Bendito el Señor y, el pueblo de Venezuela por la elección desde el
Vaticano de un nuevo cardenal o, mejor sería decir, ¡Dios salve a
Venezuela!, las dudas me destrozan las agónicas intenciones de
católico sin fe al no saber si por bien o por mal, Baltazar Porras,
entra por la puerta grande al mundo de los afortunados y, más en este
momento en que el país adolece de tantos males por guerra económica y
una secuela de errores que nos tienen al borde del perdón y, como una
bendición del cielo, el Papa nos asigna un nuevo cardenal más político
que santo que vendrá en nuestro auxilio o, quizás a imponer de una vez
el RR del que como un acólito bien preciso como consumado en la
modestia divina de serle fiel a la oposición y a sus escuálidos. Allí
no hay crítica que valga ni Padre Nuestro que nos ampare, pero
esperemos por su sermón cardenalicio que a lo mejor nos baña de paz a
diestra y siniestra y, así nos mantiene unidos, pero sin diálogo de
vivencia que lo preocupe.

La emoción nos embarga de sorpresa y, aunque no comulgamos con la
hostia de su devoción como modestia bien alejado de los pobres que
seguimos siendo pobres y, ahora más que nunca y como un consuelo que
imploramos la bondad y, él como obispo no supo dárnoslo a conciencia,
ahora mucho menos como purpurado, más altivo y más cerca de Dios a su
criterio, perpetrado de egoísmos de separar a los ricos de los pobres
y en vez de velar por el reino de su Dios entre nosotros, nos apartará
del buen camino que es su deber haberlo escogido de su reino que nos
ponga a rezar sin ninguna pizca de confrontación y, vele sin terquedad
ninguna por nuestra hermandad que a él le interesa más que a nadie
ponerse al servicio de hacer el bien en todas sus dimensiones y
olvidarse del mal que nos consume y odiamos.


¿Entonces, qué podemos decir?, que Dios es grande y misericordioso y
que jamás olvida y, que a través del Papa nos manda un nuevo cardenal,
un guía que hace mucha falta en este país que se preocupe de verdad
por ayudar a solucionar nuestros problemas y no enredarnos, como
-será- más nuestra convivencia más de lo que está, ni entorpezca y,
más bien nos alumbre las esperanzas de estar a la par inflados de paz
que como Colombia se iluminó con un premio nobel bien inmerecido que
no rompe las ataduras de la discordia en que se hayan los colombianos,
pero en fin, tenemos nuevo cardenal, que ha recaído en la persona de
Baltasar Porras como monseñor que era y quien desde Roma nos atiza la
armonía cuando expreso: "Ser cardenal involucra una responsabilidad
con el país". ¿Es eso verdad cardenal, Baltazar Porras, lo siente así
y, lo hará así, vendrá a involucrarse, a criticar las estupideces que
comete la oposición a diario, a hecharle su jaladita de oreja a Maduro
sin prestarse como medio de la oligarquía, sino de la iglesia de
Pedro, de Pablo, ah?

Cardenal, Baltazar Porras, no nos venga con ucronias que eso no nos
ayudará en la solución de tantos problemas que caminan solos, ni nos
venga a anudar más los días de las confrontaciones políticas,
ilúminese de ideas, demuestre que en verdad es un cardenal y, piense
muy bien, la frase de Juan, "En verdad, en verdad te digo: cuando eras
joven tú mismo te ceñías la cintura e ibas a donde querias; pero
cuando seas viejo, extenderás las manos y otro te la ceñirá y te
llevará a donde tú no quieras" Y recuerde también del mismo Juan, "Es
preciso que él crezca y que yo disminuya", la entiende cardenal. Y
preciso le es recordar que: "Cristo es el enviado de Dios, los
apóstoles son los emisarios de Cristo, los sacerdotes los de los
apóstoles. Se les llama presbíteros, que simplemente quiere decir los
antiguos". Entonces cardenal Porras, tremenda campaña le espera y no
venga después a darnos mazazos políticos con la furia de un opositor,
dedíquese a su envangelio que para eso lo nombraron cardenal que el
pueblo a quien bien hace a bien quiere y, si cambia de su modo de
proceder, lo amarán.