De verdad que uno termina lamentándose por lo que le está pasando al señor Rosales; quizás sea porque durante largo tiempo (hasta la aparición de Chávez en la escena política) estuvimos votando por candidatos presidenciales sin mayor opción de triunfo, pues ni siquiera llegamos a votar por Rafael Caldera II pese a que en esa oportunidad tuviese el apoyo del PCV, tarjeta que siempre hemos acompañado.
Lo cierto es que a la fecha de hoy, a pocos días de las elecciones presidenciales y visto el panorama que se nos presenta, sentimos que al señor Rosales le echaron un vainón (o, en todo caso, él permitió que se lo echaran). Antes de que arrancara este embrollo del candidato único, él permanecía en el Zulia sin mayores aspavientos. Primero como concejal, un edil de esos que no sorprenden a nadie con una brillante idea. Eso sí, con ese anonimato que les permite ir acumulando cierto dinero. Luego de Alcalde. Y, por último de gobernador.
Desde esa posición nadie sabía, por ejemplo, que el tipo no tenía ni idea de cuántos barriles diarios de petróleo producía Venezuela. No era asunto suyo, sólo se servía de los recursos petroleros que el gobierno nacional le enviaba para convertirse en un pequeño capo en su estado.
Tampoco se enteraba nadie en este país que él era capaz de morirse si lo mataban, ni que tenía la habilidad de pedirle peras al horno o de escuchar cantos de ballena. Nada, no hubiese pasado por ratos tan desagradables que lo llegaron a convertir en el hazmerreír de periodistas, opinadores, observadores, investigadores, políticos y hasta de nuestros hijos, quienes sin ser grandes lectores han terminado por armar chistes en torno a este pobre hombre.
A estas alturas el asunto de la candidatura se le ha puesto tan peliaguda que eso deslices verbales, que ese exhibicionismo de ignorancia, queda en lo meramente anecdótico; quizás en el futuro alguien haga referencia a ellos sólo para hacerse el cómico en una echadora de palos.
Lo peliagudo está en el cómo responderle a las distintas corrientes que se han movido para apoyarlo. Primero está ese cuento que le echan de que sus electores no van a las concentraciones ni avalanchas ni a cuanta vaina le inventen porque le temen a una lista, pero que son electores seguros que el 3 de diciembre se expresarán. Y el tipo a lo mejor hasta se lo cree.
Luego está el lío del 3 de diciembre por la noche. Unos lo jalan para que siga dentro del juego democrático y asuma su derrota cuando el CNE anuncie los resultados. Seguirá siendo gobernador del Zulia, poco a poco la gente se olvidará de las peras al horno, ligará que el Presidente Chávez olvide las pendejadas que le dijo aunque no lo nombre embajador como a Arias Cárdenas. Y tranquilo.
Pero otros le dicen de una vez que se declare en rebeldía, en desobediencia civil, que denuncie fraude, que se vaya a la calle, que arme la guarimba y siga por allí, sin aceptar los resultados, así los mismos cuenten con la aprobación de observadores extraterrestres. +
Nos suponemos que, limitaciones intelectuales aparte, el tipo sea capaz de recordar por el barranco que han lazado a los Carlos Ortega, Carmona Estanga, Carlos Fernández, Enrique Mendoza y otros, mientras ellos siguen con vida política.
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