La infantería de los antiguos romanos creó, para su defensa, un tipo de formación que se denominó, testudo, que consistía en que los soldados se apilonaban y hacían, con sus escudos, una como especie de concha de morrocoy a fin de que no los impactaran, con definitivo ánimo dañoso, las armas arrojadizas de sus enemigos bárbaros.
Por eso mismo pienso, que las huestes revolucionarias tenemos que practicar una permanente “operación testudo”, para protegernos (pero en este caso, no sólo de las armas arrojadizas, sino) de los baldes de mierda que nos arrojan los fascistas desde sus decorados balcones mediáticos.
Estoy convencido de que, dentro de este chiquero venezolano, donde los medios privados llevan el pendón, se pronuncian tantas o más frases incoherentes -y hasta grotescas- de las que pudo pronunciar, rascada de bola, la pitonisa de Delfos. Valga el caso, esta vez foráneo, de un peruanillo por allí, apellidado Bayly (quizás uno de los más chiflados fascistas indoamericanos de todas las épocas; de facciones motilonas y que me perdonen las motilonas genuinas y a quien seguro el Servicio Secreto de su Majestad (el M15) lo coja como espía), que, si a este que está aquí le preguntaran, por donde colgarlo, diría que por una de sus almorranas, si es que alguna acaso pudiera restarle en su muy seguro depredado stock rectal…
A ver… ¡Y advierto que hoy vengo sin amarras, sin recogimiento, sin miramientos de ningún tipo, ya que estos robots que se mueven, con cerebros de rata, han llegado al colmo!
Días atrás, leía un artículo de uno de estos dizque periodistas de uno de los tantos “ojos de agua” impresos nacionales contrarrevolucionarios, dando una versión de otro dizque periodista de una televisora de noticias extranjera (a pesar de que dizque nacional es) que a su vez en radio decía, que la “misteriosa” visita de la senadora Piedad Córdoba al CNE había obedecido a que, transitando cerca de esta institución, había sido víctima de unos crueles (por lo largos) retortijones de barriga, que la obligaran a bajarse del carro -de máxima urgencia, por supuesto- para hacer uso de uno de sus baños y, poder calmar así, un cipote sofocón, lo que pudiera acontecerle, incluso hasta al mismísimo Papa, no obstante la religiosa prudencia de sus hábitos íntimos…
Pero la carga miserable y fascista que tuvo tal comentario, fue cuando dijera, el dizque periodista este, que bien pudo hacer uso (la compatriota Córdoba) de un baño de una cualquiera de las franquicias de comida chatarra que hay por allí, y no de uno de los del CNE, debido a que, hay “sopotocientos” transeúntes caraqueños, que nunca pudieran hacerlo.
¿En la historia de las bajezas, habrá una más inferior que esta?
Por tal razón resulta entonces lógico suponer, que los y las fascistas no excretan por sus respectivos dispositivos cloacales, que, constituyen, como sabemos, el último que tiene todo ser universal y pluricelular para que el aparato correspondiente agote su rol digestivo, sino que, lo hacen estos seres tan anormales, por los primeros y principales órganos de sus sistemas nerviosos centrales, que no son más que sus atípicos cerebros, pues, ya que ellos y ellas exudan el excremento -en estados líquido y gaseoso- a través de sus respectivos cueros cabelludos, por lo que resultan entonces tan pestilentes, donde quiera que están, y por lo que nunca necesitan, ni necesitarán, de un baño de emergencia para lograr salir de un desconcertante apremio estomacal, debido a que, simplemente ellos y ellas, cagan al tan sólo “pensar”…
Y aquí voy a permitirme diferir de muchas tendencias en tal sentido: No me cago ni en el mar… ni en la noche… ni en la puta madre… ni en diez… ¡sino en el despreciable fascismo, pues!
“El alma humana, cuando se halla invadida por una intensa emoción, trata de expresarse en versos”, opinión de T. S. Eliot que comparto. O, en lengua de los fascistas contemporáneos, mejor: “The human soul, in intense emotion, strives to express itself in verse…”. Y este artículo es una prueba de ello. ¡Fueron versos sublimes de los que inspira el cretino y macabro fascismo, coño!
Y excúsenme el lirismo tan hiperestésico. Sé que no es mi peculiaridad.
crigarti@cantv.net