El honorable y flamante presidente de la Asamblea Nacional fue uno de los que perdieron su oportunidad, y esta suele presentarse calva.
Ahora los venados se hallan corriendo detrás de los perros, con la venia de estos. La cultura puntofijista venezolana está dando sus frutos aunque abortivos con cogollos todos marchitos sin esperanzas de hacer crecer la planta a la que pertenezcan.
El caso del abogado y presidente circunstancial de la Asamblea Nacional es proverbial. Hoy es un perfecto periclitado, pero en honor a la verdad tuvo su gran oportunidad como excelente relevista-que hubiera sido-de los obsoletos y predecesores Presidentes de la República, los caciques de marras que en riguroso orden venían sucediéndose quinquenio tras quinquenio.
Su fallida oportunidad la tuvo cerquita durante aquellos escandalosos casos de notoria corrupción practicada por su misma gente, sus amigos y compañeros de partido a quienes razonable y disciplinadamente admiraba, respetaba y defendía.
Esos oprobiosos sucesos fueron vox pópuli, al punto de que tales delincuentes picaron los cabos y hasta el sol de hoy no se sabe de sus paraderos o algunos yacen pulverizados en sus tumbas. Entre esos delincuentes de la cosa Pública recordamos a un tal Cilibreto, José Angel, hijo, para entonces, llamado natural por aquello de usar un segundo nombre expreso para suplir fonéticamente la asusnecia de una legítima partenidad .
La omisión y pérdida del máximo poder del personaje que nos ocupa consistió en que, al igual que sus contemporáneos[1] que seguían en la lista sucesoral, hicieron mutis, fueron incapaces o estaban incapacitados para hacerles las críticas abiertas[2] constructivas correspondientes. De suyo, convalidaron tales actos de corrupción desenfrenada y el pueblo adeco, adeco adequito, no pudo perdonarles tales consideraciones y siguió incrementando sus desencanto hacia un partido que hasta entonces tenía a duopolizado todos los poderes de los venezolanos al lado del partido del “Tigre” (Eduardo Fernández) quien hizo otro tanto cuando el Teniente Hugo Chávez se rebeló, y fue el primero en salir de mañanita en ropas menores a denunciarlo como golpista en una fallida intentona por recongraciase con su sempiterno cacique, hoy el difunto Caldera. El Tigre, pues, perdió también su expedita oportunidad presidencial por no criticar el desastre que su partido había codestruido el país.
[1] Matos Azócar, y Claudio Fermín, entre los pocos relevistas de marras.
[2] Un lema muy propio de Acciión Democrática fue: “Lavar los trapos sucios en casa”, lo que se traducía en la más férrea censura interna y conculcación del derecho a opinar con cabeza propia.