El felipismo: parodia de la derecha

La política venezolana, está caracterizada, desde hace 16 años, por un dinamismo que no tiene parangón en el acontecer político de las últimas décadas en el país. El proceso bolivariano potenció la politización de la sociedad de tal manera que los acontecimientos políticos, se suceden con una frecuencia inusitada que, en un primer instante, logrando impactar al país, al cabo rato ya han sido relevados ante el desarrollo de otros acontecimientos que suplantan el interés del colectivo nacional.

Sociedad politizada

Esta característica es sintomática del nivel de politización que se ha posesionado de la sociedad venezolana, pues es un indicador de la vocación dialéctica, de cambio permanente, que ha florecido en la vida nacional; en el fondo, es una clara expresión de la lucha de clases por la disputa del poder que se desarrolla en Venezuela.

Qué más quisiera la derecha que retornara aquella calma chicha del período neoliberal en que el pueblo era un invitado de piedra al festín en que tenían sumergido al país. Hoy en día nada de lo que acontece le es indiferente al pueblo venezolano, este, convertido y asumido como sujeto político participa, opina, discrepa con la pasión que le es inherente a un pueblo que está ganado para no permanecer al margen de una dinámica que le incumbe directamente.

Esta reflexión viene a colación por los sucesos que han acontecido en el país en esta semana que concluye, que fue escenario de connotados hechos políticos, de los cuales hemos elegido uno para comentarlo en este artículo.

Nos referimos al de la malograda visita al país del ex -presidente español Felipe González en su condición de proclamada disposición de servir de defensor de Leopoldo López y Antonio Ledezma y por derivación de otros ciudadanos que están presos por el cometido de acciones de neto corte fascista (inducción a la violencia generadora de connacionales muertos (43), heridos (más de 800) y cuantiosos daños al patrimonio público; instigación a la desestabilización social e institucional; fomento y alteración sistemática del orden público; violación de derechos constitucionales, etc.,) que tenían y tienen como propósito el derrocamiento del régimen que legítimamente se constituyó el pueblo venezolano.

Felipismo: nefasta transición

Esta visita de Felipe González, político español en declive que representó, en su momento, la expectativa de transición española del sanguinario régimen implantado por Francisco Franco durante 36 años a una etapa de libertad y democracia, pero que, por el contrario, degeneró en los 12 años en que ejerció el poder político, en una etapa, conocida en España como el felipismo, caracterizada por una mayor entrega de la economía del país al capital transnacional, por la acentuación de la pérdida de soberanía al dictamen del imperialismo estadounidense y de la OTAN y por la apertura y asunción de los valores decadentes del occidentalismo y por la violación flagrante de los derechos humanos cuya bandera falsamente enarbolaba.

Etapa felipista de transición que más bien estableció las bases para el derrotero que hoy lleva España, como país en crisis, a las puertas de una quiebra económica, endeudado hasta los tuétanos con el capitalismo europeo, con niveles de desempleo que ronda un astronómico 25% de la fuerza laboral, con varias nacionalidades regionales que reclaman y postulan su histórica autonomía e independencia, es decir, una España que está en vías de desaparecer tal cual como se conoce hoy. Para ese oscuro y nefasto porvenir sirvió el felipismo.

Y es a esta figura a quien la derecha internacional y local venezolana apela para presentarlo como adalid de los derechos humanos en nuestro país; un personaje que ha devenido en un vulgar lobista cuya función actual es la de ser relacionista de empresas transnacionales y de ONGs financiadas por el imperialismo, que actúa en aras de favorecer los intereses de quien mejor le pague. Cabe una pregunta obvia: quién le financió este viaje al Felipillo.

El felipismo abarca más allá

Igualmente, la misma pregunta le cabe a toda esa caterva de ex-presidentes que en los últimos meses se han prestado para la triste tarea de venir a Venezuela a pretender darnos clases de derechos humanos, cuando ellos en sus países de origen han dejado toda una estela testimoniada de violación de los mismos, de política antipopular y de postración ante el imperialismo norteño; acaso son ejemplo de dignidad latinoamericana la trayectoria de Pastrana en Colombia, Quiroga en Bolivia, Cardozo en Brasil, Calderón en México, y tantos otros, o como el felón Uribe Vélez, enemigo acérrimo del legado libertario de Bolívar y Chávez y cuya última fechoría, que se sepa, fue la de planificar a través de su sobrino Julito Vélez el crimen alevoso de los compatriotas Robert Serra y María Herrera.

Para muchos efectos hablar del felipismo es abarcar, también, porque es equivalente, la práctica política de tipos como estos ex-presidentes que constituyen la expresión más entreguista, antihistórica, santandereana y antibolivariana que se puede concebir. La madurez política, alcanzada por nuestro pueblo, deja sin mayores consecuencias estas maniobras de la derecha local e internacional, que no pasan de ser más que una parodia, es decir, una representación burlesca de la realidad, de allí el rotundo rechazo que han obtenido.

Reconocimiento mundial

Mientras la derecha se solazó, por unos días, con el felipismo y se regodea en movilizarse aunque sea mediáticamente para darle cierta significación a las maromas de huelga que promueven los fascistas presos, el pueblo venezolano continúa resistiendo con conciencia chavista y bolivariana la arremetida de la guerra económica que la burguesía y el imperialismo le tienen declarada al país, preparándose para una nueva victoria en las elecciones parlamentarias y recibiendo el reconocimiento mundial, a través de la FAO, por el combate exitoso que aquí se ha librado en contra de uno de los males congénitos del capitalismo: El HAMBRE.



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Miguel Ugas

Miembro de la coordinación nacional del MoMAC

 miguelugas@gmail.com

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