Resulta más que sabido que, en la gran comarca llamada República Bolivariana de Venezuela, se ha venido escenificando, desde 1999, una permanente precampaña. Unas veces ha estado terciada ella por el hecho civilizador de la elección popular, y otras -en par de ocasiones con pésimas nombradías, como las más abultadas- por el atavismo barbárico; a saber: el golpe de estado de abril de 2002 que traería a cuento al tirano más fugaz de la Historia, y el mañoso y subsiguiente paro petrolero; ambos capitaneados por George W. Bush haciendo uso, en el primer caso, de algunos lúdicos renegados y demás tránsfugas patrios, así como de una dizque meritocracia (pérfida, eso sí) en el segundo; y en ambos, del crimen atroz, amén de burda de latas de manteca repletas de billetes de cien dólares, o incluso, de mayor denominación.
De los influidos por el hecho civilizador de la elección popular, el más revelador ha sido el referéndum que ratificara a Chávez con expresiva contundencia. Pero no habría de olvidarse que, en aquella pelea tan estelar de 2004, el contendor Bush utilizaría todo tipo de recurso prohibido y bajo: ¡hasta una manopla de cuarta generación!.. mientras que el contendor Chávez sólo utilizaría, como armas definitivas para su triunfo, su incordiante y límpido jab, así como su impecable gancho de izquierda al suiche, evocador por cierto de la patada de una mula… En el manejo de ambas ha resultado todo un maestro, y además, bondadoso, porque se ha preocupado sinceramente de la suerte de su contrincante luego de ser sacado en camilla de forma muy aparatosa y urgente. Y eso lo distingue mucho.
Pero llegaría la segunda pelea estelar: la gran revancha de diciembre de 2006. Se ha visto a Chávez en sus entrenamientos preliminares (porque Chávez es el candidato presidente a la reelección) y sus virtudes pugilísticas se le han advertido incluso mejoradas y, para las quince vueltas reglamentarias, se le ha venido notando mucho más fuelle.
La incógnita estaría entonces en saber la generación de la manopla que seguro utilizará Bush de nuevo. Hasta el momento ha lucido como si fuera la misma del referéndum, pero en su equipo de ordenanzas nacionales se ha notado más bien tanta perplejidad, que pareciera no haberse recuperado del K. O. del frustrado revocatorio: se notan demasiado turulatos aún todos sus miembros.
Pero la precampaña para la reelección de Chávez, digamos que comenzó con la elección del nuevo Consejo Nacional Electoral, donde a través de un procedimiento inédito por lo novedoso y participativo, se impuso, además de la mucha experticia electoral, la primacía de la testosterona. Y de la testosterona en aparente contradicción, puesto que hay tres mujeres de cinco miembros en su directiva… pero es que ellas también tienen esta hormona, aunque no en preponderancia. El árbitro entonces se ha venido viendo muy bien: ha mantenido su independencia como Poder, el voto no será manual, no pretende excluir a nadie, ha aceptado de buena gana las auditorías al registro electoral (salvo las infames aquellas propuestas por tres universidades rectoradas por escuálidos que sugerían muestras sesgadas), se van a utilizar las captahuellas cuya inocuidad está más que demostrada, prometió reunirse con todos los candidatos, declaró que toda su plataforma tecnológica es auditable, y escucharía propuestas sin negociar.
Y vale la pena destacar, que aparecería de pronto en el plató un personaje que muchos no han dejado de evaluar como la nueva generación de la manopla que utilizará Bush en esta gran revancha: Ruddy Rodríguez, señores, ejemplar que si es muy capaz de hacer delirar al más pintao que se halle en el proceso que sea. Lo que ha habido hasta ahora -a guisa de posibles inóculos tácticos de Bush- son jueguitos de palabras, pequeñas picardías varias, pero a decir verdad, a Chávez en sus rounds de entrenamiento se le ha visto muy concentrado nada más que en el famoso suiche… Y eso tranquiliza. ¡Guáramo candidato presidente! ¡Ay papá, cuidado con una vaina! ¡Mire que esto seguro es envidia, pero que en esta hora crucial, resulta estratégica!
Pero el primero en atreverse a lanzar su precandidatura fue Teodoro Petkoff, ejemplar caucásico de nombre sonoro y pegajoso y de rubia guedeja; con tono de guapetón y pasado glorioso de guerrillero fugado, para terminar luego de ministro esquilmador de las prestaciones sociales de los trabajadores, y con pésima imagen electoral desde siempre.
Luego, Julio Borges, quien se ha presentado siempre como una borra ultraderechista de Copey, pero sin nada de la honestidad ideológica que se le viera siempre a don Germán Borregales.
Y de último, Manuel Rosales, adeco de intelecto menesteroso y rostro encubierto, y, con una facha tal, que de manera inevitable trae de inmediato a la memoria algunos famosísimos personajes de Mario Puzo… Y sólo superado en repulsividad por Enrique Mendoza, aunque muchos digan que no, que el otro lo es muchísimo más.
A esta tripleta importante la estuvo merodeando, para fines de realizar unas “primarias” también inconfesables, Súmate, ONG oficial del gobierno de los Estados Unidos de América bajo el auspicio y dirección personal de George Walker Bush, liderada aguas abajo por María Corina Machado, una garota barbística que quizás el único peligro que sugiera es que pudiera terminar como asambleísta nacional “venezolana”, y luego contraer matrimonio con el legislador republicano más recalcitrante del Capitolio Federal de Washington (USA), tal como lo alcanzara en su oportunidad la hija del sanguinario Efraín Ríos Mont.
Continuará…