A estas alturas, visto el desespero de Miguel Ángel Rodríguez cada mañana en la pantalla chica, no nos queda más remedio que empezar a sentirnos solidarios con este compatriota.
Si le hemos observado bien podremos darnos cuenta que antes, cuando insultaba al Camarada Presidente, se quedaba callado, calmo, y con la mirada fija al frente y uno adivinaba que se estaba preguntando “cómo me quedó Marcel, ¿cómo me quedó la vaina?”.
Lo más probable es apenas despegara su trasero de la cómoda silla, dejando a la bicha soltando sus embustes, saliese disparado a llamar por teléfono a su jefe para preguntarle qué tal se había visto.
Luego esa imagen se nos rompió. Y al terminar de insultar al Camarada Presidente, también quedándose en silencio, mirando al frente, pero ya como acabase de tener un orgasmo, aunque diciéndose para dentro “Y cuándo me van a meter preso”.
Creyendo que si bien Napoleón Bravo se pasó más de cuatro años con el mismo empeño, usados comedias similares, sin éxito alguno, él si sería capaz de sacar a Chávez de sus caricias y hacer que éste llamara a Pedro Carreño para ordenarle “Encáname a Miguelito por setenta y dos horas”.
No pasó nada.
Ahora uno le ve repitiendo los insultos, insistiendo con los mismos gestos, ensayando igual mirada, pero diciéndose hacia adentro “¿Cuándo llegara el 27 de mayo para no seguir haciendo este papelito de pendejo?”
¿Usted me va a decir que no se siente solidario con ese pobre hombre? Tantas palabras, tantos insultos, tanta saliva gastada, y no ha podido restarle un voto al Presidente.
Por muy chavista que sea uno, no podemos negar el esfuerzo del hombre por restarle popularidad al Presidente; el riesgo que asume ante la posibilidad de que la Bicha le de un carterazo en la cabeza mientras le insulta “Hombre bolsa, ¿cuándo te vas a ganar un voto para este lado?”.
Creo de verdad, que debemos empezar a enviarle mensajes de solidaridad a Miguelito. Y voy más allá, vamos a hacerle un monumento a la perseverancia sin éxito.
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