Mientras metía en grandes cajas los costosos regalos, los puntos de cuenta, las carpetas, los libros, las revistas, las botellas, los adornitos de Nueva Era y otras mariquerías que acumuló y se salvaron de la inundación del despacho en Parque Central, Teodoro Petkoff acarició la idea de poder quedarse en Cordiplan. Ya era un secreto a vox populi que Chávez conservaría en Hacienda a Maritza Izaguirre.
El tránsfuga se ocupó de hacer correr una bola entre algunos periodistas de sus afectos. Llamó a Francisco Bautista (alías Kico) y a Juan Carlos Zapata (alias Zapatina) para contarles, eso sí off the récord, sobre una reunión secreta con José Vicente Rangel, Luis Miquilena y Hugo Chávez. “Me pidieron que me quedara. Bueno, los voy ayudar con la comisión de enlace. Yo apuesto al éxito de Chávez porque ese es el éxito de Venezuela”. Comisión de enlace en la que destacaba por parte del gobierno saliente su amigo Armando León.
La versión prendió. La pregunta sobre su permanencia en Cordiplan se hizo obligatoria. Apenas Teddy asomaba los bigotes, hasta el reportero más distraído abordaba el tema. Pero la realidad era otra, Chávez había condicionado aceptar el apoyo del MAS a cambio de las cabezas de Pompeyo y Teodoro, compromiso que Puchi y Mujica cumplieron. Conspiraron en las bases del partido hasta derrotar al teodorismo. Entendieron que el sólo respaldo a la candidatura del comandante, haría correr al binomio de oro. Hacia ese objetivo enfilaron las baterías. Los nuevos herederos del MAS además querían evitar que Teo les disputara algún cambur.
Con la llegada de Chávez a Miraflores, Petkoff quedaba huérfano de poder. Salvo el poder del dinero, políticamente había perdido al MAS; las posibilidades de reinar en Convergencia eran nulas, con la soberbia de Los Caldera bastaba y sobraba; en AD no tenía nada que buscar a pesar de sus coqueteos con el ya menguado alfarismo y, como si fuera poco, muchos de sus viejos enemigos y nuevos detractores emprenderían la cacería, algunos con facturas legítimas, otros por pura ociosidad.
Nueva trinchera
Apenas el líder del 4-F juró sobre la moribunda, el 2 de febrero de 1999, fue bestial la estampida de los ministros salientes. Petkoff, por su parte, agarró el primer vuelo rumbo a París, por supuesto, junto a Naugin Pastori, su cuarta esposa. Visitaron amigos, nietos, hijos, museos, restaurantes, tiendas zapaterías, cines y espectáculos. Comieron caviar, langostas, ancas de ranas, caracoles. Y tomaron champaña, la verdadera con denominación de origen. Con su pasaporte de ciudadano de la comunidad europea y su cédula de identidad búlgara, Teo disfruta del viejo continente sin ninguna restricción.
Un chárter de 30 días fue suficiente para recargar las pilas. Muchas cosas ya estaban encaminadas. Un mes sin aparecer en los medios, generaba en Petkoff una crisis de abstinencia casi mortal. Al regresar, puso en marcha nuevamente la maquinaria promocional. El 16 de marzo de 1999, el diario El Universal titulaba: “Petkoff será director del diario El Mundo”. En el texto: “Extraoficialmente se conoció ayer que el ex ministro de Cordiplan y ex dirigente del Movimiento al Socialismo, Teodoro Petkoff, será el nuevo director del diario vespertino El Mundo (...) Aparte de esta designación, también se conoció que será incorporado al staff de este producto editorial de la Cadena Capriles, el periodista Juan Carlos Zapata, quien ejercerá la jefatura de redacción del diario y cuya trayectoria incluye una vasta experiencia en distintos medios impresos y en la edición de la publicación Descifrado, a la cual se accede por suscripción y por página con site en la web”.
“Par de joyas”, expresó un viejo periodista. Uno cacorro y el otro marica, pero en definitiva ambos ladrones. El binomio seleccionado por Los Capriles (fue en consenso López-Cañizaro) puso muy cabezón a José Calvo Otero, primo de Miguel Henrique Otero. El Nacional había sido el blanco favorito de Petkoff durante su pugilato gubernamental. ¿Qué pretendía Teddy? ¿Robarles lectores? ¿Llevarse a sus mejores periodistas? ¿Escandalizar entorno al apoyo que Chávez encontró en el Ateneo de Caracas y en la línea informativa de Puerto Escondido, en su época de candidato?
