La reciente lectura de una novela de espionaje, con saldo a favor de los gringos y desfavorable a los norcoreanos, más una conversación con un amigo de mi adolescencia, hoy furibundo antichavista, en la que me aseguraba estar convencido de que el gobierno tiene infiltrada la oposición para así destruirla desde adentro, me llevó a considerar varios casos nada comunes en el mundo político venezolano.
Recordé que en tiempos de Marta Colomina en uno de los canales privados, a un amigo escritor, de los llamados chavistas de oposición o, en todo caso, chavistas críticos, cuando sufría una baja de chavismo y el ácido de sus críticas al gobierno del comandante subía, su hija lo sentaba frente al programa de la Colomina y en un santiamén mi amigo recuperaba su chavismo.
Meses más tarde, un programa radial en Margarita, producido y conducido por dos antichavistas inteligentes y de muy buen humor, con una gran audiencia, tan bueno que yo lo escuchaba, fue sacado del aire para ubicar en ese horario a Marta Colomina. La medida favoreció a Chávez.
¿Es Marta Colomina una infiltrada en la oposición?
Otro caso es el de Pablo Medina. Verlo en una rueda de prensa, tan serio él, tan dándosela de James Bond, con un disco duro asido con fuerza y levantándolo como un trofeo, para asegurar que allí –en el perol que tenía en su manos- estaban las pruebas de un presunto fraude en el Referéndum Presidencial y, luego, sabiéndolo que declara desde la “clandestinidad” para decir que el resultado de las elecciones del pasado 3 de diciembre fue modificado por un satélite árabe, es asumirlo como otro infiltrado.
Sólo una persona pagada para que diga tantas bolserías desde la oposición, pero que favorecen a Chávez, puede hacerlo tan bien.
En definitiva, Pablo Medina no se ha ido de la izquierda, sólo que su misión es trabajar desde la oposición a favor del Presidente.
Otro extremo es Gerardo Blyde, porque este caballero muy atildado él, siempre ha aparecido como de la derecha, y al parecer no es así. Yo creo que Chávez lo infiltró en el mundo de la derecha desde antes del 4 de febrero de 1992. Y lo tuvo allí hasta el momento justo.
Y, efectivamente, el trabajo de Blyde fue paciente y vino a dar sus frutos en la recién finalizada campaña electoral, cuando tras varios meses de la misma, el gobierno no encontraba una consigna, un slogan, unas palabras que tuviesen pegada, que sirviesen para identificar al Presidente y su candidatura.
Un buen día, Blyde, sin abandonar su cara de derecha, ni su gomina calderista, presentó la consigna ante el país, y lo hizo con un video que se fue repitiendo una y otra vez, tal como era el propósito de este infiltrado. Así el roja, rojita se hizo también rojo, rojito hasta el día de hoy.
¿Hay más infiltrados? Sospechen de Ledezma, pues cada vez que declara Chávez sube su popularidad.
Debe haber muchos más.
salima36@cantv.net