La felonía de Juan Guaidó

La nacionalidad es la condición que reconoce la pertenencia a un estado o nación, lo que conlleva una serie de derechos y deberes políticos y sociales. Más allá del acto administrativo, de la expedición de una partida de nacimiento, de una cédula o de un pasaporte, la nacionalidad está vinculada a un sentimiento sublime que se llama amor a la patria que nos arraiga a un territorio, a la familia, a sus semejantes, a la historia, a la cultura, a los amigos, así mismo, se alimenta de hermosos recuerdos de tiempos vividos. Evidentemente, cada quien es libre de percibir ciertos sentimientos y quien no experimenta el amor hacia su patria es un ser desarraigado, desligado de la tierra que lo vio nacer y crecer y por tal razón no le debe fidelidad a un sistema jurídico y a una tradición histórica. 

Ciertamente, el concepto  de nacionalidad es un sentimiento, una pasión humana. Los animales carecen de estos entusiasmos y no están amarrados a las tradiciones, las mismas que nos hacen diferentes a otros por el uso de un idioma, una cultura y una manera de ver la vida. Por lo general, la nacionalidad está enlazada a una conducta humanitaria dado que, como consecuencia del sentimiento patrio, cada persona se preocupa por el bienestar de sus paisanos, para así lograr una convivencia pacífica entre los habitantes reunidos entre los linderos de una frontera.

Indudablemente quienes quebrantan las leyes de una nación para beneficiar a los gobernantes de otro país, quienes actúan para entregar las riquezas de una nación a empresas extranjeras, quienes perjudican a sus compatriotas causándoles sufrimientos de diversos tipos, por ejemplo: solicitando a gobiernos extranjeros la aplicación de sanciones económicas y financieras, bloqueos de tipo económicos,  propiciando invasiones militares para instalar gobiernos títeres que complazcan directrices no nacionales, quienes en acciones genocidas son responsables de la muertes de sus compatriotas, entre otros males, no se le pueden dar otro nombre que el de felones, es decir, traidores a la patria.   

La felonía es una de las acciones más depreciable a la que puede apelar un individuo para satisfacer aspiraciones personales, bien sea pecuniarias o bien para alimentar el ego. La traición y sobre todo, la traición a la patria es algo denigrante, es parte de la contracultura de ciertos seres humanos  capaces de entregar lo que no les pertenece solo por satisfacción particular. En la mayoría de los casos y en lo que registra la historia las acciones de traición a la patria eran soterradas, se desarrollaban de manera subrepticia dado que el culpable, de alguna manera, se sentía avergonzado por sus acciones.

Venezuela y el mundo a través de la prensa, la televisión y las redes sociales están presenciando a diversos “lideres” venezolanos de la oposición, quienes de manera descarada solicitan la aplicación de sanciones económicas y financieras, bloqueos mercantiles que impida la exportación de nuestros productos, lo cual traería graves consecuencias al país tales como la que experimentamos en la actualidad como: inflación inducida, carencia de alimentos y medicinas e inmigración de nuestros connacionales que buscan fuera de la fronteras un alivio de la situación económica de la familia. Así mismo,  como epílogo de esta maquinación, suplican la invasión de ejércitos extranjeros que violen el sagrado suelo de nuestra patria. Los felones de la oposición no se esconden y se sienten orgullosos de sus actos que lindan en la monstruosidad de sus obras.

Juan Guaidó, María Corina Machado, Edgar Sambrano, Luis Florido, Diego Arria, Carlos Vecchio, Leopoldo López, Freddy Guevara, David Smolansky, entre otros. Salieron de las sentinas de la política, de las cloacas sociales para emerger empuñando los blasones de a traición para que con sus acciones entregar el país a las avaras corporaciones globalizadas, a las empresas que desean nuestras materias primas para robárselas tal como lo hicieron durante el siglo XX. Para aquellos vasallos del imperio,  los referidos anteriormente parece que la venezolanidad es solo un vínculo jurídico, solo un acto de tipo administrativo que no tiene arraigo con el territorio que los vio nacer. Para estos personales nefastos Venezuela es un negocio, una tierra que se puede subastar, que se puede vender al mejor postor. No soy especialista en nada y sobre todo carezco de los conocimientos jurídicos para juzgar las acciones de aquellos nefastos individuos, pero tengo la certeza que en otros países, tales comportamientos son condenados con penas máximas.  