La verdad era otra. El objetivo muy sencillo: protegerse y proteger a Los Caldera de los ataques postgobierno. Desde esa trinchera, Teodoro contrarrestaría cualquier ataque por parte de Miguel Henrique Otero, a quien había bautizado como bobolongo, y sus secuaces, que además asumirían cargos de poder en el nuevo gobierno, como el caso de Alfredo Peña. Y, por supuesto, vengarse de Chávez, quien no lo quería cerca de él ni en afiche. El anuncio se concretó el 12 de abril, Petkoff y Zapata tomaron posesión de sendas oficinas en la Torre de la Prensa.
No había calentado aún el asiento en la dirección del periódico por tradición anticomunista de la Cadena Global, cuando con un gran titular de apertura el chismoso Zapata mandaba a rotativa: “¿Qué vaina es esa? Aumento salarial de 60% para los militares. Servidores públicos y privados apenas alcanzarán 20%”. De inmediato, Chávez negó de manera determinante la veracidad de la información y la calificó de "una inmensa mentira, una mentira del tamaño del sol. Claro, aquí hay toda una intención, una dañina intención", subrayó el gobernante, mientras mostraba el periódico y leía titular y sumario de primera página.
Igualmente, el ministro de la Defensa de entonces, Raúl Salazar (hoy visceral enemigo del gobierno del que se enriqueció), desmintió categóricamente los aumentos y exhortó a Petkoff a mejorar su vocabulario. Mediante una misiva le solicitó rectificar. Sin embargo, el ex ministro de Cordiplan insistió en la veracidad de la información, la cual fue desmentida por los hechos.
El Mundo se llenó de titulares sin fundamento 90 por ciento de las veces. Las informaciones altamente sensacionalistas e incluso amarillistas, como el referido al reloj de Chávez. En esa oportunidad, el dúo dinámico, porque ellos se creían los Batman y Robin del periodismo, montaron un notición de un chisme escrito por Marianella Salazar. Lanzaron la tesis de que el Presidente engañaba al pueblo con su Cartier. Lo presentaron como una verdadera traición a las ideas y a la propuesta política. El vespertino, pues, se convirtió en cuartel general de su estrategia personal para terminar de acabar con Venezuela. Mientras peor pintara el panorama, menos mala sería juzgada su gestión y la administración de su jefe Caldera.
Estos osados del llamado neopalangrismo periodístico hicieron gala de gran torpeza. Nombraron la soga en casa del ahorcado, porque si alguien ha traicionado pueblo, ideas, creyentes, mujeres y maricones en Venezuela se llama Teodoro Petkoff, quien una cosa ha predicado desde la tropa; y otra desde el comando. O es un invento como el ex ministro de Cordiplan pulverizaba el "paquete de Miguelito" desde su columna de El Universal, y que luego terminó dirigiendo los acuerdos con el FMI desde el ejecutivo. El salvador del régimen, como le decían, no protestaba "qué vaina es esa" cuando el presidente Caldera lo encomendaba a las más inverosímiles tareas. Así son las cosas, diría el experimentado Oscar Yanes (lo de veterano queda para Zapata).
Preñado de ilusiones
Pero la aventura le duró muy poco. El 21 de diciembre de 1999, después de lo que calificó como “ocho meses verdaderamente excitantes”, Teodoro se despidió de la dirección del diario El Mundo. Fue un embarazo sin parto. Quedó preñado de las ilusiones que engendra el poder de la tinta.
Petkoff argumentó que en vista de las tremendas presiones ejercidas por el Gobierno sobre la familia Capriles-López, y debido a que las razones de tal presión tenían que ver con su condición de director del vespertino, de común acuerdo, se había decidido su separación del cargo.
Los Capriles, ante la renuncia de Petkoff, publicaron en sus medios un comunicado afirmando que aceptaban la renuncia de Petkoff. Porque él, Teochoro, sí firmó una carta de renuncia.
