El ex adeco Antonio Ledezma maneja una extraña estadística de ultramar. De acuerdo con la misma, unos cuatro mil venezolanos sufren los rigores del exilio en Miami. El ex jefe del comando de Alfaro -este Ledezma es tan “ex”- aboga porque toda esta gente regrese a la patria, sin antes preguntarle si desea hacerlo o si ya se mayamizó y se siente de lo más “happy”.
El ex alcalde de Caracas mete en un mismo saco a los que se piraron por diferencias políticas, a los acusados de delitos comunes, los imputados por corrupción y aquellos que, simple y llanamente, se marcharon “en busca del sueño americano”, sin importarles un bledo la vieja queja de que “el norte es una quimera”.
En la legión de los que padecen Estados Unidos en la cuenta de Ledezma, figuran compatriotas que, sin que nadie los estuviera persiguiendo, abandonaron buenos cargos en el país y se marcharon, sin más ni más. La ex reina Irene Sáez, por ejemplo, ni siquiera renunció a la gobernación de Nueva Esparta y se piró, sin entregarle el cargo a alguien. Eso de tratar con ñeros le daba cosa.
Aquí mismo en Anzoátegui, ahí en Lechería, un ex alcalde de ese municipio, en lugar de entregar cuentas (o responder por ellas), dejó ese coroto tan apetecido y apareció en Miami, con programa de radio y casota. Figura ahora en el comité de recepción de Ledezma y en la lista de sufridos exiliados del “régimen” bolivariano, cuando sus acusadores eran más bien de la Cuarta República. Cosas.
“La lista de Ledezma”, nombre bueno para un unitario de Globovisión, obliga a una clasificación de los enemigos o adversarios de Hugo Chávez. Entre éstos, los hay auténticos, burocráticos, fingidos y prefabricados.
El enemigo burocrático o repentino es aquel que, hasta esta mañana, era el chavista más recalcitrante y dogmático. Por alguna razón fue cesanteado de su chamba y al mediodía se descubrió enemigo acérrimo de toda la vida del “autócrata”. Abundan en el mundo cultural, universitario, político y diplomático.
Los enemigos erráticos son aquellos que emigran rápido cuando creen que el “régimen” va a caer, como ocurrió en abril y diciembre de 2002, o temen que perderá unas elecciones como en el referéndum de 2004. Algunos se devuelven pero la mayoría se va por el barranco, sin vuelta posible.
Abundan también los enemigos Judas, tipos que en ciertas coyunturas se venden por unas cuantas piastras y desfilan por la televisión, donde detallan “interioridades del proceso” hasta que, agotado el discurso, son lanzados al degredo por quienes los “captaron”.
Están asimismo los enemigos blanqueados, esto es, aquellos que mediante el supuesto detergente moral del antichavismo, buscan lavar su imagen y blanquear su curriculum. Por lo general, se trata de ex funcionarios públicos o empresarios que se enriquecieron desde posiciones de poder y, cuando sospechan que los están investigando, se declaran furibundos enemigos del régimen, por lo que son recibidos con los brazos abiertos por la oposición.
De redomados pillos, se convierten en heroicos perseguidos políticos o en sufridos exiliados que lloran con el poema de Pérez Bonalde. Este último tipo de enemigos de Hugo Chávez conforma la clasificación más perversa como feliz. Pasan el resto de su vida forrados de dinero y con una aureola de héroes o de mártires.
Si se van al exterior, se convertirán en líderes del “exilio”. Si con el mayor cinismo se quedan en el país, la televisión y demás medios los harán vedettes. El antichavismo no será el cordero de Dios, pero quita los pecados de los corruptos que buscan refugio en la hospitalaria oposición.
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