Guardo en mi archivo personal y en un lugar que tengo a buen resguardo, papeles de variado tipo. Entre esos papeles se encuentran algunos manuscritos, salidos de la creación intelectual de Manuel Rosales que me fueron cedidos gentilmente por el autor, en uno de esos arranques de desprendimiento que le son habituales, con el ruego de conservarlos, no sé con que designio inescrutable para mí en aquellos años.
En cierta oportunidad fui profesor en la Universidad del Zulia, donde me gané excelentes amigos y a través de ellos pude tener acceso a la biblioteca de Manuel, la que me hizo recordar la del Dr. Uslar Pietri, allá en su casa de La Florida. Papeles por aquí, papeles por allá, libros con notas en casi todas sus páginas, en fin, era aquel un ambiente donde se respiraba cultura, civilización, erudición. ¡Cómo no recordar aquellos años en el Zulia!
En una de esas visitas que hacíamos por razones meramente académicas, haciendo abstracción de lo político-partidista, pude observar que en un anaquel que estaba situado en un pasillo, se encontraban unos cuadernos, que al tenerlos entre mis manos la emoción invadió mi ser, pues contenían los manuscritos mencionados. Mis amigos José Enrique Finol, Aquiles Materán, Gastón Parra y Antonio Castejón, me han envidiado desde entonces.
Cada cuaderno trataba un tema en particular, unos eran ensayos sobre la realidad nacional, cuya profundidad y erudición me hicieron recordar vagamente a Mariano Picón Salas, que es considerado como uno de los más grandes humanistas de este país, además de filósofo, historiador, ensayista, novelista, crítico y biógrafo. También percibí en los escritos históricos, alusiones a don Mario Briceño Iragorry. Otros, eran versos cuya lectura hizo volar mi mente al eximio poeta José Antonio Ramos Sucre, pero claro, sin la profundidad de éste y pude descubrir esta lejanísima influencia cuando escribe, refiriéndose a Cumaná de “esa idolatrada Jerusalén”, mientras que en Manuel es “esa idolatrada Miami”, al referirse a Maracaibo. Ese cuaderno se titula “Las Formas de la Candela”, mientras que la obra de Ramos Sucre es “Las Formas del Fuego”. Simples coincidencias.
Un cuaderno me llamó la atención, porque estaba titulado “Gnosis y Praxis del Mojito en Coco”, y era, en palabras de Manuel vertidas en el introito, “…una aproximación angustiosa al devenir cuántico de la intergalactidad atmosférica, de la esencialidad zuliana desde el vértice cósmico transversal…” Me eximo de comentarios sobre este texto, por respeto a la obra de este compatriota, cuya altura intelectual está muy por encima del común mortal.
En otro cuaderno Manuel había vertido, un poco fuera de la escrupulosa disciplina intelectual que se imponía, notas que hablaban de fundar una revista que se llamaría “Orden Nuevo”, operada desde la superestructura del sistema, que instala pautas de consenso, de aceptación lógica, de subordinación, consentimiento y pasividad. Manuel, definiría allí una filosofía de la acción, porque para él filosofía, política e historia aparecen unidas, en comunión, cree en la capacidad de intervención de los “intelectuales orgánicos”, que expresan el sentimiento silenciado u oculto de la sociedad a la que pertenecen; esto es, son exponentes de las clases subordinadas. En ese cuaderno, Manuel habla de “La ideología que es la última instancia de confrontación dialéctica en la que se dirime la hegemonía cultural”.
En fin, toda esta serie de notas remitían a otros cuadernos, todos muy gruesos por cierto, donde se hablaba extensamente de hegemonía, bloque histórico, etc. Otros cuadernos tenían un título extraño, porque se leía “Cuadernos de la….”, sin terminar de escribir lo que debería seguir.
Me eximo de mayores comentarios para no interferir en la labor del equipo interdisciplinario, dirigido por los escritores Luis Britto García, Gerónimo Pérez Rescaniere y José Enrique Finol, que está haciendo la correspondiente ordenación, clasificación, anotaciones, etc. y publicarlos bajo el patrocinio de todas las academias que existen en el país. Manuel Vadell será el editor, pero no quiere respetar el tocayazgo y aspira engullir la mayor tajada del negocio editorial. Y, ¿cómo quedo yo ahí?
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