Los gluteos del guaidoismo

En los anales de la historia se han recopilado, en centenares de tomos, numerosos episodios que nos revela la existencia de individuos cuyos nombres dieron origen a conceptos filosóficos, que un momento determinado cambiaron el curso de la humanidad. Puedo citar a Platón que nos legó el platonismo y los platónicos. Aquellos seres que consideran el amor como un sentimiento idealizado, además nos dejó el llamado "dualismo epistemológico, en el cual se manifiesta la existencia de dos tipos de principios diversos y contrarios; Cristo, que dio origen al cristianismo, basado en el advenimiento de la felicidad eterna, la salvación del alma y la inmortalidad, tal doctrina tomó como símbolo la cruz, por la cual murieron miles de seres humanos; Marx, que gestó lo que hoy se conoce como marxismo, doctrina filosófica, política y económica opuesta al capitalismo, así mismo, defiende una sociedad sin clases; Bolívar quien con su llama ardiente alimentó los pebeteros de su gloria inmortal para crear el bolivarianismo, cuya idea política, económica, social, jurídica y militar apunta hacia la integración de los pueblos de América basada en el trabajo cooperativo y la solidaridad; Chávez, retoma las ideas de Bolívar sobre la unión de los países suramericanos y bajo la noción del "Árbol de la tres raíces" fundamenta la formación de un nuevo concepto del socialismo del siglo XXI en lo que hoy se conoce como chavismo. Son diversos los seres que podría citar, cuyos nombres suscitaron conceptos doctrinarios filosóficos, que cada persona podría considerarlo bueno o malo, según su valoración.

En Venezuela, a raíz de la pérdida de la cuarta república salieron a luz nuevos liderazgo que pareciera que juzgaran la emancipación como un accidente y no como producto del esfuerzo consumado por numerosos venezolanos para imponer la ideología republicana, lejos del concepto colonial. Actualmente algunos revolucionarios y revolucionarias luchan denodadamente para poner en vigencia la democracia socialista, participativa y protagónica, basada en el poder popular y el repartimiento equitativo de nuestra riqueza.

Nuevos nombres aparecen que al poco tiempo se esfuman como secuela de la inexorable pátina del tiempo y que luego nadie recordará. Un ejemplo patético es el caso de Henrique Capriles. Su nombre originó lo que se conoce como el "caprilismo" fundamentado en la nadería y que en definitiva engendró el célebre "nadaísmo". Este comportamiento se manifestó en el acto de su proclamación como candidato presidencial. El joven político (en aquella época) algo turulato, recuperado de un soponcio subió a la tarima para recibir los aplausos, la gloria y las ovaciones de sus eufóricos acólitos. Recuerdo que la muchedumbre lo encomiaba con clamores para reforzar el semblante del alicaído y el hombre no dio muestra de mejoría. Pasado el tiempo, luego de un prolongado silencio sus conmilitones advirtieron que Henrique no tenía nada que decir, surge así el nadaísmo de Capriles. Con el tiempo todo el mundo conoció que el nadaismo de aquel candidato, no estaba vinculado solo con aquel nefasto momento de la proclamación, sino también al nadaísmo de la política, al nadaísmo de la economía y al nadaísmo social.

Es normal que de toda doctrina o concepto filosófico surjan escuelas disidentes del concepto primigenio. Es el caso de la Gestalt que apareció en Alemania a principios del siglo XX como reacción a la psicología conductista. Al nadaísmo de Caprilesse opone el guaidoismo de Juan Guaidó, consecuencia del liderazgo que se cierne sobre el implacable destino de los elegidos. El diputado Guaidó comprendió que no son siempre los deseos los que determinan el sino y la misión de un hombre, sino otras circunstancias, algo predeterminado que lo indujo a la búsqueda de una presidencia virtual.

