De nuevo la oposición se siente atraída por el abismo. Muchos pensaron que con la candidatura de Rosales ese sector se había convencido de que el único camino es el electoral, democrático y constitucional. Olvídense, el perro mantequero ha vuelto a olfatear el olor del tocino en la tapara. Los grupos recalcitrantes, aupados por el imperio, ven en las elecciones del 3D otra oportunidad para la emboscada.
No se trata de las supuestas emboscadas que el candidato Rosales cree y sueña que le tienden en cada barrio que visita –cuestión de mala conciencia-, sino de la trampa mortal que los golpistas del 11 de abril de 2002 le montaron a la marcha de sus propios seguidores. Aquellos criminales, con la audacia que da la impunidad, han decidido ahora trastrocar el calendario e instalar aquel abril sangriento en el próximo diciembre.
El opositor de base que cree en el proceso electoral y tiene toda la disposición de participar, de nuevo será utilizado por su irresponsable dirigencia. Esta se divorció hace rato de la ruta democrática. Está dispuesta “a cobrar” así pierda, como en efecto sucederá, y así provoque una baño de sangre como en 2002. “Cobrar”, en lenguaje rosalino-golpista, significa hacer que el pueblo cancele lo que no ha perdido en la urnas. Este pueblo ya se cansó de pagar lo que nunca ha debido a nadie.
No hay manera de que el carmonista Rosales gane las elecciones del 3D. Ni una sola encuesta le da esa posibilidad en el universo mundo. Matemática y estadísticamente le resulta imposible superar la escandalosa ventaja que le lleva el candidato Hugo Chávez. Ni siquiera logra reducir en algo esa brecha, sino que cada vez que habla, la amplía y dilata como los metales bajo el calor.
La táctica del golpismo no es reducir una brecha imposible y que además le importa un bledo. Su objetivo es hacer creer a las bases opositoras que pueden ganar, llevarlas a votar y, al margen del CNE, anunciar el 3D un “triunfo” inexistente. Luego activarán la segunda parte de su plan, como dijera el nefasto 12A Víctor Manuel García, el tipo de la “encuestadora” CECA que aquel día se jactaba impunemente de haber comandado un tanque.
Esa segunda parte de la conspiración, porque de esto se trata, es llamar a la oposición a las calles, activar acciones terroristas e invocar, vía carta democrática, la intervención extranjera. Para esto necesitan la mayor cantidad de personas en las mesas electorales y aquí han tenido el gran problema. Tanto engañaron a su gente y la llevaron a aventuras sin destino que ésta es presa del escepticismo. La campaña de disociación mediática no ha sido posible revertirla de un todo y tampoco logran explicar por qué no conviene hoy el abstencionismo que era lo mejor ayer no más.
Otro detalle que desprecian los reincidentes golpistas es que, luego de votar, el pueblo revolucionario se quedará en las calles. No habrá manera de que
le subviertan su calendario, le conviertan el 3D en un 11-A y le roben de nuevo su diciembre. Si lo intentan, ese gran pueblo no sólo lo impedirá, sino que esta vez el mismo se encargará de averiguar si el bachiller Manuel Rosales, como en aquella clase del profesor Carmona Estanga, firmó su cándida asistencia. Si está en el salón, se espera que no vuelva a salir con su compungido “yo no fui”.