Un Nuevo Tiempo, pues, no deja nada para sus nuevos aliados. Ya sepultó a los gritones abstencionistas, utilizó a los chicos "manos blancas" e hizo de Primero Justicia su primer plato.
Desplazados por la marea roja que se hizo tsunami en 1998, los viejos partidos vieron en Primero Justicia su futuro verdugo. Es memorable la ridiculización que, con gestos sobreactuados, intentó Ramos Allup cuando apostrofó de "mariposillas" a los militantes amarillos. Y no se refería, por supuesto, a los alados insectos macondianos que seguían a Mauricio Babilonia.
Primero Justicia, con hiriente prepotencia, ignoraba al partido blanco y también al verde, su antecedente putativo. La nueva organización tenía a sus pies a los medios de comunicación y, entre sus activos, todo el desprestigio de la periclitada partidocracia. Sin embargo, así esté muy viejo, o precisamente por eso, nunca se debe subestimar al diablo.
De repente, los ancianos decidieron ponerse trajes nuevos. "¿Y por qué no hacerlo?", se preguntaron retadores. Recostados del relámpago del Catatumbo e iluminados por el rayo de un súbito filósofo, el viejo tiempo les anunció Un Nuevo Tiempo. El más rancio espíritu del caudillo Alfaro Ucero se transmutó remozado en un púber Omar Barboza, adeco de uña en el rabo como el propio Rosales.
Algunos adecos que habían migrado erráticamente hacia Primero Justicia, algo escandalosamente contra natura, vieron en Un Nuevo Tiempo la senda del regreso a casa, del viaje a la semilla, del retorno al hogar del hijo pródigo. El "no volverán" valdría para otros ámbitos, pero no para el reencuentro de los viejos compañeros de partido. Al fin y al cabo, las oscuras golondrinas de Bécquer, esas que nunca volverán, no formaban parte de su cofradía.
Mientras Chávez esté en el umbral de la puerta (no precisamente de la paz celestial), la oposición está unida como un puño.
Pero si desaparece de allí, aunque sea por algunos segundos, se arma la de Dios es Cristo, que diría un madrileño mal hablado. Y Chávez, ocupado con su Psuv, se apartó el dintel de la oposición. Lo dicho: los sapos y culebras asaltaron el vecindario.
Los adecos de Un Nuevo Tiempo tenían que apoyar, para la millonaria y apetecida alcaldía de Chacao, a su compañera adeca Liliana Hernández. Al que se cree dueño del feudo, Leopoldo López, le pintaron una, junto a su candidato Graterón. Al mismo López, por inhabilitado, lo saben liquidado y lo celebran sin disimulo, mientras le aseguran apoyo. López está aprendiendo lo que son los adecos reencauchados.
Pero no sólo el alcalde de Chacao es obligado discípulo del neoadequismo (lo de "neo" es un eufemismo). En Maracaibo, donde Primero Justicia pensaba que la "unidad" le reconocería la candidatura de Guanipa a la alcaldía de la ciudad, le opusieron al mismo gobernador, el inesperado y versátil Rosales, que de mandamás estadal se lanza a un municipio, camino mañana de un Consejo Comunal.
Un Nuevo Tiempo, pues, no deja nada para sus nuevos aliados. Ya sepultó a los gritones abstencionistas, utilizó a los chicos "manos blancas" e hizo de Primero Justicia su primer plato.
Poco importa que el alcalde Capriles Radonsky grite que en Miranda él goza del "consenso". Todos los oposicionistas, en todo el país, pregonan lo mismo: "La unidad soy yo". Y más allá de ese exclusivo y excluyente "yo", epítome de tal unidad, todos los demás son divisionistas.