Juan Guaidó dejó atrás el nadaísmo de Capriles y se esforzó para crear su propio nadaísmo. La nada auténtica, la nada patética es la base fundamental de su concepción política. Justamente allí, en la nada real, en la nada certificada donde empieza su filosofía, un mundo formado por ausencia de conceptos pero robustecidos por elementos virtuales, nociones intangibles que solo existen en su cerebro. Sus asesores son una especie de místicos, una especie de pensadores que no lograron emanciparse de los lineamientos impuestos en el extranjero y cautivados por las representaciones vinculadas con el mundo pecuniario. No son en realidad pensadores, son vulgares mercachifles encubiertos, filósofos sin convicciones, partidos sin militantes y políticos sin futuro.

Es conocido por todos que muchas doctrinas están asociadas con una simbología, el cristianismo con la Cruz; el comunismo con la hoz y el martillo; el nacionalsocialismo con la cruz gamada; la bandera con el yugo y la flechas representa el falangismo español; el uribismo con la sierra eléctrica; el águila bicéfala es el símbolo del zarismo ruso, del sacro imperio romano, del imperio austrohúngaro, entre varias culturas. Es por eso que el guaidoismo utiliza el mejor símbolo representativo de la ausencia de doctrina y de una carencia pensamiento filosófico, como es las nalgas de Juan Guaidó, el cual encarna la indignidad, la entrega total al colonizador, la sumisión y la carencia de valores.

La ONU, en algunas de sus reuniones, ha vivido momentos estelares que todavía alguien los recuerda o en mejor de los casos, pueden ser indagados en una hemeroteca o en videos. Es el caso del exdirigente de la Unión Soviética Nikita Jrushchov, quien con su célebre zapatazo calentó la Guerra Fría en el 1960. El líder soviético se despojó el zapato en plena Asamblea de la ONU para esgrimirlo contra sus enemigos. O aquel conocido instante cuando mi comandante Chávez exclamó, ante la sorpresa de los asambleístas: "Ayer el diablo estuvo aquí. Huele a azufre todavía", en alusión a satán encarnado en el expresidente Bush, quien en el año 2006 estuvo también presente en la reunión. Haciendo un ejercicio de fantasía imagino al presidente virtual Juan Guaidó, representado una república inexistente. Seguramente, ante una ira incontenible al escuchar frases del algún asambleísta contradiciendo al presidente norteamericano, solicitará la palabra. En el momento de arengar su pobre discurso se dirigirá hacia el medio de la sala y se colocará de espalda a los asistentes. Y con el protocolo que permite el organismo intencional, se bajará los pantalones para mostrarle sus nalgas a los asambleístas como muestra de su ira por la afrenta del delegado que lo antecedió y como señal de sumisión a su amo del norte.

Es posible que los políticos conserven en resguardo ciertos pensamientos o ciertas concepciones que no la hacen pública para mantener, en algún momento, cierta capacidad de maniobra frente a un grupo o en una reunión de presidentes. El símbolo del guaidoismo muestra la rendija, apretada por sus nalgas peludas y repugnantes para evitar que los pensamientos de Guaidó afloren. Siempre estarán guarecidos en un hueco muy profundo en donde esconde sus más celebres pensamientos. Se debe estar consiente que existe un límite que va más allá de la razón y que es allí donde comienza la estupidez. Y no me cabe la menor duda que de eso sabe mucho el diputado Juan Guaidó, así mismo, es en aquella oquedad escondida en la simbología de su partido, donde están muy bien resguardado todo su conceptos sobre la política y sobre la realidad de un mundo alucinante.

Parece que el orbe moderno la tecnología o el dinero permite improvisar hombres y mujeres en el acontecer político, es por eso que vemos en la geografía del planeta a seres carentes de formación y de sensibilidad emitiendo opinión sobre lo que ignora. Bien lo afirmó Simón sobre el método que se debe seguir en la educación de su sobrino Fernando Bolívar, en 1825: "La historia, a semejanza de los idiomas, debe principiarse a aprender por la contemporánea, para ir remontando por grados hasta llegar a los tiempos oscuros de la fábula". Lee que algo queda.



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Enoc Sánchez


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