Don Manuel Rosales no es Robin Hood, sólo está en busca del tiempo medido

1. La película

Para mí “La Mazzetta”, conocida en español como “El Pago Final”, es una película, que si bien no puede ser calificar como obra maestra, es de aquellos trabajos que se hacen dignos de recordar, no sólo por el argumento, sino por las extraordinarias actuaciones de Nino Manfredi, Paolo Stoppa, Ugo Tognazzi. Dirigida por el recordado Sergio Corbucci.

Esta película (1978), que está basada en la novela homónima y la que tuve suerte de ver en su estreno, tiene un argumento sencillo y muy “alla italiana”. Sasá es un joven napolitano que se bandea como puede, ganándose la vida como “abogado”. Un gran industrial Michelle Miletti, muy rico, le encarga de encontrar a su hija Giulia, que se había escapado de casa llevándose consigo algunos documentos comprometedores. A cambio de su labor sería recompensado con una sustanciosa “mazzetta”.

Sasá inicia las investigaciones y al poco tiempo se topa con los cadáveres de Tina, la tercera esposa del industrial y el de Pino, un joven que había embarazado a Giulia. Siguiendo su encargo, no tarda en encontrarse con don Nicola Cassali, quien a su vez era socio y adversario del propio don Michelle, y quien estaba muy interesado tambien en ponerle las manos a los famosos documentos. Se suceden una serie de acontecimientos donde abundan sicarios, atentados y cadáveres. Pero Sasá lentamente va descubriendo la verdad y se ve precisado a rendir cuentas ante el comisario de policía. Cuando al fin logra encontrar los documentos y rescatar a Giulia, se da cuenta que los dos capos se han puesto de acuerdo, por lo que los documentos no sirven para nada y la corrupción continúa.

2. Un entorno privado y público de personajes corruptos

Este recuerdo ya lejano, pero no menos presente, me ha permitido introducir este tema de la corrupción oyendo las grabaciones de las conversaciones de Manuel Rosales y hechas públicas recientemente. Los interlocutores no son políticos, señorones del empresariado, ni prelados de la jerarquía católica venezolana, sino con subalternos, subordinados que rinden cuentas al “magistrado”.

Un frío eléctrico me recorre el espinazo sólo al pensar que personajes de esta diminuta estatura moral y ética pudieran eventualmente haberse apoderado del país, o que en el futuro pudieran hacerlo. Las conversaciones telefónicas versan, entre otras cosas, sobre asuntos de ganado, precios de la carne, potreros, comercialización de productos y “cobres”, no desde la óptica del gobernante preocupado por los asuntos que atañen a sus gobernados en un Estado de las dimensiones del Zulia, sino que son asuntos meramente privados. Eso no sería muy censurable si esos bienes hubieran sido adquiridos legalmente como resultado del duro trabajo como empresario del campo, sino que se trata del latrocinio de un hombre profundamente hundido en el más nauseabundo estercolero político de nuestro abrumado país.

Y estas revelaciones no son sino una pequeña excrescencia, mera muestra banal de algo más grande. Lo más llamativo del caso, es que estas revelaciones se producen en el marco de una campaña electoral en el cual figuran como temas de la misma, la corrupción, la inseguridad y los apagones eléctricos, que son precisamente temas que deberían ser tabúes para estos elementos gangsteriles que pululan en la oposición a este gobierno. Los dos estados que ganó la oposición en las pasadas elecciones, Zulia y Nueva Esparta, son precisamente los más peligrosos en lo que se refiere al tráfico y consumo de estupefacientes. El Zulia ha batido records de secuestros irresolutos, de mafias, de robos de todo tipo, de atentados donde predomina el sicariato, y pare de contar. El Estado Zulia tiene la desdicha de poseer la más corrompida policía del país, dirigida por personajes como aquel llamado “Manduco”, y quien se encuentra preso por ser “presunto” asesino de un agente de investigaciones.

Lo de los apagones es otro asunto: ya está demostrado que este oposicionismo cipayo tiene la mano metida en los intentos de sabotaje. En fin, que los temas con los cuales pretenden acorralar al gobierno, se les devuelven como un boomerang.

No voy a meter la mano por los corruptos que todavía “despachan” desde el gobierno, porque existen, son señalados, apartados y enjuiciados. Cualquier símil entre oposición y gobierno es una tarea verdaderamente imposible. Para comenzar por la cabeza tenemos el ejemplo de nuestro Presidente, a quien se le puede criticar por los justificables errores que puede haber cometido, como en efecto se hace, pero que es un baluarte, un ejemplo de moralidad y de manejo escrupuloso del tesoro público. Los venezolanos estamos seguros, pero seguros de verdad, que conversaciones mafiosas como las reveladas, jamás se le escucharán a nuestro Presidente.

Si de algo estamos seguros, es que el presidente Chávez no tiene ni tendrá casa propia, ni autos lujosos, ni haciendas, ni yates, ni acciones en empresas privadas, ni valores bursátiles. Esta práctica de vida lo hace invulnerable a la corrupción, a la concupiscencia. Nuestro presidente puede hablar también de ganados, de haciendas, de precios de la carne, etc., pero todo ello dentro del marco de la Ley, y sobretodo de los bienes que son del Estado, de los particulares, que no de lo particular.

Rosales siempre ha tenido unas profundas ansias de poseer bienes materiales y se regodea en su disfrute. Pero esa codicia no está sustentada en el trabajo sino en la corrupción en todos niveles, como se ha venido demostrando públicamente. No voy a permitirme hacer de pronosticador electoral en el Zulia, sólo espero que esta vez los zulianos recobren el sano juicio. Pero de una cosa si estoy seguro: Rosales va a tener que pagar por sus delitos, cuyo elenco sería prolijo enumerar.

3. En busca del tiempo medido y de su inexorable paso

Lo más delicioso de una de las conversaciones telefónicas de Rosales se refiere al asunto de los relojes. Lo novedoso no es que Jorge Abudei, del diario “La Verdad”, ¡vaya nombre!, haya escogido el más costoso como es el rolex de 45 millones de bolívares (seguramente a precio de oferta), sino eso, precisamente, que haya escogido su “regalo”. Otra cosa curiosa es la hemorragia de relojes que se anuncian para todas las personas. Seguramente entre el rosalaje abunda la tentación de medir el tiempo, porque presumo, intuyen que se le acaba y su paso, como dicen, es inexorable.

Observo también que este caso de los relojes es anómalo y no cuadra muy bien. Generalmente los depredadores del erario público reciben “regalos”, pero en este caso es a la inversa. La práctica es que el funcionario corrupto “favorezca” a un empresario con contratos, pero en este caso se trata de dueños de medios de comunicación, y si de algo debe estar agradecido el señor Rosales es de ellos, que lo han elevado a los altares, tiene, como se dice en el lenguaje clerical, “olor de santidad”.

No crean que este sea un inciso para abordar al celebrado novelista francés Marcel Proust, ni se trata de parodiar su novela “En busca del tiempo perdido”, simplemente es la constatación de hechos bastante curiosos, de los que se “enriquece” la política nacional. Porque no me digan si no es curioso que Manuel Rosales le robe a los pobres para darle a los ricos. ¡Cuánto disfruta repartiendo relojes y millones a diestra y siniestra! Lo mejor es que lo hace con la certeza de que lo que reparte se lo ha birlado a otros, y como todo truhán que se respete, reparte y reparte y se queda con la mejor parte, o sea…

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Omar Montilla


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