El caradurismo y descaro de Petkoff lo llevó incluso a declarar sus “temores” ante la posibilidad de que la libertad de expresión no saliera bien parada de ese episodio, es decir, su salida de El Mundo. Sin cortapisa acusó al gobierno de inescrupuloso y trajo a colación los años cuando Lusinchi presionaba a los periódicos con Recadi. Se habrá visto pajarraco con soberano rabo de paja acercándose a la candela. Fingió amnesia con relación a cómo las presiones de Los Caldera a través de la OTAC jodieron y silenciaron a más de uno.
En realidad, la salida de Petkoff de El Mundo no fue de mayor interés para la opinión pública. El sentir popular era de regocijo por la noticia. Petkoff se había quedado sin trabajo. ¡Qué bueno! Después de todo, se trataba del cabrón que habría despedido a 50.000 trabajadores de la administración pública. Amén de la desaparecida clase media, de los industriales quebrados, de la crisis bancaria, de las víctimas de las privatizaciones y paremos el rosario.
Por su parte, en El Nacional comenzaban a recoger la cosecha de la semilla que germinó aquel 4 de febrero de 1992, cuando Miguel Henrique Otero y Alfredo Peña enfrentaron al censor Pedro Pablo Alcántara. Luego vino el apoyo a los golpistas en prisión. Más tarde, el respaldo informativo y logístico al candidato del “por ahora”. Y, por último, la Secretaría de la Presidencia para Peña, un rasante paso de Carmen Ramia por la extinta OCI, un sustancioso incremento presupuestario para el Ateneo, muchas visitas y entrevistas en exclusiva para la redacción de Puerto Escondido, aparte de otras cosas escondidas en las tormentosas pretensiones y exigencias que Otero Castillo hizo, y Chávez Frías se negó ha concederle; como, por ejemplo, una concesión de televisión y la dirección de Conatel para un personaje de su confianza: el bufón Tulio Álvarez, alias Luis Chumaceiro. Este, por cierto, tuvo una rasante pasantía en la Consultoría Jurídica de Miraflores, de la que salió disparado por borracho, bocón y por un apasionado episodio con Peña.
La historia que Zapata no escribirá
Rafael Del Naranco fue designado director del vespertino. Petkoff acusó directamente a Luis Miquilena por su salida de El Mundo. Dijo que el viejo urredeco habría sido el artífice intelectual del chantaje a Los Capriles. Señaló además las participaciones en la componenda de José Vicente Rangel e Ignacio Arcaya.
Rangel, en ese entonces Canciller, admitió públicamente haberse reunido en varias oportunidades con Teodoro, Luis Miquilena e Ignacio Arcaya para tratar el caso de la sucesión Capriles y otros asuntos de interés. Recalcó que Petkoff hacía las veces de abogado de la Cadena en dichos encuentros. Teddy apeló a los recursos acomodaticios y se justificó: “Obviamente, el lector menos avispado puede percibir que esas reuniones no podían tener otro objetivo que tratar este caso. Yo actuaba como abogado de mí mismo, puesto que no tenía ningún interés en dejar de ser director de El Mundo”. En otras palabras, estaba defendiendo la chamba.
Los conflictos judiciales y extra judiciales entre los medio hermanos y la salomónica solución final, debía someterse al trago amargo de los impuestos sucesorales. Había mucho en juego para arriesgarlo por un aventurero a sueldo. También para el gobierno era incomodo dejar pasar liso tantos millones y tenerse que calar el cinismo y las ironías de Teddy con los bolsillos remozados en dólares.
Justo es reconocer que Petkoff no convenía para nada a los herederos de la Torre de la Prensa. Se trataba de un personaje ampliamente conocido por metiche y traidor, que pretendía asumir la intermediación de una incuantificable fortuna dejada por el viejo Miguel Ángel Capriles a sus dos familias, López y Canizaro. ¿De cuánto era la comisión a la que aspiraba como destacado experto en evadir impuestos sucesorales?
En síntesis, el ex ministro ratificó todos los señalamientos que hizo a raíz de su renuncia al diario. E insistió en que Ignacio Arcaya, nos imaginamos que seducido por los ojos verdes del catire, aflojó: “El problema eres tú, Teodoro”. ¿O diría teadoro?
De allí partió a inaugurar esa alcantarilla que no llegó a concretar tras sus aspiraciones a ser alcalde de Caracas, y que ahora se llama Tal Cual.
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