Es descarado como funcionarios estadounidenses, como le propio bufón Trump, declara en la tv internacional que ellos aspiran nuestros petróleo para que las empresas internacionales, sobre todo las de USA exploten nuestra reservas energéticas, las más grandes del mundo. Es sorprendente que ninguno de los líderes de la oposición, salvo pocas excepciones, no reaccionen ante estas nefastas intenciones, en el caso negado de que Juan Guaidó, logre manejar o administrar los recursos de nuestra patria.

No cabe duda, para el imperio la guerra es un negocio y no le importa sus cruentas consecuencias. Esta aseveración no es nada nueva y para esto me remito a una carta que la zarina Catalina II de Rusia le envió su gran amigo Voltaire: “…La guerra ha sido siempre el principal de los agentes que han iniciado entre nosotros el movimiento industrial; y cada guerra, en fin, dio a luz en el Imperio algún nuevo recurso para dar vida y estímulo a circulación y al comercio…” Eran tiempos de la guerra entre Rusia y Turquía y tal como ahora, la alianza Trump y Guaidó será lucrativa para ambos.  

La traición a la patria de Juan Guaidó y de María Corina y de otros nefastos personajes es “noticia criminis”. Esta transgresión a la ley es pública y notoria, todos los televidentes y lectores de prensa están enterados que todos ellos violaron la Constitución y pueden ser juzgados  por su delitos en fragancia. Son muchos los sufrimientos de venezolanos y extranjeros radicados en el país que están sobrellevando las graves consecuencias de las medidas aplicadas a solicitud de estos delincuentes políticos. Inclusive algunos fallecidos por falta de medicinas, imposible de comprarlas dado lo improbable de adquirirlos en los mercados internacionales.

Pareciera que algunos venezolanos, sobre todos los militantes de la oposición, desconocen las consecuencias de una invasión militar extrajera. Juzgo que muchos de ellos no han vistos lo videos de la intervención de EEUU y la OTAN en Irak, Libia, Siria y el Yemen. Allí se observa claramente los crímenes cometidos por estos verdugos, son una muestra de la maldad concebida por detestable seres humanos. Bestias abominables que no se conmueven ante la imagen de un niño descuartizado por una bomba, ante los seres humanos mutilados durante bombardeos inmisericorde, ante las madres orando con la mirada perdida hacia el cielo por la pérdida de sus seres queridos, poblaciones devastadas ante las conductas resignadas y desoladora de los habitantes. Estos endriagos detestables son los socios de Juan Guaidó y María Corina cuyo título de madre le queda grande y otros, que como ellos fanfarronean exultantes como traidores a la patria sin ninguna muestra de vergüenza. 

No creo en frases o aforismos que afirmen, como por ejemplo “que lo que se hace en la tierra aquí se paga”, “o que a los malos Dios le tendrá un puesto en el infierno”. Lamentablemente   no creo en ni apotegmas ni en Dios y he vistos como seres diabólicos como Regan, Pinochet, Nixon, Obama, los Busch, entre tantos malos llegan a viejo al lado de sus nietos sin pagar por los males que  causaron a la humanidad. Espero sinceramente que los traidores a patria, que todos conocemos, paguen sus delitos ahora y en este momento y no esperemos que un tribunal divino (que no existe) o un Dios (que tampoco existe) se encargue de ellos. Que sea un tribunal terrenal al que se le encomiende juzgar y condenar los crimines de lesa humanidad en lo que están involucrados estos infaustos personales.

A manera de cierre ¿qué va hacer la comunidad internacional ante la arremetida, ante la violación descarada de los convenios internacionales del gobierno de USA al ingresar su policía de forma insolente a la embajada venezolana en Washington? Simón de la Trinidad nos enseñó en una carta a José María del Castillo 1828 que “Todo el cuerpo de la historia enseña que las gangrenas políticas no se curan con paliativos”. Lee que algo queda.    



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Enoc Sánchez


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