El ruido era ensordecedor. Las señoras, bien trajeadas, parecían olvidar el glamour con el que habían llegado. Y es que no era para menos, acababan de anunciar que el vuelo de Aeropostal tendría un retraso de, al menos, cinco horas, ya que no había aviones pa´ tanta gente. Los mostradores del Aeropuerto (Nacional) de Maiquetía retumbaban con fuerza. El estrépito causado por el golpeteo de los parales de hierro macizo que separan las filas, contra los pesos de equipaje demandaba el uso de audífonos. Las miradas de las féminas erigidas en líderes de este alzamiento me pareció haberlas visto en otras oportunidades; sin embargo, no quise sesgar esta protesta genuina con mis propios juicios de situaciones pretéritas. Así que me dispuse a auparlas en su reproche, acercándome al mero centro de los acontecimientos. Ya allí pude tristemente confirmar mis sospechas cuando una de las dirigentes expresó a puro pulmón: -Eso es que ese desgraciado mandó los aviones para Cuba! Al tiempo que otra gritó: -vamos a llamar a Globovisión!. Y como por arte de magia, en apenas pocos minutos, apareció el canal de la Florida.
Como pude y tratando de no levantar ninguna sospecha, di marcha atrás, evitando hasta lo imposible ser confundido con un infiltrado, lo cual hubiese traído nefastas consecuencias para mi salud mental y física.
Historias como ésta, arrancada de la vida misma, como diría Antonio Madrigal, pasan a diario, por lo que la odisea consiste es en sobrevivir, en salir ileso de las minas antichavistas colocadas en el terreno de la clase media. De esta manera es común y hasta rutinario que algún desconocido se te acerque en el supermercado y te diga: -no hay pollo porque este cdm los está mandando pa´Cuba. Y así sucede lo mismo con la carne, la leche, los huevos, el arroz, el azúcar y hasta con los mismitos bollos con chicharrón que vende la señora que se para frente a la licorería de Alta Vista, “to esa mierda la están mandando pa´Cuba”.
Eso que algunos autores llaman halitósis social (Kalbreth, 2007) y que consiste en el total desprecio por los derechos sociales ajenos, es una patología que se ha instalado en la inconsciencia de una inmensa porción de la clase media, lo cual hace que sean fisiológicamente incapaces de darse cuenta que no todos piensan lo mismo y de la misma forma que ella y que, al ser así, tienen la misma legitimidad que ella para pensar lo que se le dé la gana.
En cierta oportunidad, estaba en la cola para pagar el teléfono, cuando fui virtualmente ensanguchado por dos señoras – las mujeres son muy fuertes en este tipo de cosas – quienes en voz alta comentaban sus desaveniencias con el rrrégimen, en el entendido que todos cuantos las escuchaban compartían sus puntos de vista. Estoicamente y en silencio soportaba las constantes arremetidas de este par de improvisadas analistas, aparentemente muy versadas en temas de educación, economía y diseño curricular. Llegaría el momento en que mi silencio me delataría, lo que ocurrió cuando una de ellas me increpó abiertamente. Así, retirándose como a un metro de distancia, me miró de arriba abajo y disparó: -no me va a decir que usted es chavista? Usted tiene pinta de ser un hombre decente, educado; tiene pinta de ser un hombre leído y viajado. Dígame, es usted chavista? Confieso que la mujer me puso a dudar y hasta a temblar, así que lo primero que me salió fue decirle: -señora, yo soy venezolano. Pues, la cagué. “ayy, este lo que es es un gran chavista”, vociferaría la fémina que más atacaba. A partir de allí lo que vino fue joropo, hasta que me inventé una para salir del atolladero, lo cual ocurrió cuando la más insistente y despiadada me preguntó: -bueno dígame una cosa, como dice su presidente, ser rico es malo? Entonces le repregunté: okey, usted que sabe tanto de economía, dígame: qué es mejor: ser rico de cuna o ser rico de cama? La dama, que no esperaba semejante pregunta me respondió haciéndose la pendeja: -no entiendo! A qué se refiere? Ya aquí me dije: “esta se jodió conmigo”.
– Nada, usted sí entiende! Dígame, es mejor ser rico de cuna o de cama, porque yo soy rico de cama. Es eso malo? La otra señora, riendo socarronamente, mascullaría entre dientes: -ser rico de cama es divino!
A partir de allí, todo fue paz y amor. Hablamos de sexo –es una de las conversaciones que más me gusta- de la viagra masculina y femenina, de la menopausia y de la andropausia –es una de las conversaciones que menos me gusta-,en síntesis, de lo humano y de lo divino, de lo sagrado y de lo obsceno, de lo sublime y también de lo ridículo. Al final las señoras estaban tan felices que una de ellas me preguntaría: -Mira, Héctor, (ya estábamos a ese nivel de confianza) y tú pagas siempre el teléfono en esta oficina los días 14 de cada mes?. Ay, pensé yo, a la viejita le gustó el chavista.
No en todos los casos aparecen los recursos para salir airoso de una situación embarazosa, ya que a veces nos enganchamos y nos embarcamos en un inoficioso toma y dame con sus nefastas consecuencias.
Finalmente, mucha clase media no escuálida que conozco se está debatiendo en una disyuntiva: irse a vivir a Cuba, ya que la isla por tener todos los productos que ahora tienen, además de una moderna flota de aviones, ahora sí debe ser un paraíso, o irse a vivir al barrio Vista al Sol, ya que así evitaría inhalar la desagradable halitosis social ajena, o sea.
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