Es indudable, que lo que contemplamos hoy como campaña electoral por parte del oposicionismo, no es un candongo concebido como cuando la “Cuarta”, que se revelaba –entre otras cosas, y en sus años ya de mayor decrepitud- con el uso de artilugios de amolador fecundados por creativos nacionales o importados, o con demostraciones de caminatas atléticas con saltos de charcos incluidos como demostración de una supuesta energía democrática.
Lo de hoy resulta más bien una guerra mediática, donde la derecha, con su evidente poder acumulado de medios radioeléctricos e impresos, unido todo a los ordenanzas patrios de Bush que actúan con una impudicia y con un desmadre sin límites, lo que trata es, a como dé lugar, de retomar el poder que perdieran en afortunada hora. De allí pues que, el ambiente no se muestre festivo del lado del oposicionismo, así véase el uso de actores y actrices profesionales en sus principales actos. Pero no… Es que se ven en verdad todos como agonizantes, como a punto de morir; como muertos. Se ve incluso como si necesitaran de buenos estímulos: de “rodajas y rodajas de carne, de filetes jugosos, de bistecs, de riñones, de criadillas, de mollejas”. En fin, se ven derrotados, y sin apelación, porque saben muy bien que el nocaut será fulminante. Lucen como si quisieran ver su país convertido en un matadero, con calles y avenidas saqueadas y rebosadas de cadáveres despedazados, donde pudieran entrar los perros hambrientos y una peste cualquiera, y otra plaga cualquiera más, mientras llegan sus amados marines en formación a poner orden y entregarles de nuevo el país, para que ellos, a su vez, se lo entreguen a Bush para que se lo vacile hasta el agotamiento del petróleo. Mientras tanto, continúa poniéndoseles rápido el sol, día tras día, al tiempo que van viendo cómo se les van apagando los colores…
Y no es que haya pretendido ser sombrío con el introito, sino que la derecha me apesadumbra cuando veo sus torpezas, sus modos envilecidos de proceder, sus canalladas antidemocráticas, su imperdonable traición a los potenciales ángulos verdaderos y nobles de la POLÍITICAA.
Pues bien, previo a las elecciones de ayer en Ecuador, el candidato Álvaro Novoa, un multimillonario proporcional a los más de los gloriosos tiempos del feudalismo, cerraría su campaña electoral con un acto asaz ignominioso: presentarse con la Biblia y un gran crucifijo colgado sobre el pecho a uno de los barrios más pobres de Quito, para regalar un computador a una escuela de 1.300 alumnos y dos sillas de rueda. También un horno eléctrico a un panadero para que iniciara su negocio, mientras que un furgón de su fundación “Nueva Humanidad” hacía reparto de un pequeño cotillón conteniendo un jabón, un jarabe desparasitante, vitaminas y un colirio que, para colmo, tenían su foto en cada uno, con el sello de la organización, para que en su alocución de cierre terminara arrodillado en actitud deprecante proclamándose el candidato de los pobres, y rogando a Dios el fin de la pobreza y la sanación de los enfermos, y maldiciendo a la oligarquía y a los partidos tradicionales por malucos y culpables de todo ese estropeo tan injusto.
Tan ruin terminaría resultando este acto de final de campaña, que hasta la Conferencia Episcopal sintió pena ajena, y se deslindó del tamaño esperpento electorero ese, haciéndose acreedor, además el candidatucho, a la mofa más que justificada de los “sobrevivientes” del barrio.
Pero observando tales atrocidades de la derecha mundial, se me vino de repente a la imaginación la idea de que Rosales -que ya sabemos bien quién es, y de lo que es capaz- no vaya a salirnos de pronto con un plagio mejorado y, en lugar de lo de Novoa, haga como un “via crucis” con una tarjeta plástica en la mano y con un cartel en la otra subiendo la oferta a “diez millones por chopo” en vez de una cruz a cuestas, y con un gólgota montado a todo trapo en la estación Horno Negro del Metro, proclamándose el candidato de los pobres, maldiciendo a Acción Democrática, a Copey, al MAS (y a los demás partiduchos), a Fedecámaras, a CEDICE y al Grupo Roraima, y acompañado de la Liliana en el rol de María Magdalena, de la Delsa en el de Verónica, y del Emeterio en el de Simón el Cireneo…
¿De que se atrevan a eso? Pues… ¡se atreven!
(Lo que si no garantizo es que la Conferencia Episcopal nuestra llegue a deslindarse…)