“Arzobispo Ramón Ovidio Pérez Morales, el hombre y pastor que más daño a ha causado a los fieles, fin primero y último de la iglesia, ordenado éste a la salvación del alma para entregarla a Dios”, estas treinta y seis palabras le sirven al periodista zuliano Gastón Guisandes López para presentar en su libro El Arzobispo (Historia de lo que nunca debió ocurrir) al citado prelado de la iglesia católica venezolana, quien ocupó la jefatura de la Arquidiócesis de Maracaibo el 11 de febrero de 1993.
Sustentado sólidamente por documentos debidamente confirmados en su autenticidad e información cierta e irrebatible, Guisandes López recoge de manera pormenorizada hechos, situaciones y personajes que, como lo califica el autor, “fraguaron y protagonizaron el peor escándalo vivido por la Iglesia Católica venezolana” durante la gestión de monseñor Ovidio Pérez Morales como jefe de la Arquidiócesis de Maracaibo.
Los lectores de éste apasionante libro encontrarán un trabajo acucioso, en el que el autor no desestima pormenores ni la vinculación entre sucesos que van desenmascarando la auténtica personalidad de monseñor Ovidio Pérez Morales, actual arzobispo de Los Teques y Presidente del Concilio Plenario de Venezuela. Veamos.
“Cuando Ramón Ovidio llega a Maracaibo, para gobernar la Arquidiócesis, siente que ésta es una parada jerárquica obligada, en lo que él, en su incontenible vanidad, ha definido como el tránsito hacia la Arquidiócesis de Caracas que este hombre –no el pastor- ve como la antesala al Cardenalato”.
Después de hacer esta consideración Guisandes López resalta: “Se trata de llegar, a como dé lugar, a la posición que le permitirá detentar el poder eclesial con el cual abrirse las puertas que le permitirán gozar socialmente, influir políticamente y a cercarse a la riqueza cuyo logro consagra todas las potencialidades de su ser y de su inteligencia, siendo ésta no sólo inmensa, en cuanto a capacidad, sino fina, cuidadosa y generosamente cultivada”.
Monseñor Pérez Morales llega a Maracaibo el 11 de febrero de 1993, día de la Virgen de Lourdes. Apenas llega a tierras zulianas descubre, con el olfato de quien está entrenado para a la guerra, pero siendo un burócrata de la Iglesia, que otros brillan con luz propia en razón del trabajo cumplido a través de la obra levantada para atender a las muchedumbres que necesitaban encontrar en el camino hacia Dios. Él es el Arzobispo, se dice, pero el liderazgo lo ejerce otro por derecho y merecimientos propios. Esta realidad, vista por él mismo, lo abruma y se comienza a gestar, en lo más profundo de su yo, la necesidad de apartar a quien ensombrece sus grandeza, supuesta o real, pero suya a fin de cuentas. En un momento de consternación enardecido por su soberbia exacerbada, exclama: “No es posible que Ocando tenga más poder que yo, si soy yo el Arzobispo de Maracaibo”.
Ante esta realidad, Gastón Guisandes López considera de Pérez Morales, urgido por el tiempo que lo apremiaba para colocarse como primera opción a ocupar el Arzobispado de Caracas, “llega a la equivocada conclusión de que es sacando del camino a monseñor Gustavo Ocando Yamarte, como se aproxima, con posibilidades ciertas de triunfo, a su ambicionada meta”.
Trazados sus planes de guerra, Ovidio Pérez Morales se dejó arrastrar por su soberbia puesta de manifiesto desde que llegó a Maracaibo. De tal manera, “nunca aceptó que Gustavo Ocando Yamarte fuera el amigo de todos, el consultado de todos, el punto de referencia de todos -laicos y clérigos- y se declaró adversario de aquel sacerdote que sólo trabajó para al mayor gloria de Dios”.
Cuando Pérez Morales asume el gobierno de la Arquidiócesis de Maracaibo, se encuentra con que Gustavo Ocando Yamarte preside la Corporación Niños Cantores del Zulia integrada por 24 obras, entre ellas un canal de Televisión, que funcionan mediante convenios con organismos oficiales o con particulares y por generación propia, lo cual revela la alta capacidad administrativa de monseñor Ocando Yamarte.
El enfrentamiento
Considera Gastón Guisandes que “hasta la llegada del Arzobispo Monseñor Ramón Ovidio Pérez Morales, la iglesia del Zulia vivió momentos estelares de unidad en el episcopado y progreso material”. Pero con el arribo del nuevo obispo comenzaron las desavenencias. Muestra de ello fue que “las monjas del Palacio salieron maltratadas y humilladas, no sólo por el arzobispo, sino también por la señora Ida de Pérez Morales, cuñada de éste, y por la secretaria privada, Iris Poveda”.
