Indudablemente que la eficacia de la capacidad política de la derecha se halla agotada, como devorada y digerida por ofidios varios. Sólo reclonan alternativas obsoletas ya condenadas por la Historia de todos sus consecutivos fracasos de los últimos 5.800 días y hasta más días.
Están reducidos a jugar con la Política, vale decir, han apostado-literalmente-a cada una de sus estrategias ya fallidas estruendosamente, cuales pérdidas de envite y azar, razón por la cual siguen tirando palos a lo loco a ver si la pegan, pero hasta allí.
Siguen dándole palo a todo mogote, a la estrategia que ya ensayaron allá y acullá. Juegan al albur y siguen pisando en el aire.
Efectivamente, el Golpe de estado carmonero les duró menos de lo que duran los gases en chinchorros de tercera, de baja hilatura para reconocerlos mejor.
Y eso que dicho Golpe, negado en teoría, pero realizado en su praxis, fue cumplido cuando este pueblo que ya los había echado del poder mediante el decreto popular llamado Hugo Chávez, lo revirtió sin liderazgo alguno a pesar de que todavía apenas su ungido había cumplido con la Constituyente recogida en el paquete de promisiones preelectorales de su primera campaña, vale decir, cuando no existían ninguna de las polarizadoras y populares e irrenunciables "MISIONES".
Ahora, por supuesto, es impensable con un pelito de corteza cerebral y con cero visceralidades que puedan seguir jugando con éxito al azar.
Un proverbio político aconseja que cuando no puedas con tu enemigo, alíate a él. Eso sí, cual requisito sine qua non, las alianzas deben ser realizadas con humildad frente al dueño del poder político que ahora es el pueblo, un requisito que en principio está negado para el liderazgo que nos ocupa.
Maduro, como Chávez, no ha tenido mando propio, lo ha recibido del pueblo al que le ha entendido y le ha recogido sus necesidades a corto, mediano y largo plazos. Este conocimiento sí es propiedad privada de los líderes con éxito, como ningún miembro de la derecha la tiene ya que sólo han recibido órdenes y programas provenientes de fuentes exógenas ajenas a la voluntad e idiosincrasia del pueblo que cuesta arriba pretenden seguir gobernándolo. Se trata de una incongruencia política difícil de zanjar para unos líderes harto prejuiciados, suponiendo que la tenencia a secas del dinero podría comprarlo todo, y así han perdido la idea de que si bien vivimos en una economía mercantilizada, cuando el Estado se desmercantiliza, como el caso presente, ya las reglas de ese comercio pierden eficacia, pierden clientela.
En cuanto a la convicción profundamente prendida en la derecha, acerca de que podrían pegarla en alguno de sus muchos ensayos, está basada en una mal entendida concepción científica, marxiana o marxista, según la cual, el poder económico engendra el poder político, y no contrario.
Sin embargo, la derecha no ha podido leer bien esa ligazón entre la base y la superestructura, entre las relaciones sociales de producción y el Estado.
Este es el caso: Dado un modo equis de producción, si bien el Estado sirve al dueño del poder económico, eso sólo rige cuando el pueblo se halla adormitado, embobalicado, alienado y humildemente entregado al poderoso, aunque este le pague con maltratos varios. Fuera de estas condiciones, la Política-el Poder Político- priva sobre la base y por esta razón el Socialismo tiende y desembocará en un relevo total de la base, del Estado y hasta de la manera de ver y observar el mundo.
[1] Esta apostilla la estaremos citando en nuestras entregas.