Desde la defenestración de los candidatos Alfaro e Irene por parte de AD y Copei, hasta las épicas batallas en la coordinadora democrática por una tarima o un micrófono, la oposición se ha negado a ver su principal adversario en el espejo. O de este lado del reflejo, en sí misma.
En varios momentos históricos, a partir de 1998, ha logrado concretar –valga la paradoja- una ilusión de unidad, pero ésta se ha difuminado ante la devastadora orfandad de las derrotas. La disociación sicótica y la realidad virtual han sido la saliva de loro con que se ha pegado el engañoso espíritu unitario.
De nuevo se habla de “unidad nacional”, esta vez en torno a una de las candidaturas opositoras. Vetados y negados mediáticamente los demás aspirantes, desde el Conde del Guácharo hasta el señor Luis Reyes con su recurso de amparo contra el veto que lo agobia, se intenta posicionar a Rosales como el centro de la unidad.
Todo eso está muy bien, sólo que a esa candidatura de la “unidad nacional” le han lanzado un misil de cada lado. Por el izquierdo, desde el mismo momento de su postulación, le disparó Acción Democrática, con su secretario general, Ramos Allup, como artillero. Desde la derecha, le acaba de lanzar un cohete la organización Súmate.
Lo del partido AD ya es viejo y esta organización se fracturó entre la cúpula y sus menguadas bases. Lo de Súmate es un golpe bajo pero nada sorprendente. Es la orden de la embajada. En su lucha contra el fantasma del abstencionismo, Rosales y su comando habían logrado conjurar el “temor” hacia las captahuellas. Unos las calificaron de mito y otros de fetiche. No sirven para nada, dijeron.
Esas máquinas, como los cuadernos electrónicos, eran clavo pasado cuando Súmate sale de su encierro temporal para denunciar, precisamente, las llamadas captahuellas. El mismo día, el señor Granier se va a Globovisión para hacerle coro a la franquicia de la señora Machado. El abstencionismo saltó del rincón al que había sido confinado.
Muy mala estrategia esa de cambiar la seña a los electores en la recta final de una campaña. Peor todavía que el candidato de la llamada “unidad nacional” sea desmentido por dos poderosos sectores de esa “unidad”. Súmate es nada menos que la voz de la embajada. Granier cuenta con poder mediático. Así, la ultraderecha ha puesto sus cartas sobre la mesa.
Los cautivos del lugarcomunismo dirán que esta jugada “tiene- varias- lecturas”, sí señor. Más acá de la pedantería intelectual de los analistas de oficio y sin oficio, el mensaje de la derecha es darle una patada a la mesa y, por ende, a la opción electoral y democrática. Los que probaron la manteca del golpismo insisten en meter la lengua en tapara.
Entre los electores que creyeron en el cuento del “empate técnico” y el “cruce de las líneas” en las encuestas, ha renacido la incertidumbre. Los abstencionistas, bajo la batuta de la embajada, vienen por lo suyo. AD, COPEI, Súmate y Granier creen que poco tienen que perder en la aventura. Para Un Nuevo Tiempo y Primero Justicia, será un estúpido suicidio en primavera. Pero el que va a caer no ve el hoyo, dicen. Como aquel 13 de abril de 2002.