La candidatura presidencial del Conde del Guácharo es uno de lo mayores aciertos de la oposición en los últimos tiempos, si no el único. El acontecimiento, sin mezquindad, hay que registrarlo en su justa dimensión como un hecho positivo para los que retoman el camino democrático. Luego de una cadena de atajos y fracasos, el antichavismo parece encontrar la ruta de su realización y redención en la persona del cómico. Enhorabuena.
Ya el sector opositor había probado sin éxito la farandulización de la política. El ex embajador Schapiro montó un show en la misma sede diplomática estadounidense. Actores y actrices de telenovelas, comediantes, animadores y presentadores de televisión se enrolaron en golpes, guarimbas, trancazos, tomas de plazas y carmonazos contra el comandante. Fracasaron estruendosamente pero sembraron la semilla que hoy germina en el señor Benjamín Rausseo. Así es la vida y mucho más la política, una actividad de irónicas sorpresas.
La candidatura del echador de chistes es el último misil que da en la mera línea de flotación de Súmate, las primarias y todos los precandidatos que se inscribieron para el evento. Hundido ese barco, los seguidores de Borges, Rosales, Petkoff y los otros, no tienen más opción que sumarse a la aspiración del comediante. La unidad del antichavismo llegó de donde menos se esperaba, para regocijo de todos los partidos de la Cuarta República y la embajada del norte. La ciencia política gusta de los rodeos, ya había sentenciado el incisivo Moreno Mario (1961).
En la escogencia han imperado los criterios de la meritocracia de los ex PDVSA, pues el Conde, en sí mismo, es un hallazgo conceptual. La clase media demuestra que puede compartir con un zambo sin complejos ontológicos. La chusma ha quedado atrás, sólo para quemar los discos clásicos del candidato. La intelectualidad de derecha descubrirá en el aspirante la erudición de Alfonso Reyes, la sensibilidad de Darío y el verbo portentoso de Neruda. No es fácil detectar en una misma persona la filosofía de Hegel y la cosmovisión de Rimbaud. Ya se oyen los claros clarines.
Queda sólo una duda cartesiana: muchos entusiastas opositores se preguntan si el cómico, una vez derrotadas y arrasadas otras candidaturas, se mantendrá hasta el final. Cavada la fosa de Borges, Petkoff y Rosales, ¿tiene alguna carta bajo la manga la embajada del norte? De ser así, ¿cuál es ese naipe? Dejemos la respuesta en suspenso para destacar que AD y COPEI, ya en sus estertores, fueron salvados como partidos por el Conde del Guácharo. Este solo hecho merece el reconocimiento de la historia y la arqueología.
El panorama político tiende a aclararse. Ya la oposición tiene candidato y lo que le queda es, primero, enterrar su pasado (Rosales, Petkoff, Borges, Carmona), y luego, trabajar duro por el triunfo. Estados Unidos, por su parte, debe dar por perdidos los dólares que le suministró a Súmate, e invertir su dinero en una mejor opción. Ayer no le fue muy bien con el imitador de la señora Colomina que Schapiro contrató y llevó a la embajada, pero el Conde pudiera cumplir mejor con el libreto. La farándula, como la política, a veces resulta impredecible y compleja.
Quienes creemos en la democracia aplaudimos el hecho de que la oposición haya encontrado su camino de la mano del señor Rausseo. Ojalá no desperdicie esta nueva oportunidad que, inusualmente generosa, le brinda la historia.