En una reunión de un círculo de discusión política, al cual concurro semanalmente, un compañero me espetó la siguiente pregunta: por qué Leopoldo López está preso, juzgado y sentenciado y Capriles, con los mismos méritos, está suelto y…jorungando?
Interesante pregunta que amerita una respuesta reflexiva, no cualquier respuesta como para salir del brete y "no morir en el intento", sino como para ubicarla en el marco de la situación política en la que está engarzado el país, particularmente, desde el momento en que al compatriota Nicolás Maduro le correspondió asumir la conducción del proceso de transformación revolucionaria que se viene desarrollando en la sociedad venezolana a partir del advenimiento de Chávez en el escenario nacional.
Entendí que la inquietud del compañero se sustentaba en la compartida consideración, por quien suscribe, de que ambos ciudadanos, no de ahora, con Maduro, sino desde los mismos comienzos del proceso constitucional bolivariano han venido dando muestras fehacientes de pretender truncarlo, apelando a cualquier vía, incluso la electoral, haciendo acopio de los más destemplados métodos con tal de cristalizar sus ansias de poder, que no hay que ubicarlas a título personal sino con un claro sello de identidad clasista, oligárquico y burgués .
Pero lo cierto es que quien está encanado, y por unos largos y pesados 13 años y tantos meses, es el hijo de los López-Mendoza y no el muchachote de los Capriles-Radonski, quien sigue campante jorungándole la paciencia a la mayoría de los venezolanos y, especialmente, al pueblo trabajador mirandino.
No hay mayor distinción
La cuestión está en determinar a qué se debe esta diferencia en el tratamiento a estos dos personajes cuando es ostensible, público y notorio que no hay mayor distinción en las conductas políticas de ambos, claramente pro-imperialistas, subversivos y filo-fascistas; aduladores contumaces de enemigos declarados de la Patria venezolana (como Uribe Vélez), auspiciadores de la paraoposición en nuestro país, transgresores de la Constitución y de las Leyes de la República, instigadores de violencia y caos, propiciadores del asesinato de decenas de ciudadanos venezolanos y de provocar heridas mortales a centenares (lo más elocuente, cuando la Salida de López y el drenado de arrechera de Capriles), de incitación al odio y a la destrucción de espacios públicos; conductas estas tipificadas, expresamente, como delitos en la normativa legal venezolana y en cualquier otro país del mundo..
Ahora bien, qué es lo que conlleva a que de los dos sea López, el más desesperado y desaforado y el que menos fuerza real movilice, el que esté encarcelado, enjuiciado y condenado, por lo demás, plenamente justificado y, en cambio, Capriles, todavía, permanezca libre, ejerciendo todos los derechos políticos que le confiere la CRBV.
Por qué esa diferencia, he allí la pregunta de las 64 mil lochas, recordando el programa televisivo, en blanco y negro, del pintoresco profesor Negrón.
Una relación de fuerzas
Nos atrevimos a adelantarle al compatriota en cuestión, a manera de respuesta, la siguiente interpretación, asociada a la conceptualización y al ejercicio de la política como una relación de fuerzas, es decir, a la concepción, según la cual , la actuación en política no está sujeta a un mero impulso emotivo ni siquiera al hecho de tener o contar con el respaldo de la razón jurídica, sino que está condicionada a la correlación o condensación de fuerzas existentes o acumuladas en un momento determinado, tanto nacional como internacionalmente; en otras palabras, no es que no haya méritos para enjuiciar y condenar a Capriles, es que las circunstancias políticas no lo permiten ni lo aconsejan…en estos momentos.
El ejercicio de la política requiere de tacto, paciencia y sabiduría, que es de lo que, a nuestro entender, están haciendo gala los compatriotas que actualmente ejercen la conducción política del proceso bolivariano y chavista, haciendo uso de las mejores enseñanzas del Comandante Chávez, quien como excelente estratega sabía cuando apretar y cuando moderar la presión, sin violentar la legalidad, guiándose siempre en función de los más altos intereses de la Revolución Bolivariana, es decir, buscando garantizar, a todo evento, la paz y el bienestar del pueblo venezolano.
Con esta actuación el estado de derecho, que es el escenario en el cual corresponde desenvolverse, sale fortalecido; los Poderes Públicos procediendo de manera articulada y ajustados a la legalidad se activaron para hacer valer, a decir de Rousseau, la voluntad general de la nación o lo que es lo mismo para concretar el sentir de la soberanía popular.
Actuación, diametralmente, opuesta a como se conducía la dirección política puntofijista que en aras de mantenerse en el poder se saltaba, a cada momento, el estado de derecho, sin parar mientes a la correlación de fuerzas, apelando a la más férrea represión para contener las acciones de las fuerzas políticas que se le enfrentaban (la brutal represión implantada por Rómulo Betancourt y sucesores) o las manifestaciones espontaneas de protestas populares ( como cuando el Caracazo); dejando, durante ese mandato de cuarenta años, un saldo tenebroso de miles de muertos, desaparecidos y torturados, razón por la cual se labraron, ante el pueblo, la más decidida y categórica condena histórica y cuya penitencia, sus sucesores y derivados, estarán pagando durante muchísimos años.
Tramposería siempre sale
Sí, razones hay para enjuiciar y llevar a la cárcel a Henrique Capriles Radonski, para que le haga compañía a su fraterno pana y rival Leopoldo López, sus desmanes, como el del drenaje de arrechera, tampoco quedarán impunes, así como el de otros y otras que son responsables de los mismos crimines y desatinos, pero, todo en su momento, como dice la Biblia, el tiempo de Dios es perfecto o como nos dicta la sapiencia popular expresada a través de las llanerías del amigo Diógenes: la tramposería siempre sale.