Hace aproximadamente dos meses escribí un artículo(1) en donde hacía alusión a los comentarios de Thierry Meyssan(2) sobre Gene Sharp, el teórico de la llamada lucha pacífica no violenta, que él prefiere denominar “noviolenta” como una excusa artificiosa para no llamar las cosas por su nombre, porque en el fondo las acciones destinadas a derrocar gobiernos tienen el trasfondo de la más cruel violencia. Como ejemplo dramático tenemos el 11 de abril, cuando, para precipitar el encendido de la mecha, recurrieron a francotiradores que hicieron una carnicería entre adversarios y opositores al presidente Chávez.
Hace 5 años, nuestro gobierno no tenía la fortaleza que tiene hoy, apuntalado por un triunfo arrollador reconocido por la oposición y todos los observadores internacionales, entre los que se encontraba el Centro Carter. Las misiones sociales han penetrado hondo dentro de la población, la Reserva Militar está muy activa, la organización y constitución de los Consejos Comunales marchan aceleradamente. Como broche de oro, masivamente se ha producido la inscripción de más de 5 millones de venezolanos como aspirantes para ingresar en el Partido Socialista.
No crean ustedes que esta teoría de la noviolencia es infalible. Tiene sus flancos débiles: uno es sobre la concepción del poder y su conservación. Cualquiera podría denostar de Gene Sharp, con toda razón, pero este señor, por los motivos que haya tenido ha producido una obra que hoy es una referencia en todo el mundo, como lo fue “El Príncipe” de Niccolò Macchiavelli. Su obra “la Lucha Política noviolenta” fue publicada en inglés en tres volúmenes, pero en español se hizo una adaptación en un solo volumen. Como toda creación, la debilidad mas notoria se vio en Bielorrusia, en Venezuela y Zimbabwe, tres países, en tres continentes y con realidades sociales, políticas y económicas muy diferentes. Esa recetas, por más efectivas que sean para llevar a un país al despeñadero, tienen un antídoto eficaz cuando el pueblo se decide a recuperar la legalidad perdida y a frenar las pretensiones de agentes foráneos de incendiar un país.
Sharp y sus seguidores se ufanaron del triunfo que obtuvieron en Ucrania con la Revolución Naranja. Pasaron algunos meses y el presidente Viktor Yukchenho que llegó al poder gracias al apoyo del gobierno de Bush y de la CIA, se ha visto obligado a acordar con el primer ministro y líder opositor, Viktor Yanukóvich, celebrar el próximo 30 de septiembre elecciones parlamentarias anticipadas para tratar de poner fin a la situación de ingobernabilidad.
Ninguna revolución puede ser forzada, pero la contrarrevolución participa de las mismas características. Se pueden forzar algunas situaciones con ciertas dosis de audacia, pero los resultados definitivos no se pueden esperar si no hay un respaldo popular sólido. Nuestro gobierno tiene ese apoyo del pueblo, demostrado en 10 procesos electorales consecutivos, pero la mano peluda del Imperio quiere apresurar los acontecimientos, porque es inocultable su derrota en Irak. ¿De dónde va a sacar el petróleo para saciar las fauces hambrientas de energía?
Otra ventaja para nosotros es el liderazgo. Mientras la revolución tiene sólo un comandante en jefe, las fuerzas de la oscuridad se dispersan; pero no hay que olvidar tampoco que detrás de estas manifestaciones pacíficas está la embajada imperial que nunca dejará de actuar.
Pero para nuestra tranquilidad, ya estamos conscientes de que nuestro Presidente ya está al tanto de todo, maneja la situación no sólo desde el punto de vista operativo, sino teórico; es decir, que nuestro comandante sabe cómo, no sólo apagar la mecha, sino impedir que la prendan. No se hagan ilusiones otra vez.
NOTAS:
1. “¿Quieren derrocar a Chávez? Es fácil, pero por favor sigan los siguientes consejos!” (http://www.aporrea.org/oposicion/a33510.html)
2. Thierry Meyssan, en un artículo bastante interesante y de lectura aconsejable: http://www.voltairenet.org/article123805.html
Internet: www.lapaginademontilla.blogspot.com
Correo: omar1montilla@gmail.com