Es loable el esfuerzo de la oposición para insuflarse ánimo. El reencuentro con la vía democrática, constitucional y electoral es de suyo plausible. Aunque la candidatura de Manuel Rosales ha resultado fría y desleída como sus anémicos discursos, un grupo de columnistas ha lanzados artículos que buscan inocular optimismo hasta en los abstencionistas más irreductibles. Si todo es por la paz de la república, ojalá lo logren.
Los y las articulistas del comando de Rosales hablan del “renacer de la esperanza”, de la “fiesta inmarcesible de los espíritus”, del “templete nacional”, de la “germinación de la alegría”, de las “buenas nuevas” y de la “infinita emoción” que la candidatura de Rosales ha despertado en el alma nacional. En contraposición, registran el “pánico” que el bachiller Rosales habría provocado en las huestes chavistas, donde hasta el mismo Hugo Chávez “está de muerte”.
He leído estos artículos con una sonrisa de comprensión y algo de complicidad. Me parece positivo que a quienes ayer se les condujo de derrota en derrota entre atajos y aventuras, hoy se les quiera retornar a la cordura y la sensatez. El camino electoral es difícil frente a un adversario como Hugo Chávez, pero es el camino. Voy más lejos todavía, es el único camino si se aspira a una paz larga y duradera.
Mientras leo las exquisitas mentiras piadosas de los columnistas opositores, me vienen a la memoria esos libros de autoayuda que se venden como pan caliente. Al fin y al cabo, se trata de eso, de levantarle la autoestima a unas bases políticas decepcionadas de sus dirigentes. De allí la exageración en cuanto a la conmoción que provocó en el país nacional la “candidatura unitaria” y la hipérbole de comparar a Rosales con Rómulo Betancourt y a los jefes de su comando con Fermín Toro o Andrés Bello. ¡Santa María de Ipire!
Todo ello, sin embargo, me parece perfectamente válido. No se lanza un candidato para decirle a sus potenciales electores que el mismo no tiene vida o que no va para el baile. Mucho menos cuando a esos ciudadanos a los que hoy se les oonvoca a votar, ayer no más se les llevó a una abstención sin plan B y sin fórmula alguna de “cobrar”. La línea para todos los opinadores es levantarles el decaído ánimo a las decepcionadas masas opositoras.
El colega Jesús Sanoja Hernández, nuestros más destacado analista político, ha identificado a los factores que se unen en torno al bachiller Rosales como el neopuntofijismo. Allí confluyen restos de AD como Un Nuevo Tiempo y de COPEI como Primero Justicia. En el seno de la alianza, cada grupo puja por la hegemonía de la oposición, con una moribunda Acción Democrática que observa boqueando desde afuera. Pero esas rencillas se obvian en aras del optimismo que se debe insuflar en unas masas opositoras alicaídas y desengañadas, con toda razón por lo demás.
En mi opinión, los artículos de autoayuda están plenamente justificados, al igual que los mensajes que presentan al chavismo en plena desbandada y en un profundo estado de pánico irreversible. Lo importante es que millares de compatriotas sean rescatados de la disociación sicótica en que se les hundió en el pasado reciente y se les incorpore a la senda democrática y constitucional. Las mentiras piadosas no importan si ellas significan que la oposición ha conseguido el camino cierto de la democracia y de su realización. Enhorabuena.