El sábado próximo pasado vi por VTV un programa que me resultaría grato, tanto desde el punto de vista televisivo, como de contenido. Grato a mí, acostumbrado desde chiquito a ver RCTV (¡oye, qué bueno que no le renovaron la cosa!) viendo durante los últimos 20 años, por lo menos, una programación denigrante sobre todo desde que cayera en ciertas manos acanalladas… “Entre panas”, es su nombre sugerente, conducido por un morenito lavado muy pimientoso, y por una catirita que, además de bella y bien formada en todos los requisitos exigidos por la razón, la estética y las Naciones Unidas, resultó no menos pimientosa, lo cual me reveló (y ello para siempre) que la “pimienta” no está sólo en el color de la piel. Es un mito. Y por favor, ruego porque no se desate una guerra de “pimienta” aquí, porque toda guerra siempre es una pernicie.
El programa estuvo encuadrado dentro del debate nacional entre estudiantes de ambas tendencias: una de ellas, mayoritaria por todo lo alto, lo cual ha resultado obvio.
Se expresarían allí, de manera amplia, varios de esos jóvenes promisorios mediante pláticas refrescantes, y que no por ello dejaran de ser profundas y coherentes además (especialmente la de los bolivarianos) sobre temas muy circunscritos a las generalizaciones y medias verdades remarcadas siempre en el discurso derribacionista, tanto joven, como de la tercera edad… ¡Y es una lástima! Y dicho esto sin ánimo de regatearles ningún mérito a estos mozos compatriotas adversarios. En todo caso, les pediría el favor de entender que soy bolivariano hasta la pared de enfrente…
No recuerdo el nombre de todos, incluyendo a la otra agraciada muchacha también expositora notable, recordando sí algunos de ellos, y sobre todo por haber participado en la Asamblea Nacional aquel 6 de junio que no “quiso sofocarse”; entre ellos, al camarada Héctor Rodríguez, que se ve tan maduro a sus veintitanticos años, que pareciera ser más bien el papá de todos...
Pero no dejaría de llamarme la atención la participación de dos en especial: la candelosa Libertad Velasco, con la “vergonzosa limitación” que le señalara uno de los típicos carajetes de Globovisón por el hecho de ser lujosa presentadora de un magnífico programa en Telesur, y que en la Asamblea Nacional dijera, entre otras cosas, que los estudiantes que se fueron no representan a nadie; que les haría llegar una Constitución en inglés a ver si entendían; que los medios nos embrutecen y que a ella -y a sus demás panas- los acompañaba no otra cosa que no fuera el más profundo sentimiento de amor…
También habría de llamarme la atención el mozo Yon Goicoechea, quien en la Asamblea Nacional nada memorable diría, que no fuera que no irían allí a “hablar de política”, pero que en el programa dijera (eso sí, sin polígrafo de por medio) que no defendía al imperialismo ni a empresas privadas domésticas o foráneas. ¡Qué su palabra vaya adelante!
Pero antes de finalizar el programa, el pimientoso presentador había comprometido ya al mozo Goicoechea para que bailara una salsa con Libertad, quien al ponerse de pie para redondear el compromiso, de manera complementaria luciría “tan bella como una mañana cuando amanece llena de boyeros”… Apenas iniciada la música, Libertad iría “para los papeles” con genuina cadencia revolucionaria bolivariana, haciendo que el joven Goicoechea mostrara un ritmo más como de danza ariñ ariñ, quizás por su marcada influencia vasconavarra, o bien porque tuviera cierto déficit, no sólo de sentido democrático, sino también de oído rítmico… ¡Pero tampoco es que hiciera un deslustre, aun que luciera desconcertado!
No sería temerario presumir entonces que, seguro el mozo Goicoechea se diría de inmediato: -¡Cáspita, ahora sí es verdad que puse en serio peligro el éxito del plan desestabilizador. Aquí el que ha resultado desestabilizado, por la Libertad que “en justicia” vengo pidiendo, he sido yo!..
¡No, won Yon, no te sientas desestabilizado, vale, vete con la bella Libertad de una vez al 23 y disponte sólo a sentir el amor y el fuego sagrado del pueblo!
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