Entre mis más lejanas remembranzas de la niñez destaca un jocoso episodio ocurrido en el Colegio, estando yo en el Segundo Grado de Primaria, cuando el Director le dijo al alumnado que debía elegir un representante –no recuerdo para qué-. A la hora del recreo del día fijado para la elección, los alumnos cursantes del Sexto Grado, los mayores, circularon entre nosotros, los más pequeños (quienes éramos mayoría), poniéndonos chucherías en las manos a cambio de la promesa de votar por el candidato de ellos. Como es natural, acogimos con gran algazara los inesperados regalos, y los mayores dieron por ganada la elección. Tronco´e sorpresa se llevaron cuando se verificó el mini-comicio electoral y ganó por paliza una enana de Tercer Grado y no el representante de la Unidad… digo, el de los mayores. Los frustrados miembros del comando de campaña de Sexto Grado, furiosos, quisieron recuperar las golosinas repartidas, pero ya estaban en los pequeños estómagos de los electores “desleales”, quienes nos dimos el gran atracón y luego votamos por nuestra candidata sin el más mínimo remordimiento de conciencia.
¿Qué fue lo que me hizo acordarme de aquel día? Pues, cuando me enteré, con sorpresa, de que el Comando de Campaña del golpista Rosales ya estaba comenzando a repartir a diestra y siniestra la tarjetita esa del flojibono, “Mi Negra”, con la increíble promesa de que, al ganar su candidato las elecciones presidenciales, ¡se activaría de inmediato, como por arte de magia, y los felices tarjeta habientes comenzarían a cobrar de una vez su respectiva tajada de la renta petrolera!
Francamente: Eso es estar desesperado. Ya es de por sí inaudito que la descerebrada dirigencia de la campaña opositora suponga que puede comprar el voto del pueblo ofreciéndole dinero a manos llenas, como si el electorado estuviera constituido por un hatajo de atrasados mentales; pero llegar al bárbaro extremo de querer hacerle ver que le está entregando ese dinero por adelantado y que, para cobrarlo, sólo falta que el candidato golpista se siente en la silla de Miraflores… semejante estupidez -equivalente a ver a alguien repartiendo cheques sin fondos bajo la promesa de hacer el depósito respectivo que permita el cobro de los cheques si y solo si lo convierten en Presidente-, es un gesto sin precedentes en nuestra historia (o quizás en la historia a nivel mundial): Algo que pretende ser, ni más ni menos, ¡¡una “promesa electoral cumplida de antemano”!! Fantasía de ese tamaño sólo puede provenir de una mentalidad similar a la de aquellos conquistadores de hace seis siglos que llegaban cambiando espejitos por pepitas de oro a los aborígenes. Lo que, según los rosalistas, seguimos siendo. En los tiempos de la puntofijista Cuarta República se hizo práctica común la repartidera de planchas de cinc y de bolsas de comida para comprar el voto de los moradores de los cerros; ahora, al adequismo reencauchado le parece poco aquello, y dice: “qué va, el voto de estos tierrúos tiene que conseguirse a punta de billete; lo del cinc y la papa era suficiente en otros tiempos, pero ahora…”
Como dice el slogan aquel: “Hay cosas que el dinero no puede comprar”. Considerando el cúmulo de inocultables, indiscutibles e irrebatibles logros de la Revolución Bolivariana, sobre todo en materia de Salud, Educación, Economía y Proyección Internacional, y contraponiéndole el perfil netamente adeco, neoliberal, antipueblo, pitiyanqui y hasta desestabilizador y corrupto del candidato Rosales, NI QUE SALGAN BILLETE EN MANO a repartir dinero “por adelantado” para comprar votos van a evitar la descomunal y dolorosísima paliza electoral que les espera el próximo 3 de diciembre. Por la vía comicial, el triunfo del Comandante Chávez es algo absolutamente seguro… para beneficio del país y de toda la población venezolana. El bravo pueblo de hoy ya no se deja marear con cuentos de pajaritos preñados. NO VOLVERÁN.-
Ab. Eduardo Santana Gómez
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