron que el pueblo saldría a las calles, ante la desesperación por no conseguir los productos de la dieta básica, tal cual como lo hizo por estos días, hace ya 26 años, cuando el Caracazo, generándose así condiciones caóticas que, hipotéticamente, harían propicia una situación proclive al derrocamiento del gobierno o, peor aún, a la intervención de una fuerza extranjera en el suelo patrio. Se equivocaron palmo a palmo, no han sabido calibrar la maduración política del pueblo y la significación que en ese proceso tuvo y tiene el liderazgo de Hugo Chávez.
Está claro que el imperialismo a través de sus voceros más representativos ha estado, en estas últimas semanas, más activo que en otros momentos, con un injerencismo a millón, pretendiendo aislar al país, moviendo sus piezas de la derecha política y mediática a nivel internacional fomentando una matriz totalmente adversa al gobierno bolivariano. Vano intento, porque el visionario Comandante Chávez avizorando estos escenarios concibió una efectiva y contentiva política geoestratégica, antiimperialista e integracionista, que su discípulo Nicolás Maduro ha sabido cultivar y desarrollar exitosamente. De todas formas, por supuesto, a este nivel no hay que bajar la guardia.
Ecarri está claro
Quien por lo visto no madura es la derecha venezolana, en buena medida, esto es debido a la sujeción que mantienen al financiamiento y al monitoreo imperial. Antonio Ecarri, presidente de Copei en Caracas fue muy claro en su juicio, en el video, o se está con el Golpe o se está en la vía democrática; es decir, no se puede jugar en las dos bandas o lo que es lo mismo en las dos vainas porque termina envainándose quien lo hace.
La transición que está planteada en nuestro país, no es a dos bandas, es a una sola banda, la del tránsito hacia una sociedad superior sustentada en la Constitución Nacional y en el Plan de la Patria, que es Ley de la República; cualquier otra está al margen de las Leyes y tiene que ser penalizada tal cual como lo contempla la normativa vigente; si la oposición aspira otro tránsito, primero, debe ser explícita al decirlo y segundo debe pretenderlo en el marco político-jurídico-constitucional del país, de lo contrario tal pretensión y propósito tendría un carácter subversivo y como tal ha de ser considerado y enfrentado. No hay otra vía, lo entenderán así María Corina, Julio Borges, Roberto Enríquez, Capriles y cia.