Un solo mensaje de amor provocó veinte mil respuestas desesperadas, como cantaría Pablo Neruda en sus poéticos veinte años. La nueva y polémica cuña de Hugo Chávez, cuando la leí por primera vez en la prensa, no me convenció demasiado. No por el canto al amor, sino por un verbo que, en una campaña electoral, da la sensación de debilidad. En la versión televisiva, el carisma y la capacidad comunicativa del candidato salvan ese escollo.
Escribí algunas observaciones críticas para hacérselas llegar a quien corresponda, pero me las guardé porque la cuña del amor tomó un giro inesperado, acaso impensado para sus propios creadores. La reacción en masa de la oposición y el espacio y tiempo que le dedicaron los grandes medios de comunicación del país, provocaron el posicionamiento de la cuña en tiempo record. Un mensaje que creíamos difícil de pegar, los adversarios de Chávez lo pegaron con envidiable eficiencia.
Nunca a una pieza publi-propagandística se le había dedicado tanto espacio y tiempo. Después de su lanzamiento, durante los días subsiguientes, la oposición se olvidó prácticamente de sus candidatos para ocuparse solamente de Hugo Chávez y su nueva imagen. Rosales y su rival el Conde pasaron a un último plano. Quienes no le habían prestado atención a la cuña o no la conocían, empezaron a buscarla como locos. La oposición sólo discutía de Chávez y el amor. O del amor y Chávez.
Los grandes rotativos le reservaron hasta dos páginas al análisis del fenómeno comunicacional. Los tabloides le entregaron nada menos que su primera plana. Quizás por primera vez una cuña merecía que le dedicaran el editorial de la gran prensa. Desde los noticieros hasta los programas de opinión de la televisión se volcaron a comentar la pieza publicitaria. La radio comercial no se quedó atrás.
Los columnistas de oposición, los articulistas antichavistas, los extraviados comunicólogos, todos sin una sola excepción, escribieron sobre lo que, sin duda, los había impactado y conmovido. En mi condición de profesor titular de comunicación social en la UCV, no había visto algo igual en 28 años de docencia. Mis críticas a la cuña quedaron hechas trizas por la masiva reacción opositora. Los enemigos de Chávez, impulsados por el odio, convirtieron en un arrollador éxito publicitario el mensaje del amor.
Son las carambolas del odio cuando se hace de la política un acto irracional. Así le depuraron la Fuerza Armada a Chávez con el 11-A y la gesta de Altamira. Así entregaron PDVSA con un paro sabotaje sin brújula y sin norte. Así ahuyentaron a sus seguidores con guarimbas y trancazos, lo que los llevó a una inapelable derrota en el referéndum (todavía se consuelan gimiendo un fraude que ellos mismo no se creen). Así entregaron totalmente la Asamblea Nacional con una abstención que nada reportó a cambio.
En verdad, con más de 30 puntos de ventaja en todas las encuestas serias, el comandante Hugo Chávez no necesitaba esta inesperada ayuda del antichavismo. La cuña del amor no sólo fue posicionada en tiempo récord por los emporios comunicacionales y los genios de la oposición, sino que le ahorraron al chavismo unos dos mil millones de bolívares en la publicidad gratuita que le han dado. El Comando Miranda, además de expresarles su gratitud, debería colocar en su sede una pancarta que diga: “Con mi oposición no te metas”.