Despachadas las monjas del Palacio Arzobispal, Pérez Morales comienza a armar una iglesia sin sacerdotes. De tal manera, vemos que se trajo a su secretaria privada de Coro, su cuñada, viuda de un hermano del Arzobispo; un sobrino de ésta, el economista Alfredo Zambrano, y la esposa de éste, Gisela Díaz de Zambrano; en compañía de otros.
“A los esposos Zambrano, el obispo los designa: a ella, administradora de los bienes de la Arquidiócesis, y a él, contralor, en ese tan peligroso binomio de pagar y darse el vuelto, que condujo a graves negociados de comisiones recibidas de la empresa Verveca que hacía trabajos para la Arquidiócesis”, resalta el autor del libro El Arzobispo (Historia de lo que nunca debió ocurrir).
En tal sentido, Guisandes López denuncia algo muy grave: “Junto con lo anterior se demostró que una hermana de la señora manejaba la contratación de los seguros para el personal de la Arquidiócesis, todo lo cual obligó al Arzobispo a despedir a la esposa del sobrino de su cuñada: para el momento de su despido, la señora Zambrano debía un millón de bolívares, cuyo préstamo había recibido sin pagar a intereses”.
Para adecuar los signos de su especial jerarquía, que ya había hecho acondicionar una casa, apenas llegó a la capital zuliana, compró otra casa que pertenecía a la hermana del contralor Zambrano. La residencia se compró sin el consentimiento del Consejo Económico, ni del Consejo Presbiteral. El ingeniero Roberto Angulo, cedido en comisión por la industria petrolera, para organizar la Curia, renunció al cargo, pues la compra de la casa se efectuó, no sólo inconsultamente, sino sin evaluaciones técnicas.
Además de estos desaguisados administrativos, por sólo nombrar algunos, Pérez Morales tuvo duros enfrentamientos con los sacerdotes. A tal punto que el rector del seminario renunció a su cargo. Con motivo de éste pleito, los sacerdotes dirigieron una carta a Roma, donde manifestaban su oposición a la forma y el fondo del manejo del pastor. Pero antes que mejorar sus relaciones, Pérez Morales prefirió arremeter y perseguir sin tregua a los firmantes de la citada carta. De tal manera, el Obispo dividió al Presbiterio entre buenos y malos: buenos quienes lo apoyaban y malos aquellos que lo denunciaron ante El Vaticano.
Rolo a rolo y tolete a tolete
Con pleno conocimiento de lo que estaba ocurriendo en la Arquidiócesis de Maracaibo, el presidente Rafael Caldera II puso en movimiento los resortes del poder. Guisandes relata la situación así: “Como bien sabemos, el Presidente Caldera no olvida favores realizados, ni perdona agravios, ciertos o supuestos y, desde mucho tiempo atrás, se quejaba de la liberalidad y amplitud con que se informaba en la red de televisoras de Niños Cantores (Maracaibo, Barquisimeto y Valencia)·” Por lo tanto, Caldera no perdonó que en un programa de NCTV, su conductor presentara pruebas contra su hijo Juan José Caldera, acusándolo de tráfico de influencia y valimiento de funcionario público, para lograr que el Gobierno nacional otorgara, sin el cumplimiento de los requisitos y trámites legales y exigibles, una concesión a una compañía extranjera, para la explotación de un puerto de exportación de carbón, que estaría ubicado en la barra del lago de Maracaibo:
Ante la queja de Caldera, monseñor Pérez Morales se mostró preocupado porqueOcando Yamarte saliera del canal NCTV y para ello convocó a un encuentro con los periodistas. Guisandes rememora: “Cuando el Arzobispo dio a la rueda de prensa para destituir a Ocando Yamarte, después de hacerlo, sin previa conversación con éste, llamó a Caracas y dijo por teléfono: ‘Doctor, ya di la rueda de prensa…todo como acordamos allá en Caracas’. De esta llamada hay un testigo de primera mano, que declarará si es necesario”.
Como hemos podido ver, la pasantía de Pérez Morales por la Arquidiócesis de Maracaibo no puedo haber sido peor. Demostró soberbia, envidia e implantó la discordia, el escándalo, el mal, la conspiración, la división y, sobre todo, una rendición total ante el poder que gobernó a la IV República.
Innegablemente que, con sus propias acciones, muchos de los miembros de la CEV quedan al desnudo y desplumados como auténticos loros con sotanas.
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